Díselo a tu Corazón (libro 1)

– 50 –

Punto final


 


Pasados varios días y sintiéndome mucho mejor gracias a los mimos y cuidados de mi tía, decido que es tiempo de empezar a cerrar las viejas etapas. Por donde comenzaré no será sencillo, sin embargo debo hacerlo, y ahora con mi energía restaurada, llegó el momento.

Sentada ahora en la cocina mientras el café se prepara, intercambio mensajes vía correo electrónico con un escritor el cual, acabé de leer su manuscrito, apuntando en el texto mis observaciones y sugerencias.

— ¡Muy buenos días, mi pequeña! —Entra mi tía radiante con su sonrisa.

Me levanto y beso su mejilla.

—Buenos días, tía hermosa. —Le devuelvo la sonrisa.

—Uh, veo que hoy amanecimos mejor. —Me hace un mimo en el cachete.

—Así es. —Le guiño cariñosa. —Tengo una maravillosa que cuidó de mi estos días.

—Ay mi vida, yo feliz de estar aquí contigo. —Me abraza con mucha ternura.

Contenta la abrazo también, y es que, los malestares me sometieron de manera ruda desde que llegué. Solo quería dormir, no me sentía con energía de nada más. De no haber sido por ella ni siquiera habría comido.

Sirvo café para ambas y nos sentamos a desayunar.

— ¿Irás al salón hoy? —Pregunto pasados unos minutos.

—Sí, ya debo ir, tengo varios turnos que atender. —Responde animada. Tía Judith es dueña de un salón de belleza muy popular, y que por suerte, le da bastantes satisfacciones. — ¿Y tú mi vida? Trabajaras por lo que veo.

—Un poco, pero luego saldré —Comento bebiendo un sorbo de zumo. Ella me observa. —Iré al departamento. —Informo serena.

Sus finas cejas se arquean al oírme

— ¿Estás segura? No tienes que hacerlo todavía si no te sientes preparada. —Expresa con un tinte amargo en su voz.

—Estoy lista. Quiero de una vez cerrar esa puerta y abrir otra completamente distinta. —Declaro con firmeza.

— ¿Lo llamarás? —Inquiere refiriéndose a Gael. Me encojo de hombros no muy segura de eso. Primero quiero decidir cómo y qué haré en ese lugar donde vivimos. —De solo pensar en lo que ese… canalla te hizo junto a esa víbora de dos cabezas; me siento tentada de buscarlos y darles una buena sacudida por desleales. —Murmura endureciendo el gesto.

—Quiero creer que la vida se encargará de darles esa sacudida. Por mi parte estoy decidida a dejar eso atrás, así que no vale la pena nos amarguemos más por eso. —Determino con tranquilidad.

Se aproxima ligeramente y apoya su mano cálida sobre la mía.

—Aunque todavía mereces coscorrones por haberte ido sin decirme nada, me alegra saber que lo que hiciste te ha hecho tanto bien. —Acaricia mi cabello, enredando un mechón en su dedo. —Sobretodo que hayas estado con tu hermana. Me hizo muy feliz saber que estaban juntas.

Sonrío en concordancia.

—Me hizo mucho bien ese tiempo con Clar. Ella es… tan distinta a lo que creía, a lo que muestra. Estaba equivocada y me alegra que así sea.

—Ella te adora, siempre lo ha hecho. Solo es tonta, testaruda y muy orgullosa. ¡Igualita a tu padre! —Se queja entre bromas. —Si aún recuerdo cuando nos peleaba a tu abuela y a mi por atenderte cuando eras un bebé. Le encantaba bañarte, darte tu comida… eras todo para ella. Mi pobre Riss, siempre sospeché que esa dureza solo era para enmascarar el dolor que le causó la muerte de tu madre. —Comenta con pesar.

—¿Sabes? Pienso que tal vez ella creyó que lo mejor era que ustedes cuidaran más de mí cuando mamá falleció. El tiempo y las circunstancias hicieron lo suyo alejándola. –Expreso lo que creo ahora.

—También lo creo. Incluso creo que cuando decidió quedarse con Octavio, fue para no dejarlo solo. Mi niña grande hizo sus sacrificios, tenlo por seguro. —Asiento reflexiva. —A veces me preocupa que esté tan lejos, sola… por eso rezo todos los días para que pronto encuentre la felicidad que merece.

Permanecemos calladas un instante, cada una en sus pensamientos, hasta que su teléfono empieza a sonar. Se levanta para atenderlo, caminando hacia el living comedor de la casa.

Me quedo sentada, reflexionando sobre lo que dije que haría. Volver al departamento que compartía con Gael no es algo que me entusiasma la verdad, sin embargo, tengo todas mis cosas allí. Y debemos discutir lo que haremos con ese lugar que compramos juntos. Cierta aflicción me embarga al pensarlo.

—Tengo que irme, una cliente acaba de pedirme adelantar su cita. —Regresa mi tía hasta donde estoy. — ¿Sabe Víctor que irás a ese lugar hoy? —Niego con la cabeza. — ¿Podrás hacerlo sola? Porque si quieres puedo ordenar a otra de mis chicas que atienda mi agenda e ir contigo.

Le sonrío suavemente, yendo hacia ella para abrazarla.

—Estaré bien, ve tranquila. —La convenzo.

— ¿Cenaremos juntos los tres esta noche?

—Por supuesto. —Le doy un fuerte beso.

Se despide unos momentos después, pidiéndome la llame por si algo se presenta.

Una vez sola, trazo en mi cabeza los pasos que daré a partir de ahora. Convencida de la fortaleza que logré obtener de este tiempo para dar vuelta esta página.

                                 🍁

Llego al edificio ubicado en el corazón de Acapulco, embargada por una serie de sentimientos que me hacen vacilar por un instante. Contemplo hacia arriba la construcción de ocho pisos, sintiéndome ajena, rememorando la primera vez que lo vimos y que me encantó aquella vez. En este momento lo observo como si fuera desconocido, incómodo incluso dentro de mí.

Guio mis pies a la entrada, y luego al hall donde me encuentro con el portero, que al verme, no esconde su sorpresa.

— ¡Señorita Eloísa! Qué gusto verla nuevamente. —Me da la bienvenida.

—Gracias Fidel. –Contesto procurando sonreírle.

—Cómo ha estado, señorita.

—Muy bien, y espero que tú igual. —Me sonríe, asintiendo con modestia. —Dime Fidel, ¿Gael se encuentra? —Suelto sin preámbulo.

Él, que cambia el gesto a uno incómodo, niega sacudiendo la cabeza.




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