Díselo a tu Corazón (libro 1)

– Epílogo –

Tierno amor



 


Sentados todos en la cafetería del aeropuerto, esperamos, con tristeza y nerviosismo el vuelo de Maia a Buenos Aires. Mientras algunos de sus primos con sus parejas, algunas amigas, entre ellas Natalie que viajará también, conversan cada uno de un tema distinto, yo observo a Beltrán que junto a Tomi, Luciano y el marido de Laura están en la barra para hacer nuestros pedidos.

Concentrada en él, en su seriedad y su postura rígida que delata cuanto la partida de su hermana le afecta, me pongo a pensar en lo difícil que han sido estos meses transcurridos para ellos, después del accidente provocado por el ex de ella, y que hizo decidiera irse luego de terminada su carrera.

—Va a estar de mal humor unos días. —Susurra a mi lado, mi ahora cuñada y mejor amiga. —Y Tomi no me habló en toda la mañana.

Suspiro cruzada de brazos, sin apartar la vista de mi novio.

—Les cuesta aceptar que tengas que hacer esto.

—Ya sé, ¿pero qué hago? No quiero quedarme y ver qué pasa con él. –Musita seriamente.

Y es comprensible. Ese tipejo, a pesar de haber quedado en coma luego del atentado contra la vida de ambos, sigue siendo una amenaza latente para ella. Además el que despierte, no garantiza que lo condenen. Todo dependería del estado en el que quede, así que, la mejor decisión es marcharse para resurgir luego del terror vivido.

—Mai, por supuesto que lo sabe. Beltrán comprende tus razones, te apoya… solo le duele. —La acerco a mí para abrazarla. —Estará bien si tú lo estás, las cosas no serán iguales sin ti aquí, pero te apoyamos en todo lo que elijas te haga bien. ¿De acuerdo? —Procuro aliviarla. —En cuanto a Tomi, también se hará a la idea con el tiempo. En estos meses ha tenido que digerir muchas cosas. Está confundido. Pero ya verás como cuando se acerque el momento en que te vayas, se acercará a ti y te dará su cariño. El te adora más que nada.

Me sonríe un poco, asintiendo despacio.

— ¿Ya te dije lo feliz que me pone que estés con nosotros? —Declara haciéndome reír ligeramente. —No en serio, si me voy tranquila, es porque sé que te tienen, que quedan en las mejores manos. Sobretodo sabiendo que van a tener comida casera y no de la rotiseria. —Bromea jovial.

Reímos divertidas.

—Gracias a mi padre, mi hermana y tú, ellos cuentan con ello. —Le guiño serena.

Instantes después ellos regresan, uniéndose a todos los demás. Recibimos más tarde lo que encargaron para todos, y tratamos de pasar este rato e ignorar lo apenados que estamos. 


 

Cuando llega el momento en que Maia y Natalie deben abordar, no conseguimos evitar que la emoción nos deborde. Junto a Laura, que suelta las lágrimas sin contenerse, permanezco callada, limpiando el líquido salado que no consigo deje de abandonar mis ojos. 
 

—Me llamás apenas llegues, ¿esta claro? —Ordena Beltrán, quien se esfuerza por demostrar entereza.

Maia aferrada en su abrazo, asiente obediente.

—Lo voy a hacer, y también al día siguiente… y al siguiente, y al siguiente. Los voy a llamar tan seguido que va ser como si estuviera acá. ¿Te parece? —Propone ella con mirada empañada.

—Más te vale. Y todo lo que hagas me lo vas a contar también, como siempre. To-do. —Él besa su frente.

—Obvio, además no voy poder pagar un psicólogo hasta que consiga un buen trabajo. —Repone sorbiendo el llanto.

Be, sonríe apenas. Realmente se está esforzando por mantenerse entero.

—Maia, yo sé que con los tíos vas a estar bien, y no les harán faltar nada. Pero escucháme bien, lo que sea, no importa qué me lo pedís. ¿Queda claro? Cada quince días te voy a hacer un giro, pero si necesitás más…

—Sí, sí… ya lo sé. Lo hablamos mil veces. No te preocupes, vamos a estar bien. Voy a estar super mejor ¿sí? Creeme. —Le asegura su hermana, con una sonrisa cálida asomando en su rostro compungido.

—Te quiero, tasmania. Te voy a extrañar lo que no tenés idea.

—Y yo a vos hermanito. Mucho mucho mucho —Lo besa en la mejilla por largo instante.

Enternecida por ver ese amor que siempre se han demostrado, desvío mi atención hacia un lado, encontrándome con Tomi alejado, mirándolos atento.

Me acerco a él despacio, arrollidándome después. Sus ojos bajan a los míos, que lucen apagados.

* Tu tía va a necesitar de tu abrazo antes de irse.

Digo con movimientos suaves de mis manos.

* La voy a extrañar. ¿La voy a volver a ver?

Le sonrío, asintiendo con seguridad.

* Claro que sí, vendrá siempre que pueda. O iremos nosotros cuando no; ¿te gustaría? —Tomi agita la cabeza afirmando que sí. –Además, ¿recuerdas lo que te dije hace unos días? Hay un lugar donde puedes hablarle, un sitio especial donde estará toda la vida. ¿Sabes de qué hablo?

* De mi corazón.

Se apunta a sí mismo.

* Exacto, así que no importa qué tal lejos se vaya; estará contigo, dentro de ti, mientras la mantengas allí. —Tomás mira a su tía que ahora se despide de otros. —Anda, ve. Ella te necesita y a ti te hará bien despedirte como tiene que ser. Dale un graaaaaan abrazo, ¿lo harás?

Él regresa su mirada hacia ella, y finalmente accede, regalándome una preciosa sonrisa. Le doy un beso en la mejilla, y lo insto a acercarse. 
 

—Sos lo mejor que me pasó últimamente. ¿Te lo dije? —Su voz me sobresalta levemente.

Sus brazos capturan mi cintura por detrás, acercándome.

—Uhm… creo que sí. —Me apoyo contra su cuerpo, posando mis manos sobre las suyas.

—Gracias… —Susurra en mi oído y luego deja un tierno beso en mi cuello. 
 

— ¿Por qué? –Pido saber, deleitada por estar entre sus brazos.

—Por hablar con él y tener siempre las palabras justas que necesita.

Sonrío negando.

—Tomi es maravilloso y muy sensible. Solo requiere de los empujoncitos adecuados.

Me aprieta sutilmente, emitiendo un sonido ronco.




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