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–Cuando me dispararon el líquido de sus pistolas sentí como si me quemara por dentro, mi cabeza daba vueltas y mi cuerpo perdía fuerza –relataba Karina aun sentada en la camilla, el Doctor mientras curaba sus heridas se había encargado de contarle lo mismo que a nosotros: que la rescató del Departamento de Contención–. Durante el periodo que duró el efecto fue como si estuviera vacía por dentro, no tuve hambre, no experimenté ninguna emoción, sentía mi mente presa de un abismo.
» No sé cuánto tiempo me tuvieron en las oficinas, pero estoy segura de que fue por mucho más que tres días. Estuve en una habitación gigantesca, con luces por cada rincón y sin ningún mueble, dormía en el piso, no recibí comida ni una sola vez.
» Había cámaras, muy pequeñas, ocultas entre las lámparas, sabía que estaban observándome en cada momento, aunque nadie jamás entró a la habitación. Cuando me sacaron primero soltaron gas por unos tubos, hasta que quedé tan aturdida que ni siquiera recordaba dónde estaba o quién era yo.
La historia se extendió tan solo unos minutos más y mi tarea fue trasmitirla completa, ese mismo día habían iniciado la campaña para las elecciones presidenciales y sin contarnos su plan el Doctor nos convenció, principalmente a Karina, de hacerlo.
Todos estábamos muy confundidos, solo habíamos escuchado relatos así en documentales sobre lo que pasó durante la segunda guerra mundial y los proyectos que se extendieron hasta antes de los 70s. Después de eso todo parecía tan normal, estaban los Departamentos de Contención en cada país, pero una vez que ingresaban a alguien las noticias paraban, y si llegaban a salir parecían reformados, sin ningún rastro de maltrato o tortura, hasta podría decirse que felices.
Una vez terminado el directo me alejé de mi teléfono, estaba lo suficientemente conmocionado como para decidir no saber qué decía la gente, y mucho menos qué decía el gobierno. El Doctor nos reunió a todos en la sala, menos a Karina que necesitaba seguir descansando.
–Rebelión –soltó en seco–, eso es lo que estamos haciendo aquí, esa es la razón por la que los reuní.
No tenía sentido, quizás se debía a la falta de una explicación, aunque también un poco a la información que recién habíamos recibido. Yo había sido perseguido por el Departamento de Contención durante mucho tiempo, sin razón aparente más que mi condición, pero no me imaginaba que ese habría sido mi destino si me hubiesen capturado.
–¿Por qué nosotros? –preguntó Alex con el mismo tono que hablaba la voz en mi cabeza: con desconcierto.
–El departamento clasifica a cada persona con el gen z desde su nacimiento de acuerdo a sus habilidades, conforme se van manifestando les asignan un nivel, el de ustedes estaba en AR-PPC: Alto Riesgo con Primerísima Prioridad de Captura. No solo estudian sus habilidades, los conocen a la perfección: sus personalidades, sus rostros, las personas con las que se relacionan, los lugares que frecuentan, sus gustos, sus preocupaciones, cada pequeño detalle. –Se detuvo para tomar aire y bajó la mirada, Félix lo veía con lástima y yo no entendía por qué–. Lo sé porque yo fui parte del departamento, yo fui parte de los experimentos, de todo lo que Karina contó.
Todo cayó sobre mí, apenas me había enterado que los experimentos con nuestra gente nunca habían terminado y ahora que la persona que me había salvado, la persona con la que había estado colaborando fue parte de ellos. Las emociones me abrumaron, supe que no fui solo yo cuando Alex salió corriendo de la sala pasando de largo por el intento de abrazo de Félix y Keren solo se arrinconó en la oscuridad.
Me alejé yo también, no tenía nada que decir y tampoco quería decir nada. Nos hablaba de rebelión como si tuviera derecho a hacerlo, ni siquiera lograba imaginarme lo que pasaría en esos experimentos, pero en cualquier escenario estaba el Doctor orquestándolos y ahora quería que me imaginara en una especie de liberación con él como director.
–Todos tenemos una historia antes de llegar aquí, el Doctor no es la excepción –la voz de Félix era grave y en ese momento pude notar lo relajante que podía resultar–. Aunque puede definir lo que somos, no determina lo que podemos ser.
–Yo no jugaba a ser Dios ni experimentaba con personas antes de llegar aquí. –Ningún discurso podría justificar ese tipo de acciones.
–Él sabe bien lo que estás pensando y no busca eso –se sentó a mi lado mirándome fijamente, era fácil leer sus emociones, pero en ese momento no sabía si comunicaban tristeza, ira o compasión–. No sé exactamente lo que busca, quizás redimirse después de todo.
–¿Lo conocías antes de esto? –no sabía la historia de ninguno, pero parecía que Félix y el Doctor compartían una historia muy larga.
–Tu imaginación no puede ni acercarse a lo que pasa en los laboratorios del departamento. Yo crecí ahí, entre doctores y jeringas, todos los días… Solo esperas que no haya más que una prueba de sangre, algún líquido extraño para beber y unas cuantas pruebas físicas, en los mejores casos –suspiró con pesar, bajó la mirada y se estrujó las manos–, él me rescató, ha sido lo más cercano que tengo de una familia. Pero hay muchos más que no tiene un Doctor como el mío.
Todos tenemos una historia, es cierto. Yo jamás conocí una familia, por lo menos no una como las personas del colegio. Viví en una casa hogar toda mi infancia, viendo cómo otros eran adoptados antes que yo, porque nadie quería al dañado, al mutante. Cuando tenía que entrar a la universidad una empresa me ofreció una beca, sabía que no era por mis excelentes notas. No tardaron en revelar sus verdaderas intenciones, poco antes de que terminara, ahí fue cuando comencé a huir.