Disharmony

RUIDO

 

4

 

Es difícil decir que el ambiente se sentía tranquilo cuando mis oídos no hacían más que escuchar gritos y la máscara de gas me sofocaba, pero así era, los policías mantenían su distancia y los contingentes avanzaban sin ninguna complicación, incluso varios autos en la calle sonaban su claxon como apoyo.

Pero creo que a estas alturas habrás notado que guiarnos por apariencias no resulta nada funcional. Mi tarea de ir en los costados se extendía hasta las calles más allá de la principal, y ahí es donde el verdadero problema existía. Te puedo asegurar que jamás has visto tantas patrullas juntas. El operativo que estaban gestando era grande y no puedo asegurar que fuera por nosotros.

Según la información de Félix por el auricular el otro lado estaba exactamente igual que el mío y de Karina ni sus luces, no sé si fuera por la distancia que nos separaba. Mientras las cosas no se compliquen, nuestra falta de comunicación no sería un problema.

–¡Hey! Buena tu máscara, quieres agua –me preguntó alguien por la espalda, llevaba la misma máscara que yo, pero hecha con papel y pintura acrílica.

Muy en el fondo no había nada que deseará más que aceptar su ofrecimiento, pero no podía arriesgarme a descubrir mi rostro frente a nadie. Solo negué con la cabeza y el chico se alejó alzando los hombros para seguir ofreciendo a la gente de los contingentes.

Adelanté un poco la marcha para intentar encontrar el rostro de Félix al otro lado de la calle, pero no estaba. En mi búsqueda pasé recorriendo con la mirada los rostros de la gente asistente. Sería absurdo asegurar que todas esas personas fueran portadoras del gen z, y si lo eran ninguna representaba un peligro para el departamento o ya las habrían detenido.

No había un rasgo que nos distinguiera, nada que pudieses distinguir con solo mirarnos. Había que indagar en el ADN para saber si alguien era portador o no. Eso me lleva a pesar cuánto el gobierno debe tener controlada a la población sin que lo sepamos, saben desde el momento de nuestro nacimiento quiénes somos, pero si es así nada les impide saber todo de todos, porque tuvieron que pasar por cada uno para lograr encontrarnos.

Repentinamente alguien en el centro del contingente junto al que estaba alzó su brazo y vi salir desde la palma una especie de bola luminosa, cuando alcanzó la altura suficiente estalló en algo parecido a fuegos artificiales, muchas estrellas luminosas que giraron descontroladas hasta disiparse.

Un oficial a unos cuantos metros de mí se adelantó unos pasos metiendo sus manos dentro de su saco, quizás fue imperceptible para la gente dentro, pero yo logré ver con claridad la pistola, el líquido azul en la bala era inconfundible.

–¡Eh, eh! Atrás, qué pasa –comenzó a gritar uno de los que iban al frente cuando el contingente se detuvo.

–Solo hago mi trabajo –la expresión del oficial era fría y amenazadora.

–Esto es una marcha pacífica –se acercó una chica corriendo mientras las demás personas rodeaban al chico que había lanzado. Las uñas de quien hablaba comenzaron a alargarse, aunque el oficial no se daba cuenta.

Al otro lado de la calle llegó Félix avanzando con velocidad, me dirigió una mirada cuando se detuvo. No tenía idea de qué debíamos hacer, aun estábamos muy lejos del cercado y si el conflicto iniciaba ahí nuestro plan acababa. Me adelanté unos pasos, listo ante cualquier situación, había celulares por cada rincón, escapar no sería un problema.

Escuchen, el contingente principal está llegando al cercado –escuché decir por el auricular a Karina, pero ahora teníamos un problema mayor que nos impedía adelantarnos.

–Si nos acompaña por su cuenta pueden seguir –informó el oficial aun con la mano tocando el pomo de su pistola.

–Aquí nadie acompaña a nadie –el primer chico se había puesto a la defensiva, bloqueando el paso del oficial con su cuerpo. Félix estaba a punto de quitarse la máscara cuando otro oficial se acercó poniendo la mano sobre el hombro de su compañero.

–No hay porqué iniciar una pelea –le dijo muy cerca del oído, el de la pistola sacó la mano de su saco y se alejó bajo la mirada amenazante de todo el contingente, finalmente la marcha se retomó.

Vamos –me indicó Félix y avancé en la patineta lo más rápido que pude, varias calles nos separaban del contingente principal y la gente que se aglutinaba en las calles hacía mi paso mucho más lento.

Todos los comercios cercanos estaban cerrados, las pantallas que apenas unos días atrás habíamos hackeado estaban completamente apagadas y el único sonido perceptible eran los gritos de la gente. Pasé junto al otro lado del callejón donde habíamos rescatado a Karina, ahí estaba el auto estacionado.

–Estamos llegando a las oficinas del departamento –relataba alguien a través de su teléfono–, todo transcurre con calma, pero han cercado una manzana a la redonda para impedirnos el paso hacia…

Un disparo resonó por encima del ruido y llamó al silencio absoluto, todos los gritos se apagaron desde ahí y hasta el contingente más alejado. Fueron los segundos más extraños que he vivido, tanta gente callada observando a un punto fijo: el contingente principal, que se había detenido.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.