El tren por dentro tiene un pasillo estrecho y alargado. La joven se siente algo sofocada. Intenta abanicarse con el ticket del viaje. Número 7, ventana. Ese es su butaca asignada. Empieza a caminar entre las secciones hasta encontrar el suyo. Callie se acomoda en el asiento. Deja su bolso entre sus muslos. Lo abre e indaga entre la ropa para encontrar el libro. Callie pasa sus dedos por la portada del libro acariciándolo. Le encanta sentir este contacto tan delicado.
Vuelve a leer el título en voz alta. “Las brujas de los ojos morados”. El corazón de Callie da un vuelco, como si estuviese avisándole de algo que desconoce. Jamás ha visto un libro como este, pero aún así, siente una extraña familiaridad recorriendo por sus entrañas.
Empieza un viaje intelectual. Se inmersa tanto en la lectura que ignora cualquiera presencia en el vagón. Se ha perdido por completo en la moción del tiempo. El tema de este libro es tan interesante como triste. Callie arde de rabia al ver tanta crueldad han pasado esas pobres “brujas” por culpa de la miseria y maldad de la inquisición. La joven odia que esa maldita escoria utilicen lo de en nombre de Dios para cometer atrocidades contra personas inocentes. Al menos, su religión, a lo largo de su historia, jamás ha ocurrido esto. Son personas tolerantes y respetuosas con todo el mundo. Si alguien comete un crimen o no sigue las reglas de la religión, nadie tiene el derecho de matarlo en nombre de Dios. Solo él puede juzgar a alguien y sentenciarlo depende de sus cometidos. Tal vez uno puede ser el perfecto religioso, que sigue estrictamente los mandamientos, pero si no tienes un corazón bondadoso, nada sirve. El paraíso solo tiene sitio para la gente amable, de corazón tan puro como la nieve o víctimas de una muerte atroz.
El carraspeo del trabajador atrae a Callie de vuelta al mundo real.
—Señorita, el ticket por favor.
En este mismo momento, la joven se quiere morir de la vergüenza.
—¡Ah! Sí, claro. Aquí tienes.
Callie le entrega el ticket, manteniendo una mirada fija con el trabajador. Es joven, robusto y casi de la misma altura que ella. Sus ojos son azules como el mar, un rostro lleno de pecas y una sonrisa amable. Se ruboriza por el contacto visual, y termina bajando la vista.
—Gracias, señorita. Ten un buen viaje. Y por favor, ten cuidado. Los tiempos de guerra son horribles.
—Gracias por tu preocupación, pero estaré bien.
Callie observa como el joven trabajador desaparece entre los vagones. En ese instante, se da cuenta que en el tren no hay muchos viajeros. Está todo tranquilo y calmado. Todo irónico teniendo en cuenta que afuera es un caos.
La joven no lo comprende. En Grand Sunlite ha estallado la guerra. Pero nadie está huyendo a otros lugares. O tal vez ya lo han hecho, y por eso, no ha quedado casi nada de gente.
Pero hay algo que no le cuadra a Callie. Si realmente fuese un conflicto bélico, ¿por qué no están los militares? Tampoco no hubo ningún ataque de bombardeo. Todo lo que está destrozado ha sido causado por horribles terremotos y tormentas. ¿Qué clase de guerra es esta? ¿Es civil o hay un gato encerrado?
Todo esto es tan extraño, y Callie tiene esa ansiosa sed de averiguar cuál es la verdad.
Tal vez esto solo sea un presentimiento, pero algo en lo más profundo de su ser le está advirtiendo que esta especie de guerra es contra la realeza, y tiene que ver con el asesinato de sus padres y la desaparición de su hermana menor.
Callie abre su boca para bostezar. Su vista se nubla. Está tan cansada. ¿Y si se echa una pequeña siesta? No le pasará nada malo. Al menos por ahora, está a salvo.
Se acomoda en el asiento, y su cabeza se tumba contra el cómodo sillón. Callie cierra sus párpados, y al instante se sucumbe al mundo de Morfeo. Poco a poco, sus sueños comienzan a convertirse en una terrible pesadilla.
Lúgubre, desolador y fantasmal. Así es como es el almacén abandonado donde Callie se despierta. Una oleada de miedo recorre por sus venas. La pobre joven está en una silla inmovilizada. Todo su cuerpo está rodeado por gruesas y fuertes cuerdas que le impiden moverse.
Callie se remueve agitada. ¿Qué carajos es este lugar? Traga su propia saliva cuando percibe unos ruidosos pasos.
“No dejes que el miedo te controle. Mantén tu mente fría”.
—Mira a quién tenemos aquí —dijo una tenebrosa voz.
Callie no sabe si esa voz le pertenecía a una mujer u hombre. La siente como si fuese espectral.
—¿Quién eres? —le encarna con agresividad.
Hay pocas veces donde la joven muestra su lado agresivo y frío.
Ese ser desconocido suelta una carcajada carente de emociones.
—El mismo que mandó a tus padres al cielo y secuestró a tu hermana. Mm, ¿dónde estará ahora? En un prostíbulo. Abusé de ella. ¿Te he dicho que...? Da igual. Ahora es tu turno de sufrir.
Los dientes de Callie se castañetean de la furia. No conoce ese maldito ser asqueroso, pero el odio que siente por esa cosa es tan fuerte que puede destrozar la tierra en dos partes. Quien haga daño a su familia, sufrirá las consecuencias de una manera cruel y atroz. Puede ser torpe e inocente, pero es muy peligrosa y vengativa cuando alguien le hace enojar. En pocas palabras, no conviene tener de enemiga a Callie.