Doble prohibición para un multimillonario

Capítulo 9

Karina

— ¿Ellos almorzaron aquí?

— Sí, oficial.

— ¿En esta misma terraza?

— Sí, oficial.

— ¿Sabe hacia dónde fueron?

— No, oficial.

— ¿No se lo dijeron?

— No, oficial.

— ¿Qué, simplemente llenaron el tanque, pagaron y se fueron?

— Sí, oficial.

Así transcurre nuestra conversación de forma aburrida y sin animación, hasta que el oficial finalmente decide variar. Se nota por su frente sudorosa y sus ojos que giran constantemente.

— ¿Y usted, por casualidad no sabe quién de los hermanos conducía?

Aquí hago un esfuerzo increíble para controlarme, clavándome las uñas en las palmas de las manos. Que no tiemble, cualquier cosa, pero que no tiemble...

Pero de todas formas sale un poco entrecortada y tiembla. Mi voz.

— Sí, lo se. Mark...

El policía levanta la ceja y me mira con asombro. ¿Esperabas que dijera "no, oficial"?

— ¿Y cómo usted lo sabe? ¿Es posible distinguir a los hermanos Gromov?

— Escuché cómo su hermano lo llamaba, por eso lo sé, — no puedo nombrar a Martin por su nombre y le pido perdón mentalmente.

Parece que la policía está satisfecha con mis respuestas, y me tranquilizo un poco. Tengo que fingir total ignorancia y serenidad, porque se supone que no debo saber nada sobre el accidente. Mark dijo que no había salido ni una palabra en las noticias, logró hojearlas mientras yo dormía, echando una pierna sobre él y acurrucándome en su pecho.

Dios mío, ¡qué vergüenza! Involuntariamente me sonrojo y el oficial levanta ambas cejas.

Estamos sentamos en la terraza y lo agasajo con café y galletas. Él levanta el acta de nuestra conversación, y yo finjo que estoy aburrida y miro al segundo policía que camina tranquilamente por la terraza.

De repente, se oye un estruendo en las profundidades de la casa y mi corazón está a punto de detenerse. Los policías intercambian una mirada y yo salto y grito:

— ¡Kozinak! ¡Gamberro rabudo, lárgate! — y me dirijo a los oficiales, tomando un aspecto molesto. — El gato está haciendo de las suyas. Ya no sé qué hacer con él, se ha vuelto tan travieso, que ya no tengo fuerzas para luchar con él. Seguro volvió a tirar al suelo de nuevo el jarrón con las flores.

"¡Miau!", llega desde la casa en confirmación de mis palabras y yo me quedo fría. Sin duda, Mark maúlla con mucha autenticidad, pero ¿y si ellos quieren asegurarse y me piden que les enseñe el gato? ¿Dónde encontrar a ese perezoso cabrón Kozinak?

— Yo la entiendo perfectamente, kyria Angelis, yo mismo tengo uno así en mi casa, — asiente comprensivo el policía con el que estaba hablando. Me extiende el acta. — Tenga la amabilidad de leerla y firmarla. Si surge alguna pregunta, la llamaré. ¿Usted no tiene nada en contra?

Yo firmo los papeles, nos decimos un montón de cumplidos y los policías se van. Los acompaños hasta la puerta y le doy una señal a Yannis y Menelao, que nos han estado siguiendo con cierta ansiedad todo este tiempo, de que todo está bien.

— ¿Qué quieren de ti, señora? — pregunta preocupado Menelao.

— No sé, — me encojo de hombros. — Ayer vinieron unos hombres a repostar, la policía me preguntó por ellos. Les dije lo que vi y lo que no vi, que se lo imaginen.

— Mira eso, vinieron ellos solos, no les dió pereza, — refunfuña Yannis.

Los chicos me apoyan totalmente y eso es reconfortante. Pero tengo que ir a ver a Gromov, y anuncio en voz alta que voy a desayunar, y cuando yo desayuno, es mejor no molestarme.

¿Cuál no sería mi sorpresa cuando encuentro a Mark sentado en la habitación de mis padres en una butaca y en su regazo se acurrucó hecho una bola Kozinak?

— ¿Así que no fuiste tú quién maulló? — le pregunto a Gromov

— No, — le rasca detrás de la oreja a Kozinak, que entrecierra los ojos satisfechos, — fue él. Entró por la ventana y echó al suelo la maceta. Ni siquiera la rompió, solo esparció la tierra. Yo la hubiera recogido, pero no sé dónde tienes la escoba y el recogedor.

— Siéntate, — digo gruñona y voy por la escoba.

— Karo, — me llama Mark cuando termino de limpiar, — ¿en esta casa dan de desayunar?

No lo dejo salir a la terraza y Gromov regresa a mi habitación. Echa un vistazo rápido al póster con su retrato y yo escondo los ojos. Tiene el tacto suficiente para no recordarme el diseño de autor en el dormitorio de mis padres y yo, por mi parte no voy a sacar a relucir el tema.

Mark cae en la cama y hace una mueca, levantando la pierna dañada. Voy a buscar la pomada, las vendas y la tintura de Andronik.

— Mientras preparo el desayuno, cámbiate el vendaje y toma la medicina, — le digo en tono imperativo y me dirijo rápidamente a la cocina.

No es difícil para mí hacer el vendaje, pero solo en el caso de que no sea Mark. Estar en cuclillas frente a él y tocar su cuerpo es una prueba demasiado insoportable para mí. Especialmente cuando capto su pesada mirada masculina. No quiero ponerme a prueba ni a mí misma ni a él.




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