Doble secreto para un multimillonario

Capítulo 9

— Arturo Aslanovich, esto es un asco, tenemos que hacer una nueva foto urgentemente, —el jefe del departamento de relaciones públicas, Metelin, puso la foto sobre la mesa, y Tagaev, como era de esperar, se estremeció. Bastaba una mirada superficial.

— ¿Por qué? — levantó la mirada hacia Metelin. Mirar la foto, daba nauseas. — ¿Quedé tan mal?

— Usted quedó perfecto. Pero esa mirada suya…

— ¿Qué tiene de malo?

— Usted no mira a la chica como a su salvadora, sino como a una cucaracha muerta que se ha encontrado accidentalmente en su plato.

Tagayev desvió la mirada. Una comparación muy exacta, no en vano Metelin recibe un salario anual como vendedor top. Inmediatamente dió en el clavo.

Precisamente sentimientos de ese tipo provocó la chica en Arturo. Nastia...

Ese nombre no le pega. Demasiado primorosa y ... e indefensa. Ella era así la noche que nadó hacia él con su "churro" para gimnasia acuática.

Tagayev se acercó a la ventana. Ante él se extendía la ciudad, dividida en dos por un río resplandeciente. Hermosa ciudad, pero un poco pequeña. Desde la oficina de Londres se abren vistas muy diferentes. En cuanto se completen los trámites de la herencia, se irá de aquí y olvidará a esta chica como la más delirante de las pesadillas.

Él quería encontrarla. Tan pronto como se recuperó de la pneumonía atípica, que se desarrolló de manera fulminante, con lesiones extensas, en ambos lados. Y lo extraño es que Arturo no se congeló tan desesperadamente como ella.

El agua estaba tibia, las piedras tampoco tuvieron tiempo de enfriarse. El aire y la arena estanban un poco fríos, porque como quiera que fuera era principio de junio y no agosto. Pero a Tagayev definitivamente no le castañeteaban los dientes y no temblaba como con calentura. Ella estaba helada, y él tenía tantas ganas de calentarla...

No. Él simplemente quería tenerla.

Luego todo se puso muy caliente. Arturo sintió como se encendía una llama en su pecho que irradiaba una onda hasta su entrepierna Pero ¿por qué?, ¿por qué siempre le parece que esta no es aquella chica?

Ella misma lo encontró. Ella también estubo enferma, aún no se había recuperado definitivamente, la voz estaba ronca. Dijo que tenia laringitis crónica.

Cuando escuchó que la había encontrado, se sintió dispuesto a ir a buscarla él mismo, como mismo estaba. A pie. Y estaba en calzoncillos. Le importaba un huevo.

Apenas pudo esperar, pidió a todo el mundo que se apartara, que les dejaran hablar. Ella entró en la habitación e inmediatamente sintió el olor a perfume barato. Aquella noche ella olía de manera muy diferente.

—Hola, soy Nastya, —ella estiró sus labios en una sonrisa, pero a él le pareció el rictus de un depredador.

— Hola, — Arturo fingió no darse cuenta de la mano extendida. Se acercó a la ventana, así como ahora, se sentó en el alféizar. — Me alegro de verla.

—Deja eso, —sonrió aún más, —cuando te apretaba contra mí, no me trataste de "usted". ¿Por qué te haces el decente?

Él la medía, se la imaginaba en la oscuridad... Parece que sí, se parece. No pudo verle la cara.

— Suéltate el cabello, dijo, también, con voz ronca.

Se quitó el elástico de la coleta, el cabello cayó sobre los hombros. Más o menos la misma longitud. ¿Meter la mano en su pelo? Casi vomita de solo pensarlo.

— ¿Seguro que fuiste tú? — no pudo resistirse, ella solo se encogió de hombros. — ¿Cómo me llamaste?

— ¿Te viene bien ahogado? ¿O nudista?

— ¿Quién fue tu ex novio?

— Un boxeador.

La chica respondía con una mirada burlona, y Arturo se sentía cada vez más como un idiota. Porque no tenía mucho que preguntar. ¿Qué sabía de ella? Nada. Casi nada.

Y ella ya estaba harta. Se acercó, metió sus manos debajo de la camiseta y, lo único que faltó fue que se acostara sobre Tagayev.

— Entonces compruébalo. Lo recordarás de inmediato si lo has olvidado. ¿O se te ha olvidado como me cogiste encima de las piedras?

Le apretó las muñecas, la alejó de sí.

— Si vuelves a tocarme, te arrancaré las manos, ¿está claro? Y luego te meterán en la carcel. Por difamación.

— No me asustes, —dió un paso atrás, —si pasa algo,  le contaré todos los detalles a la prensa.

Pero estaba asustada, era evidente que estaba asustada. Y hacía bien. Después, la conversación la continuaron sus abogados.

La chica pidió bastante más dinero, además del agradecimiento por el rescate. Tagayev luego se reunió personalmente con el propietario de la tina donde Nastia trabajaba como camarera. Y con los empleados hablaron sus guardias de seguridad.

Esta era la única Nastia, no había otra. ¿Cómo pudo meter la pata así?

Ella le pareció dulce, tierna y divertida. Y resultó ser una mujer fácil, estúpida y vulgar.

Tagayev incluso fue a ver a un psiquiatra. A un amigo, que tiene un buena práctica.




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