Mis dedos se han cansado considerablemente de teclear a cada microsegundo, al parecer se molestó demasiado y terminó por traer una enorme cantidad de documentos de los cuales tenía que ingresar los datos en un programa especial, ni siquiera sé si eso era realmente necesario o solo lo hizo porque quería hacerme sufrir más de lo que ya lo hago. Siento que un enorme peso se quita de mi cuerpo al ver que es momento de irme a casa, de inmediato apago la laptop antes de que pueda toparme con él y termine por darme más tareas qué hacer como si estuviese en la universidad a final del semestre.
Me encuentro fuera de la empresa, el clima es agradable, no hace mucho frío ni mucho menos calor, además ya ansiaba tomar aire fresco y dejar de sentirme en una celda trabajando como esclava. A pesar de que he pasado la mayor parte del día sentada me duelen las piernas como si hubiese corrido un maratón.
Aranza, el presidente y Max se acercan a donde me encuentro, miro a otra parte de manera inconsciente, sí, deseo escapar antes de que lleguen aquí ¿Ahora qué?... Acaso ¿A partir de ahora querrán que comamos todos juntos como si fuésemos un excelente equipo de trabajo el cual se lleva de maravilla? Sí como no, primero me quedo sin comer por una semana y después lo hago. Antes de que lleguen a mí, Aranza toma al presidente del brazo llevándolo hacia atrás, buena idea, no podría estar más contenta por ello, debería pasar más tiempo con él, así podría entretenerlo, o desviarlo de su intención de hacer mi vida más miserable de lo que ya es.
-¿Puedo llevarte a casa?- pregunta Max con una sonrisa, no creo que sea buena idea, y es que me agrada y mucho, pero no pasa de eso y no quiero que tenga una mala impresión sobre ello, espero y se dé cuenta. Y sí, lo admito, es increíblemente lindo y todo un caballero, aunque no uno que vea a mi lado, él es más del tipo de Ane, quizás.
-Oh, gracias, no hace falta, vivo muy cerca de aquí, prefiero caminar- no veo decepción en su mirada, al contrario, pareciera que se reta a sí mismo a pasar tiempo conmigo.
-Entonces te acompaño, caminemos juntos- insiste, sin embargo, no deseo que lo haga, solo deseo evitar darle una impresión errónea sobre mis sentimientos hacia él, a pesar de que es muy lindo y tiene un gran corazón, no creo que lo nuestro pase de ser amigos, honestamente.
-En verdad lo agradezco, pero veré a alguien en el camino. Nos vemos mañana- intento sonreír, esto es incómodo.
-Está bien, nos vemos mañana, que descanses- me alegra que no haya insistido, se limita a tomar mi mano para despedirse como todo un profesional. Antes de subir a su auto vuelve la mirada atrás y se despide con un movimiento en la mano, hago lo mismo y me doy la vuelta. Solo quiero llegar a casa y poder descansar en el sofá de la estancia, mi cómodo y viejo sofá.
Me decido a comenzar a avanzar, es un largo camino para llegar a casa a pesar de haber asegurado que vivía cerca, sin embargo, antes debo ir a un lugar a hacer algo realmente importante.
Antes cuando trabajaba en la cafetería me permitían llevar la comida que no se vendía en el transcurso del día, después de todo era limpia y fresca, sin embargo, ahora parece que soy una desconocida en este lugar y debo pagarla, aun así, no me importa.
Entro a una cafetería, pido mucha comida para llevar, y camino hacia ese lugar, las calles son desagradables y están en muy mal estado. El agua corre en pequeñas cantidades como si hubiese una tubería rota, trago en seco cuando veo una enorme rata correr tras un bote de basura. Me detengo un momento cuando los veo, sí, nadie se preocupa por ellos y eso es algo frustrante, el hecho de no poder hacer nada por todas las personas que duermen en los rincones pasando frío y demás. Hay hombres mayores de edad arrinconados para evitar sentir frío, mujeres y niños pequeños tratando calentarse con el calor de una pequeña fogata frotando sus manos y temblando, me acerco a ellos y les entrego algo de comida, no es mucho, lo sé, pero espero que sirva de algo. Cada vez que vengo aquí siento un nudo en la garganta, me es difícil mirarlos a la cara porque siento que en cualquier momento no podré soportarlo y terminaré por llorar al imaginar como pasan la noche aquí, así que me limito a entregarles la comida y seguir caminando hacia la próxima persona.
-Gracias señorita- toma mi mano con gentileza, está sucia y rasposa, es un hombre mayor cuyo tono en su voz es amable, sonrío esperando que con esto pueda obtener un poco de calor y saciar por un momento su hambre.
-No tiene que agradecer, después de todo no es mucho- la impotencia me invade al no poder hacer más por ellos, no quiero ni imaginar cómo es que pasan las noches de invierno, estoy segura de que ni siquiera el calor de una fogata podría darles el calor suficiente para soportar más. Tomo aire lentamente, esto es difícil.
-Es mucho para nosotros que no tenemos nada- dice una mujer que está a su derecha, siento un hueco en el estómago, es como un extraño dolor creciera en mi interior al no poder hacer más por ellos, siento como mis ojos se llenan de lágrimas, pero evito parpadear para que no salgan al descubierto. Veo a los niños pequeños, creo que saben más sobre sufrimiento que los millonarios que solo se preocupan por verse bien y quedar bien con los demás de su misma clase social, es increíblemente horrible que un niño a esa edad sepa más de lo que debería sobre lo malo de la vida.
-Vendré pronto y espero poder traerles más- añado y me despido con una sonrisa.