Volvemos al interior, todos están en la estancia conversando y bebiendo café. No puedo creer que después de todo lo que han bebido y comido aún puedan con eso. Hay pastelillos en la mesita del centro, lucen realmente deliciosos, pero no podría comer nada más. Toma mi mano y caminamos lentamente, no me gusta que tome mi mano, y si no fuera porque la mayoría de ellos son muy amables ya habría dicho la verdad, ciertamente no sé si es un argumento razonable, debería decir la verdad porque son buenas personas y no mentirles. ¿Por qué tendría que fingir que tiene una relación estable? Probablemente pelee una herencia que solo le darán al que se case primero... espera, no, casarse no es una opción, esto ya es demasiado y una boda. No. No lo creo. Nunca lo haría. Lo observo, sonríe con calidez, su abuela nos observa, intento no parecer que quiero vomitar.
-Es bueno que hayan vuelto, por favor acompáñennos- la sonrisa de su abuela es hermosa y honesta.
-Gracias, pero queremos descansar- dos chicas las cuales no recuerdo sus nombres se miran una a la otra con cierta diversión, deben creer que no iremos solo a dormir, y aunque por la mente del tipo que sujeta mi brazo puede creer lo mismo le dejaré en claro que no pasará nada.
-Bien, todo está listo, si quieren subir a descansar la habitación está preparada- se levanta y señala amablemente la escalera, el presidente asiente con la cabeza y agradezco deseando a todos que pasen una noche agradable. Tras nosotros apenas y logro escuchar aquellas voces de los demás, señalando que pronto podría haber un nuevo integrante a la familia, si como no, como si fuese a dejar que vaya a la misma cama conmigo. Entramos a la habitación, miro a donde él y ya se está quitando la corbata.
- ¡Abajo esas manos! Antes debe decirme en donde voy a dormir y donde dormirá usted- sonríe y baja las manos sin terminar lo que hacía con su corbata, creo que se divierte, pero ahora mismo podemos apostar quién puede divertirse más, tengo en mi poder el secreto más importante de esta noche, no soy su novia.
-Dormiré allí- señala la enorme cama y no me quejo por ello, esta es la casa de sus abuelos y probablemente la habitación que usa cuando viene de visita, no pienso despojarlo de la ella o quejarme por dormir en el sofá.
-Bien, ¿dónde está el sofá? – miro alrededor, a pesar de que es bastante grande no veo ninguno en el que pueda dormir, solo pequeños asientos elegantes. Lo observo, ya no sonríe, su expresión es seria.
-No hay sofá, dormirás allí- vuelve a señalar la cama, de inmediato me niego.
-Ya es demasiado compartir la misma habitación y enserio ¿cree que voy a dormir en la misma cama que usted? Ni que tuviese tanta suerte- mi mirada desafiante no es un juego y lo sabe perfectamente, camino por la enorme habitación en busca de un sofá, o lo que sea en que pueda dormir. Toma mi brazo haciendo que pare.
-Harás un agujero en el suelo, no debes preocuparte, dormir en la misma cama no significa que haremos algo malo- sonríe como si se divirtiera. – Además, piensa en lo afortunada que serás al compartir la cama conmigo ¿Tienes idea de cuantas quieren hacerlo? -.
-Por supuesto que tengo una idea, siempre comparten con usted el escritorio ¿No es verdad? Ahora que lo pienso, me pregunto si alguna vez se casará, porque ¿Quién quiere a un promiscuo como esposo? Además de eso deberíamos sumar que es un narcisista controlador- tira de mi brazo haciendo que me acerque más a él, intenta intimidarme, no le daré esa satisfacción porque en absoluto lo está logrando. -Pero por favor, no deje de sonreír con mis palabras, dígame ¿Es que acaso han sido duras? Si me permite darle un consejo yo cambiaría de escritorio, ya se ve un tanto... usado – arqueo ambas cejas y sonrío.
-Te crees muy graciosa ¿No? -.
-Hago lo que puedo- sonrío ampliamente, me encanta ver esa expresión estúpida en su rostro, perdición, frustración y probablemente arrepentimiento. Sí, puedo apostar que lo que piensa es en el momento en que me obligó a trabajar para él, contrató a la persona equivocada con la idea de que podría hacerme la vida imposible, sin embargo, se equivocó, porque puedo hacer exactamente lo mismo. -Bien, ahora vienen las reglas- se cruza de brazos dejando su cuerpo caer en el muro tras él. -No vamos a dormir en la misma cama y no me importa si su mente cree que soy una monja, prefiero dormir en el suelo, y si no le queda claro prefiero dormir en el jardín antes de compartir la misma cama como un tipo como usted-.
- ¿Ah sí? Podría apostar toda mi fortuna a que una pequeña parte en ti desea hacerlo, acercarse a mí...- comienza a acercarse, su mirada se vuelve más cercana al igual que su aliento, sus manos sujetan mis brazos con suavidad y sin apartar la mirada me lleva hasta el otro muro, el tono en su voz cambia... es más bajo y tranquilo. -Allí está, deseo, es esa sensación en tu interior que crece con cada segundo, admítelo, lo sientes...- sus labios se acercan a los míos. -Hazlo, admítelo- asiento lentamente sin dejar de observarlo. -Dilo- su voz es suave, aunque fuerte al mismo tiempo.
-Yo deseo...- sus ojos se ponen en blanco cuando mi rodilla golpea bien duro su entrepierna. -Tenía razón, vaya que tenía deseos de hacerlo. Seguiré sus consejos a partir de ahora- ha caído al suelo, tomo una almohada y la manta de la cama, me dirijo a una puerta blanca al fondo a la izquierda y se trata de un armario bastante amplio, hay muchos trajes, zapatos, y muchos relojes. - ¿Enserio tiene un armario tan grande en la casa de su abuela? - miro atrás, pero ni siquiera puede responder. -Que descanse presidente, espero que no espere un beso de buenas noches ya que bueno... a menos que lo desee fervientemente- sonrío y cierro la puerta. No puedo creerlo, soy prácticamente la invitada de honor a este lugar y tengo que dormir en el armario, aunque no puedo quejarme mucho, la alfombra parece bastante cómoda.