—¿Qué haces Mía Sofía? —pregunta Juana, algo intrigada al ver a su sobrina, contar un par de monedas luego de abrir su alcancía.
—Estoy contando cuanto dinero tengo tía — dijo la princesa emocionada.
—¿Y eso como para qué? —preguntó Juana, sentándose a su lado.
— Es que necesito comprar algo —respondía Mía.
—¿Qué necesitas, mi amor? Tal vez si llamamos a tu manita, ella pueda traertelo —respondió Juana, realmente intrigada.
—No creo que ella sepa, donde comprar lo que necesito tía —respondió sin mirarla, mientras que con sus deditos iba contando las monedas una y otra vez, porque se enredaba al hacerlo y era normal, porque era una niña de solo cinco añitos.
—Mía, mirame — dijo su tía, ya un poco exasperada, ante la renuencia del pequeño torbellino, que la llamaba tía —¿Qué es lo que necesitas comprar? —preguntó Juana, con seriedad.
La princesita de ojos verdes, dejo su conteo para dirigir su mirada a la mujer que le hablaba y aun sentada en el piso, soltó el aire qué tenía contenido, demostrando de esa forma su frustración.
—Un papá tía, un papá es lo que necesito comprar —dijo en un tono bajito, pero que Juana escuchó a la perfección —Mira tengo dinero —agregó entusiasmada ¿Sabes tú dónde puedo comprar un papá? —preguntó la pequeña, dejando a su tía literalmente sin palabras.