Me giro en la cama, y encuentro ese cuerpo fornido, dormido a mi lado. Como las últimas noches, se ha quedado dormido, en mi habitación, luego de hacer el amor, hablo por mi, eso es lo que yo hago con él: “El amor” aunque estoy clara que para Michael, esto tal vez sea solamente sexo.
Soy una de las chicas del servicio, que trabaja en su casa. Desde hace un par de años, el hijo de los señores de la casa y yo, somos amantes. Sé que esto es una locura, pero qué hago si desde que lo vi, mi corazón lo escogió, y no pude convencer al muy terco de que seguramente saldría lastimado.
Se supone, que nuestra relación es un secreto, pero ya he escuchado murmuraciones entre el resto del servicio, de un momento a otro se que saldre de esta casa, como lo que soy, una don nadie que puso los ojos, donde no debía.
—Debes marcharte, cariño —digo mientras acaricio su cabello, castaño oscuro, volviste a quedarte dormido.
—¡Rayos¡— dice mientras, se viste rápidamente, para salir disparado de mi pequeña habitación, pero justo al llegar, a la puerta se regresa para darme un casto beso en los labios —buen día preciosa.
Su gesto hace que mi corazón se salte un par de latidos, y una tonta sonrisa, surca mis labios.
—Buen día hermoso —respondo, embelesada.
se incorpora y sale de la habitación para bala, solo espero que no llegue tarde o tendrá problemas con su padre.
Me levanto de la cama y me aseo, para ponerme mi uniforme de servicio. Al principio me daba mucha vergüenza, que Michael, me viera con esta ropa, pero luego me acostumbre, no se puede cambiar lo que uno es, solo con quererlo.
salgo directo a la cocina, tomo los platos y me dirijo al comedor para preparar el lugar de los señores de la casa y sus hijos. Los Thompson, a pesar de ser gente influyente y de mucho dinero, también son personas consideradas y respetuosas, lo que en mi caso, me hace sentir peor, al saber que en cierta manera he abusado de su confianza. Sumida en mis pensamientos, termino de colocar la elegante mesa, la voz de la señora Melisa, me saca de mi ensoñación, cuando en un tono cortés, saluda a mis espaldas.
—Buen día, Karla —dice la elegante mujer, mientras toma su lugar en la mesa.
—Buen día, señora —respondo, con una sonrisa.
—Buen día —dice su esposo, llegando ya también hasta el comedor, listo para ir a la oficina.
Mientras los señores de la casa hablan de temas banales, revisan el periodico y toman el café. Juana, la otra chica del servicio y yo, terminamos de servir el desayuno, que la cocinera ha preparado. Ambas nos colocamos, en una esquina del salón del comedor, mientras esperamos las instrucciones de la señora Melisa. Pero es esa voz, que me hace erizar de los pies a la cabeza, la que capta por completo mi atención. Michael viene ingresando al comedor, seguido de su hermana, Dayane y de manera cortés, el hombre de mi vida, de mis sueños, el dueño de mi corazón y la razón de mis suspiros, hace su entrada al lugar.
—¡Buen día! —dicen Michael y Dayane al unísono.
A lo que los presentes, contestamos de la misma manera.
la familia empieza a interactuar, mientras yo hago mi trabajo, servirles. Michael, ni siquiera me mira, definitivamente parecemos dos extraños, dos extraños que acostumbran a amanecer juntos.
Empiezo a recoger la mesa, luego que la familia Thompson termina su desayuno. Tengo otras labores, que también debo realizar, entre ellas arreglar las habitaciones de los miembros de la casa. Por supuesto que con la que más me esmero, es con la del amor de mi vida.
Llevo a cabo mis tareas propias del oficio doméstico. Michael y el señor Andrei, van a la empresa como todos los días, Dayane a su universidad y la señora Melisa, se queda en casa, planeando sus reuniones sociales y sus eventos de caridad, en donde la elegancia y el derroche del dinero, están a la orden del día.
Me dirijo hacia la lavandería con la ropa de cama, que acabo de cambiar y me encuentro a Juana allí.
—¿No sé cómo, tienes los ovarios para soportar todo esto?—dijo indignada, mientras de mala gana, deposita la ropa en la lavadora.
—¿De qué hablas? —respondo fingiendo, no saber a que se refiere.
—Si, ya se que prefieres vivir haciéndote la tonta —pero ese hombre te trata frente a su familia como si fueras la mujer, invisible.
Continúo haciendo mi trabajo, intentando no demostrar cuánto me duelen sus palabras, no solo por lo que dice, sino porque lo que hay en ellas, es la pura verdad.
—Yo nunca le he exigido nada, se perfectamente cual es mi lugar —respondo sin levantar la mirada.
—Espero que tu corazón, también lo sepa porque francamente es él, el que me preocupa —responde mi amiga Juana.
—¿Por qué no puedes entender que lo amo? —digo sin poder contener el llanto.
—¿Por qué no puedes entender que ese hombre no es para ti? —responde molesta.
—¿Por qué no? — digo furiosa.
Juana me toma del brazo y me lleva frente al espejo, que hay en una esquina de la lavandería, obligándome a ver mi reflejo en el.
—Mira lo que eres, en esta casa. Mira lo que haces, aquí. Crees que el joven de la casa, va a tener algo serio con la sirvienta. ¿En serio crees que la sirvienta, se va a casar con el hijo de los patrones?. Eso solo pasa, en esos libros rosas cursis, que sueles leer Karla, no en la vida real — Termina diciendo mi amiga, molesta.