¿ Dónde compro un papá?

Capítulo 5 ¡¿Se fué?!

—  ¿A dónde iremos? —preguntó, intrigada. Esta parte del plan no la discutimos, así que en este momento, no tengo idea a dónde nos dirigimos.

— A cualquier lugar, en donde estés lejos del alcance de ese hombre, amiga. 

— Sí, pero ese lugar debe tener un nombre Juana — respondo, seria.

— Primero, iremos a la estación de buses y luego iremos a mi casa — dice mi amiga, sonriendo — tranquila Karla, no dormiremos en la calle, lo prometo.

Llegamos a la estación y tomamos un autobús,  que nos lleva a uno de los pueblos, ubicados a la afueras de New York. Luego de casi cinco horas de camino, arribamos a  la ciudad de New Paltz. Es un lugar hermoso, tranquilo, alejado de los bullicios de la gran manzana y lo que más me sorprendió, es que es una ciudad universitaria. 

— ¿Por qué vinimos aquí? — pregunté intrigada. 

— Porque aquí vamos a estudiar y a vivir — responde Juana. 

Desde donde bajamos del autobús, caminamos más o menos veinte minutos, es un vecindario humilde, pero bastante tranquilo. Al final de la calle, se divisa una casa sencilla, que a simple vista parece estar deshabitada. 

Veo a Juana, llegar hasta la puerta y con una pequeña llave, abrir la misma, para que podamos entrar. 

—Aquí viviremos — dice mi amiga. 

Miro el lugar, con detenimiento. Todo está polvoriento y cubierto con trapos, se nota que hace buen tiempo nadie vive aquí. 

— Esta…

— Si esta era mi casa, aquí vivía junto a mis padres, pero cuando ellos murieron no pude con la soledad y me marché. 

— Gracias amiga —dije abrazándola. 

— Estarás bien Karla —dice mi amiga, sonriendo.

— Lo sé y gracias, por no dejarme sola — respondo, intentando no llorar. 

— Para eso, somos las amigas — responde Juana. 

Empezamos a quitar las sábanas blancas que cubren los muebles y a sacudir todo el lugar, para hacerlo habitable. Luego desempacamos lo poco que trajimos, vamos a la tienda a comprar algo de comida y sin darnos cuenta, este pequeño pero acogedor  sitio, empieza a convertirse en nuestro nuevo hogar. 

Luego de un rato,  veo como Juana llega hasta mí, con un montón de folletos universitarios. 

—  ¿Qué es eso? — pregunto seria.

— Nuestro futuro — responde mi amiga

—  ¿Podemos hacer esto? — pregunto asustada. 

— Si no lo intentamos, no sabremos si podemos, o no — responde Juana, mientras empieza a buscar entre la oferta académica que tenemos frente a nuestros ojos, lo que vamos a estudiar. 

(...)

Michael. 

Abro los ojos y el dolor de cabeza que siento es horrible, supongo que obedece a la cantidad de alcohol que bebí anoche. No acostumbro a hacerlo, por lo que imagino que por esa misma razón, los efectos son más graves. 

Miro a mi costado y no veo a Amanda, deduzco que ya debe haber bajado a desayunar. Me siento en la cama, mientras espero que el dolor mengue un poco. Tomo una ducha rápida, me cambio y bajo a la cocina, por un café cargado, que me ayude con la cruda que traigo encima, 

Desde el primer momento que entré a la cocina, la busco, pero para mi sorpresa no la encuentro, lo que me parece sumamente extraño. No puedo, ni quiero ser tan evidente, por lo que me obligo a no preguntar por ella. 

Termino el café, que otra de las chicas del servicio me entregó. Unos minutos después salgo de la cocina, rumbo a la piscina, donde ya me informaron que se encuentra mi madre y Amanda. 

Estuve tentado a ir, hasta la habitación de Karla, pero con mi novia aquí debo ser sumamente cuidadoso. Por lo que preferí esperar el  momento oportuno para hablar con ella, además esa conversación no puede ser de solo unos minutos, para lo que le voy a proponer necesito tener el tiempo suficiente.

Llego hasta la piscina y saludo a mamá con un beso en la frente y a Amanda, con un casto beso en los labios. Mi novia trae puesto un pequeño vestido de baño, que le queda de maravilla. Me siento en unas de las tumbonas, que está justo a lado de ellas, con la finalidad de pasar un rato con ellas. 

— En serio, te digo que este día inició de manera muy extraña. No me imaginé que esas niñas vinieran a interrumpir mi sesión de pilates, solo para despedirse —dice mi madre emocionada — Me alegro mucho por ellas, a decir verdad.

—Si, es realmente bueno que tengan metas y que quieran lograrlas —responde Amanda. 

— Así es, ojalá lo  logren —agrega mi madre. 

Un poco intrigado con la conversación, decidí averiguar de qué estaban hablando. 

— ¿Quienes, vinieron a despedirse madre? –pregunte con genuina curiosidad. 

— Juana y Karla, cariño. Ambas vinieron hoy temprano a despedirse, van a iniciar la universidad y están con el tiempo justo, para las matrículas y demás,  hoy mismo se fueron. Era tanta la premura, que ni siquiera pudieron esperar su liquidación —termina diciendo mi madre, mientras yo empiezo a sentir como la sangre deja de fluir por mi cuerpo y un escalofrío empieza a recorrerlo. 




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