¿ Dónde compro un papá?

Capítulo 6 "La carta"

 Karla. 

Juana y yo, terminamos de cenar, así que me ofrecí a lavar los platos. Mientras lavo la loza, mis pensamientos me traicionan y se van junto a ese hombre, en cuyos brazos tantas noches dormí. Un vacío se forma en mi pecho y nuevamente, las lágrimas se abren paso en mis ojos, para deslizarse por mis mejillas. 

¿Será que algún día desaparecerá, esta tristeza? ¿En algún momento, se irá este dolor? Siempre fui consciente de que él no era para mí, aunque eso no impidió que soñara despierta. 

Acepté el plan de Juana, porque sabía que esa mirada me desarmaría, que si volvía a respirar su mismo aire, no iría a ningún lugar. Era consciente, de que aceptaría lo que me pidiera sin rechistar. Soy un ejemplo vivo, de que el amor embrutece a niveles inimaginables. 

Me pregunto si a estas alturas ¿Jahir, le habrá entregado mi carta? Si, en esas largas horas, de la madrugada, en las que no pude conciliar el sueño, desahogué mi corazón, en unas letras que escribí en un pedazo de papel, justo antes de abandonar la mansión Thompson, le pedí a su chofer, que por favor se la entregará, casi tuve que rogarle, pero al final aceptó. Tal vez lo que allí escribí, a él le parezca tonto y hasta de motivo de burla, pero para mí fue un desahogo, ese desahogo que mi corazón herido, necesitaba. 

Termino mi trabajo en la cocina y me dispongo a dormir, o al menos a intentarlo. Cuando el corazón está adolorido, parece que el cuerpo no logra descansar. 

—¿Estabas llorando, cariño? —dice Juana, al verme entrar a la habitación, que vamos a compartir. 

— No, fue una brusquita que se me metió en el ojo —respondo. 

—Sí sabes, que eres muy mala mintiendo — respondió mi amiga. 

Un amago de sonrisa, surca mis labios, mientras camino hasta el baño. 

Regreso a la habitación y ya Juana, está dormida. 

Doy gracias a Dios por ella, es la hermana que me regaló la vida. Me acerco hasta ella y dejo un beso en su frente, mientras la arropo con la sábana. 

—Hasta mañana, cariño — digo en un susurro. 

Tomo los folletos de la universidad y continúo revisándolos. No sé si sea posible, esto de estudiar, pero si no lo intento, viviré siempre con la duda, de si podía haberlo hecho o no. 

Las horas pasan y el sueño sigue, sin hacerse presente, todo sería más fácil, si él estuviera aquí, pero no Karla, ya no está, o más bien nunca estuvo y no estará jamás. 

(...) 

Michael 

Almorzamos con mis padres, aunque a decir verdad, casi ni la comida toqué. 

—Te sientes mal cariño — pregunta Amanda, con algo de preocupación en su voz. 

— Si, la verdad me siento algo indispuesto —respondo, con seriedad. 

— Vamos a mi casa, allá puedo cuidarte  y atenderte —dice Amanda, mientras me abraza. 

— Prefiero llevarte y devolverme acá. Puede que sea un virus o algo y no quiero contagiarte —dije serio. 

—Cariño, soy médico ¿Se te olvida? — agrega Amanda, algo incómoda. 

—No, no se me olvida. Pero acabas de llegar y debes tener mucho que hacer a partir de mañana en tu trabajo, y yo no quiero por una imprudencia, complicarte todo —dije serio. 

— Ok, pero deja que tu chofer, me lleve, tú acuéstate a descansar — agrega Amanda, no muy convencida. 

— Está bien, ya mismo me encargo de eso —dije un poco más tranquilo, de que mi novia hubiese aceptado, por alguna razón lo único que quería era estar solo. 

Salí del living room, para buscar a Jahir, mi chofer. Quien se encontraba en el área del estacionamiento, atendiendo los autos. 

—Buenas tardes Jahir — ¿Podrías llevar a mi novia a su apartamento, por favor? —dije, en tono cortés, acostumbraba a tratar a ese chico con mucho respeto. 

— A si, por supuesto Señor, aquí estaré esperándola —responde él. 

— ¡Gracias! —respondí, mientras pasaba, una mano por mi rostro, denotando frustración. 

—¿Sucede algo señor?—pregunta él, observándome. 

Solté el aire qué tenía retenido y solo moví la cabeza, a manera de negación. Ni yo mismo entendía que pasaba, o quizás no quería entenderlo. 

— Voy por mi novia — dije caminando un par de pasos, lejos de él, pero mi avance se detuvo, cuando lo escuché llamarme. 

— ¡Señor! — dice Jahir, en un tono bajo. 

Voltee hacia él y lo vi acercarse a mí, mientras metía su mano en el bolsillo de su chaqueta y me entregaba, una hoja de papel delicadamente doblada. Mi corazón se aceleró y mi mano no pudo evitar ir de inmediato al encuentro de aquel trozo de papel, que anhelaba fuera de ella. 

— Esto se lo dejó, Karla — dice el chico, con algo de temor en la voz. 

Trague grueso, tome la hoja y la guardé en el bolsillo de mi pantalón. Con un movimiento de cabeza le agradecí y a paso apresurado, fui por Amanda. Necesitaba que se fuera, que me dejara solo para leer, las líneas que contenían aquella hoja. Tal vez allí estaba su nombre, alguna dirección o algún número de teléfono para poder comunicarnos, pero solo podría saber eso, una vez leyera ese bendito papel. 




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