Donde muere la marea

Capítulo 3

Bajo el horizonte

Merliah

Merliah no podía dormir. Se revolvía en su cama, mirando el techo, dándole vueltas a lo mismo una y otra vez.

Durante días, todos sus intentos de incluir a Hadley en el grupo para surfear habían fracasado. Cada vez que lo mencionaba, la chica se negaba con una excusa diferente. Henry, en cambio, iba sin falta. Era un buen surfista y encajaba con los demás sin esfuerzo, quitando el hecho que Kilian nunca perdió la oportunidad de pelear con y desafiarlo en las olas.

Pero Merliah notaba que, cuando alguien le preguntaba por qué su hermana nunca iba, él evitaba responder cambiando de conversación.

Suspiró, frustrada, y se giró de lado. Miró el reloj en su mesa de noche: casi la medianoche.

Sabía que su mamá Jane tenía programada una cirugía al mediodía y su mami Isla tenía que despertar temprano para abrir el consultorio veterinario. Se mordió el labio. Probablemente, aún estuvieran despiertas.

Empujó las mantas a un lado y salió de la cama con pasos silenciosos. Cruzó el pasillo hasta la puerta de sus madres y pegó la oreja contra la madera. No se escuchaba nada.

Mierda.

Tomó aire y giró el picaporte con cuidado, abriendo la puerta sólo lo suficiente para asomar la cabeza.

La luz tenue de la lámpara de noche iluminaba la habitación. Su mami Isla estaba sentada en la cama, con su Kindle, leyendo, en una mano y la otra enterrada en el cabello de su mamá Jane, masajeándole la cabeza. Mamá Jane estaba acostada boca abajo sobre su estómago, con los ojos cerrados, pero su respiración tranquila indicaba que aún no dormía por completo.

—Liah, ¿está todo bien? —preguntó Isla al notar su presencia, apagando el Kindle y encendiendo la luz.

Jane gruñó en protesta ante la repentina claridad, pero abrió los ojos con el ceño fruncido.

Merliah dudó por un momento,pero terminó dejándose caer sobre la cama, a los pies de ambas.

—No quiero molestarlas…

Jane se incorporó un poco, apoyándose en un codo.

—Déjame adivinar —dijo con voz ronca por el sueño—. ¿Es sobre esa chica nueva?

Merliah bufó, dándose por vencida.

—¿Por qué todo el mundo asume que todo lo que me pasa tiene que ver con Hadley?

—Porque todo lo que dices últimamente tiene que ver con Hadley—respondió Isla con una sonrisa suave, sin dejar de pasarle los dedos por el cabello a Jane.

Hadley frunció el ceño y se dejó caer de espaldas sobre la cama, mirando el techo.

—No es eso… es solo que no entiendo por qué no quiere venir con nosotros. Henry va todo el tiempo y es buen surfista, a pesar que se pelea mucho con Kilian. Pero ella siempre dice que no.

—¿Y por qué te importa tanto? —preguntó Jane.

Hadley suspiró.

—Porque siento que quiere hacerlo, pero algo la detiene. No sé si es miedo o qué, pero cada vez que lo menciono, cambia de tema o se cierra. Y Henry… Henry siempre evita hablar de eso. Algo esconde.

Isla intercambió una mirada con Jane antes de responder.

—Tal vez no es que no quiera, sino que no puede

Hadley giró la cabeza hacia ella, su cabello negro largo estaba atado en una coleta y usaba sus lentes de lectura.

—¿A qué te refieres?

—A veces, las personas tienen razones para evitar ciertas cosas, incluso si realmente las disfrutan —dijo Jane, su voz más suave—. Quizás Hadley no te lo dice porque no está lista para compartirlo.

—No puedes obligarla, Merliah. Lo que sí puedes hacer es demostrarle que tiene un lugar con ustedes, sin presionarla demasiado.--acotó Isla– A veces, la gente necesita un empujón, pero también su espacio.

—¿Y cómo hago eso?

—Haz que valga la pena. Invítala a algo que no pueda rechazar —dijo Jane con una sonrisa.

Merliah entrecerró los ojos, pensativa, mientras tamborileaba los dedos contra su estomago. La frustración de no poder acercarse más a Hadley llevaba días atormentándola, pero entonces, una idea comenzó a tomar forma en su cabeza. Una sonrisa traviesa apareció en su rostro.

—La fogata.

Isla, frunció el ceño.

—¿La qué?

—Mañana, vamos a hacer una fogata en la playa. Música, comida… todo eso. No es solo surfear —explicó con entusiasmo—. No hay forma de que Hadley pueda decir que no.

—Cuando dices "todo", ¿es porque habrá alcohol? —Jane levantó una ceja, dándole a su hija una mirada inquisitiva.

Merliah puso su mejor cara de inocencia, con una sonrisa encantadora.

—Mmm… ¿define "habrá"?

Isla suspiró y le dio un pequeño empujón con la planta del pie.

—No te hagas la lista.

Merliah se enderezó, alzando las manos en un gesto defensivo.

—Tengo diecisiete años.

–La mayoría de edad es a los veintiuno–dijo Jane divertida.




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