Donde muere la marea

Capítulo 7

La calma antes del sunset

Merliah

Eleanor y Hadley eran muy unidas.

Como mucho

No, Henry había dicho que eran mejores amigas.

Solo eso. No tenía que estar preocupada…¿Pero porque lo estaría?

Eleanor era coqueta por naturaleza, eso estaba claro. Le había llamado "algodón de azúcar" a Delia y a ella "caramelito de café".

Sacudió la cabeza, intentando despejarse, y bebió otro trago de su cerveza. Eleanor ya estaba terminando con la última tabla, la de Ivanna. Mientras tanto, Ciro y Oscar habían desaparecido misteriosamente hacía diez minutos, y aún quedaban por revisar las tablas de Henry e Iker.

Muy conveniente.

De reojo, vio a Hadley desaparecer por la puerta tras la que Oscar había salido antes. Seguramente iba al baño.

—Caramelito de café, ven —la voz de Eleanor la tomó por sorpresa—. Ven, ven antes de que vuelva.

Merliah intercambió una mirada con Helena, quien simplemente se encogió de hombros antes de levantarse. Dudó un instante, pero finalmente caminó hasta donde estaba Eleanor.

—Si quieres preguntarle por qué no surfea, este es tu momento.

Merliah frunció el ceño.

—¿Qué?

—No te hagas la que no —Eleanor sonrió con diversión—. Tus amigos lo disimulan bien, pero tú… tú tienes el ceño fruncido desde que Hadley me gritó por sugerirle una tabla nueva.

Merliah no se había dado cuenta de eso. Consciente de su expresión, relajó la cara, lo que hizo que Eleanor soltara una pequeña risa.

—¿Por qué me dices esto?

—Tengo una corazonada contigo, caramelito de café —respondió, dándole un pequeño codazo—. Creo que tú puedes ayudarla.

Merliah la miró en silencio. Algo en el tono de Eleanor le hizo sentir que hablaba en serio.

—¿A dónde fue?

—Está en el baño. Siempre ha tenido una vejiga pequeña —bromeó—. Puedes esperarla adentro, en los sofás. Llévale otra cerveza, porque sobria nunca te lo contará.

Merliah torció la boca.

—No quiero emborracharla.

Eleanor rió negando con la cabeza.

—Dulce y tierna… No la vas a emborrachar por su tercera cerveza, pero tal vez la ayude a soltarse un poco.

Antes de que Merliah pudiera responder, Ciro apareció con el pelo revuelto y una sonrisa boba. Se inclinó hacia Iker y le susurró algo al oído. Iker se puso rojo al instante y, tratando de disimular, salió rápidamente por la puerta trasera.

Eleanor los miró irse con una carcajada y luego chasqueó la lengua.

—Si me disculpas, tengo que terminar las tablas del Repetido y del Osito de Peluche, porque parece que mi chico está teniendo un doble polvo.

Merliah se estremeció al pensarlo, pero decidió seguir el consejo de Eleanor. Se dirigió al refrigerador mientras evitaba el alboroto que se había formado alrededor de Ciro, a quien ahora rodeaban con preguntas y bromas. Ignoró la escena, tomó dos latas de cerveza, tiró la suya vacía en el bote de basura y caminó hacia la sala de descanso, cuya puerta tenía un letrero descolorido que lo indicaba.

El lugar era pequeño, con dos sofás de cuero gastados que se veían tan viejos como cómodos. Un escritorio desordenado ocupaba la esquina, cubierto de papeles, carpetas abiertas y una laptop con la pantalla en reposo. Justo al lado, había una puerta entrecerrada que llevaba al baño.

Cuando se sentó, la puerta del baño se abrió con un chirrido. Hadley se quedó paralizada un instante cuando vio a Merliah, pero pronto esbozó una pequeña sonrisa.

—¿Hora del interrogatorio?

—Solo si tú quieres —le extendió la cerveza.

Hadley la aceptó sin decir nada y se dejó caer a su lado, abriendo la lata con un leve chasquido. Había algo en la forma en que Hadley miraba la lata, girándola entre los dedos, que la hacía parecer perdida en sus pensamientos.

—¿De qué querías hablar? —preguntó Hadley, dándole un sorbo a su cerveza.

Merliah dudó un instante. No quería presionarla, pero también sabía que la pregunta llevaba tiempo flotando en el aire.

—Del surf.

Hadley tensó la mandíbula casi de inmediato.

—No hay nada que hablar.

—Hadley… —Merliah se sentó de lado para tenerla más cerca, sus rodillas chocaron—. No puedes esperar que nadie se dé cuenta.

Hadley soltó una risa baja y sarcástica, pero no respondió de inmediato. En su lugar, tomó otro trago de su cerveza.

—Sé que significaba mucho para ti —dijo al final—. Lo vi en la forma en que miraste la tabla allá afuera.

Hadley desvió la mirada, apretando la lata entre sus manos.

—Eso fue hace mucho.

—No parece eso.

Hadley chasqueó la lengua y le lanzó una mirada entre cansada y molesta.

—¿Qué quieres que diga, Merliah? ¿Qué extraño el surf? ¿Qué me consume cada vez que veo una ola y sé que no puedo volver a hacerlo? ¿Que cada vez que intento siquiera pensarlo me recuerda por qué lo dejé?




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