Atracción entre las olas
Hadley
—Esto es ridículo. Me siento ridícula.
Los chicos rieron, sin intentar ocultarlo.
—¡No se rían! ¡Fue su idea!
Después de la escuela, todos habían ido a la playa, incluso Hadley… voluntariamente. Pero ahora estaba metida en una piscinita inflable para niños, llena de agua salada, en medio de la arena, mientras el grupo la rodeaba como si estuvieran presenciando un experimento científico.
Algunos turistas pasaban y la miraban con el ceño fruncido, claramente preguntándose qué demonios estaba haciendo ahí. Hadley también se lo preguntaba. Se abrazó las rodillas.
—Sigo sin entender cómo se supone que esto me ayude —murmuró.
—Psicológico —dijo Ciro—. Te estamos reintroduciendo al agua en un entorno seguro.
—No sabía que teníamos un psicólogo en el grupo —comentó Kilian con sarcasmo.
—¡Calla! —Ciro le lanzó arena—. Lo leí en internet.
—¿Y qué sigue? ¿Me van a dar un premio si meto la cara en el agua? —bufó Hadley.
—Tal vez una estrella dorada —respondió Delia, agitando una mano con burla.
Hadley resopló. No tenía idea de cómo esto supuestamente la ayudaría, pero mientras nadie la obligará a meterse al mar, estaba dispuesta a seguirles el juego.
Y luego estaba Henry.
—¡Henry! —exclamó Hadley al verlo con el teléfono en alto.
—No puedes pretender meterte en una piscina de niños en plena playa y que no te tome una foto.
Hadley gruñó y se puso de pie de un salto, salpicando agua mientras intentaba arrebatarle el teléfono.
—¡Borra eso!
Henry esquivó su mano con una sonrisa burlona.
—Ni lo sueñes. Esto va directo a la galería de recuerdos familiares.
Hadley resopló, frotándose la cara con ambas manos.
—Los odio, a todos ustedes.
—¡Te queremos también, Reina de las Olas! —gritó Ciro.
—¡Cállate! —Hadley le lanzó un chorro de agua con el pie, pero él solo se rió más.
Merliah se agachó junto a la piscinita, con una sonrisa divertida.
—Para ser honesta, no pensé que realmente vendrías.
Hadley suspiró, y se volvió a sentar.
—Ni yo.
Merliah la observó por un momento antes de hablar.
—No es el mar, pero es un comienzo.
Hadley miró la línea de las olas rompiendo a unos metros de distancia y luego bajó la vista al agua de la piscina, donde sus dedos apenas se movían en la superficie. El sonido del mar de fondo, aunque lejano, todavía la inquietaba.
—Bien, conseguí esto —anunció Ivanna, apareciendo de quién sabe dónde.
Llevaba en las manos un montón de pulseras y collares. Hadley la miró parpadeando.
—Esto es una amatista —dijo, mostrándole un colgante morado—. Ideal para limpiar energías negativas y brindarte tranquilidad. Va de collar. —Se inclinó y se lo abrochó antes de que Hadley pudiera protestar.
Luego le colocó otro.
—Este es una crisocola. Representa la comunicación y la conexión con la naturaleza, especialmente con el mar.
Hadley suspiró, ya resignada.
—Y estas —continuó Ivanna, atándole un par de pulseras en la muñeca— son de cuarzo ahumado. Libera el estrés y ayuda a dejar atrás malas experiencias.
Hadley alzó la mano, observando las pulseras.
—Gracias… ¿supongo?
—¡De nada! —exclamó Ivanna con entusiasmo, saltando ligeramente, haciendo tintinear sus propias pulseras y collares.
Los demás la miraban en completo silencio, parpadeando.
—¿Esto realmente va a ayudar en algo? —preguntó Kilian, cruzándose de brazos.
—Tienes que abrir tu tercer ojo, Kilian —respondió Ivanna con total seriedad.
—Creo que estás leyendo demasiados libros de brujas antiguas —dijo Iker, divertido.
—Es conocimiento ancestral —replicó Ivanna, ofendida—. Además, nada de lo que he hecho hasta ahora ha sido peor que meter a Hadley en una piscina inflable en medio de la playa.
—Oye —se quejó Hadley—, por lo menos aquí estoy a salvo.
—Por ahora —murmuró Merliah con una sonrisa de lado.
Hadley la miró entrecerrando los ojos. Sabía que ella tramaba algo. Y eso no le gustaba nada.
—¿Giorgie? —dijo Kilian de repente, frunciendo el ceño.--¿Qué haces aquí?
Todos voltearon a mirar a un niño rubio de rizos alborotados y ojos grises, que no podía tener más de doce años. Llevaba una tabla de su altura debajo del brazo y los observaba con el ceño fruncido.
—Dijiste que me ibas a enseñar nuevos trucos, ¿no lo recuerdas?
Kilian suspiró y se pasó una mano por la cara.