Donde muere la marea

Capítulo 9

Corrientes ocultas

Merliah

Hadley la había besado.

Hadley la había besado.

Hadley la había besado.

Merliah entró a casa dejando la tabla en la entrada y quitándose las sandalias con movimientos torpes. Su mente era un completo caos, un torbellino de emociones.

Hadley la había besado.

Hadley la había besado.

—Hola, pequeña —la voz de su mami Isla la sacó de golpe de sus pensamientos.

Estaba sentada en la mesa del comedor, rodeada de papeles, junto con su madre Jane, quien revisaba algunos documentos.

Hadley la había besado.

Hadley la había besado.

—¿Estás bien? —preguntó mamá Jane, dejando los papeles a un lado y observándola con curiosidad.

Merliah se dejó caer en la silla junto a ella, sintiendo que sus piernas por fin la soltaban. Intentó decir algo, cualquier cosa que no la hiciera parecer una completa idiota, pero en su lugar solo esbozó una sonrisa. Una sonrisa que se amplió más de lo necesario, y para su desgracia, sus mejillas se encendieron en un rojo evidente.

Hadley la había besado.

Mami Isla y mamá Jane intercambiaron una mirada, claramente dándose cuenta de que algo pasaba.

—¿Quieres decirnos que pasa? ¿Estás bien? —insistió mami Isla con una ceja arqueada.

Merliah presionó los labios en una fina línea, mordiéndose la lengua para no soltar un grito ridículo.

Porque sí, estaba bien. Estaba mejor que bien.

Porque Hadley la había besado.

—Resulta ser que Hadley ya puede montar en una tabla sentada en el agua —anunció Merliah, intentando sonar casual mientras se dejaba caer en la silla.

—¡Oh, eso es genial! —dijo mami Isla con una sonrisa, dejando los papeles a un lado.

Pero mamá Jane entrecerró los ojos, cruzándose de brazos.

—Hay más, ¿verdad?

—¿Qué quieres decir? —preguntó mami Isla, arqueando una ceja.

—Mira su cara. Sonrisa boba, mejillas rojas, y sus ojos... brillan.

—¡Mis ojos no brillan! —refutó Merliah de inmediato, sintiendo cómo su rostro ardía aún más.

—Entonces… —dijeron sus madres a la vez, mirándola con expectativa.

Merliah tragó saliva, sintiendo su corazón latir con fuerza. No pudo contenerlo más.

—Hadley me besó… —susurró, pero al instante su emoción la desbordó—. ¡Ella me besó! ¡Oh, Dios, ella me besó!

De un salto se puso de pie, sintiendo una risa nerviosa burbujear en su garganta.

—¡Mamá, ella me besó! —exclamó, sacudiendo el hombro de mamá Jane mientras soltaba una carcajada.

Mami Isla y mamá Jane se miraron con diversión y rieron, mientras Merliah daba un par de vueltas por la mesa como si tuviera demasiada energía contenida.

—Bueno… eso explica mucho —comentó mami Isla, apoyando la barbilla en su mano con una sonrisa divertida.

Merliah se desinfló y se dejó caer nuevamente en la silla, soltando un suspiro.

—Pero ella se fue. Entró en pánico.

—Tu madre también entró en pánico cuando la besé —comentó mamá Jane, señalando a mami Isla con la barbilla.

–¡Claro que no!--dijo Isla con las mejillas rojas.

—Me ignoraste por una semana —replicó mamá Jane, cruzándose de brazos.

—¡Luego tú hiciste lo mismo!

—Cuando volviste a besarme después de una semana, te lo debía. Fue un trato justo.

—¡No quiero que Hadley me ignore! ¡Tampoco quiero ignorar a Hadley! —exclamó Merliah.

Mamá Jane le dio una palmadita en el hombro con una sonrisa tranquila.

—Ella no lo hará, pequeña. Lo de tu madre y yo fue un caso aislado.

—¿Cómo lo resolvieron? —preguntó Merliah, todavía insegura.

Ambas intercambiaron una mirada, antes de que mami Isla hablara con un deje de diversión en la voz.

—Tu tío Gregory se hartó de ser intermediario, así que en una fiesta en su casa nos encerró en el baño con una botella de vodka solo para nosotras.

—Y ahora estoy atada a ella —bromeó mamá Jane, señalando a Isla con la cabeza.

—¡Oye! Sabes que esto es un matrimonio y no una sentencia de cárcel, ¿verdad?

Merliah suspiró, restregándose la cara con las manos.

—¿Podemos volver a mi asunto, por favor?

—Sí, sí, volvamos a tu asunto.

—No quiero que Hadley me ignore. No quiero que haya un momento en el que deje de hablarme o en el que yo sienta que debería alejarme.

—Y no lo hará, cariño —insistió mamá Jane con calma.

—Pero… ¿y si sí? —Merliah bajó la mirada, sintiendo una presión en el pecho—. ¿Y si la arruino?




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