Donde muere la marea

Capítulo 13

Desde el arrecife

Merliah

Cuando la noche cayó y el cielo se tiñó de un azul profundo salpicado de estrellas, el grupo decidió encender una fogata en la playa. Las llamas crecieron poco a poco, crepitando con vida propia, y el calor empezó a dibujar siluetas doradas en los rostros de todos. Se sentaron en círculo, cada uno buscando un poco de calor mientras el sonido del mar servía de telón de fondo.

Como era de esperarse, Ciro apareció con una caja de cervezas bajo el brazo y una sonrisa que delataba sus intenciones.

—Es miércoles, Ciro. Mañana tenemos clases —comentó Delia, aunque aceptó la lata sin mucha resistencia.

—Solo seremos adolescentes irresponsables una vez. Hay que disfrutarlo —respondió él, encogiéndose de hombros mientras repartía las latas.

Kilian encendió un cigarro y sin decir palabra pasó otro a Ivanna, que lo prendió de inmediato, exhalando el humo hacia el cielo estrellado.

—Después todos iremos a la universidad y seremos adultos semiamargados, enterrados entre libros y responsabilidades —añadió Ciro con dramatismo.

—¿Tú? ¿Con la nariz pegada a un libro? —bufó Iker, riendo—. Eso sí que me gustaría verlo.

—¿Me estás diciendo irresponsable?

Hadley rió suavemente, abriendo su lata con un chasquido. Tenía la cabeza apoyada en el hombro de Merliah, mientras esta le rodeaba los hombros con un brazo.

—Irresponsable no —dijo Ivanna, soltando una nube de humo—. Solo flojo.

–Pero…–intentó decir Ciro pero Helena lo interrumpió.

—Hablemos de lo impresionante que estuvo Hadley hoy.

De inmediato, todos aplaudieron. Hadley se encogió un poco y ocultó su sonrisa tras un sorbo de cerveza, aunque el leve sonrojo en sus mejillas la delató.

—No fue para tanto —murmuró, bajando la mirada.

—¿¡Que no fue para tanto!? —chilló Ciro, sentandose entre Kilian y Helena—. ¡Estuviste en el agua por una hora entera!

—Se te veía muy feliz —agregó Delia, con una sonrisa suave—. Como si estuvieras en casa.

—El mar era mi hogar —dijo Hadley, casi en un susurro.

—Lo es —le corrigió Merliah con voz firme pero cálida—. Lo sigue siendo. Solo que te alejaste un poco.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Ivanna, mientras exhalaba humo que se disolvía entre la brisa salada.

Hadley se tomó un momento antes de responder. Dio un trago largo a su lata, como si necesitara el sabor metálico para aterrizar sus pensamientos.

—Todo ha pasado muy rápido —dijo por fin—. Todo con Henry… y después Enrique. Siento que apenas estoy procesando lo que ha pasado.

—Se hará justicia —afirmó Helena.

—Y no lo dudo —asintió Hadley—. Solo que me resulta abrumador a veces. Pero estos dias, al entrar al agua, fue como si todo desapareciera por un momento. Como si el mundo se quedara quieto.

—Y espera a que montes una ola —dijo Merliah, dándole un codazo suave—. La Reina de las Olas va a volver por su corona.

Hadley resopló, sonriendo.

—Eres insoportable.

—Soy increíble.

—Increíblemente insoportable.

—Trátame bien, terroncito de azúcar.

—Y tú deja de ser tan insoportable, caramelito de café.

Ambas rieron antes de juntarse en un beso breve.

—¡Ugh! —se quejaron Delia y Helena al unísono, fingiendo arcadas.

—No me digan que van a estar así de melosas siempre —bufó Kilian, encendiendo otro cigarro.

—Lo dices porque tienes envidia —dijo Merliah, sacándole la lengua.

—Yo digo que hacen buena pareja —comentó Iker. Ciro asintió con vehemencia.

—Sí, son como esas parejas de modelos que ves en internet y piensas "joder, qué lindas", pero resulta que son nuestras amigas.

Kilian lo miró de reojo, como intentando descifrar sus palabras, pero finalmente solo suspiró y dio una calada larga.

—Primer soldado caído —dijo Delia, frotándose los brazos por el frío—. ¿Quién será la siguiente?

—Pero si Helena es la segunda —dijo Hadley, con una sonrisita ladeada—. Helena y Eleonor…

Helena alzó las cejas, pero no negó nada. Solo tomó un sorbo largo de su cerveza, mientras los demás la observaban con sonrisas cómplices.

Merliah se acomodó en la arena, el brazo aún sobre los hombros de Hadley. La fogata chisporroteaba frente a ellos, lanzando sombras danzantes en la arena.

—Qué mierda de frío —se quejó Delia, después de un largo silencio en el que todos habían terminado ya sus cervezas—. Vámonos ya, por favor.

—Por fin alguien lo dice —respondió Kilian, poniéndose de pie con rapidez mientras sacudía la arena de sus pantalones.

Iker caminó hasta la orilla del mar, llenó una botella vacía con agua salada y la usó para apagar la fogata. Las llamas murieron con un siseo apagado. Uno a uno, todos se subieron a la vieja van excepto Merliah y Hadley, que se miraron sin necesidad de palabras y decidieron caminar hasta la casa de Merliah, que no quedaba muy lejos.




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