Donde muere la marea

Capítulo 17

¿A la deriva?

Merliah

—¿Cómo se siente la Reina de las Olas para la competencia? —preguntó Delia sonriendo, mientras se acomodaba más cerca de la fogata. El fuego chisporroteaba en el centro del círculo que habían formado

Había sido una semana larga de entrenamientos sin descanso.

Kilian y Ciro competirían en la categoría masculina. Iker, en cambio, se había echado para atrás en el último momento, diciendo que la presión era demasiada y que lo intentaría el próximo año. En la categoría femenina, Ivanna, Helena, Hadley y Merliah participarían. Eleanor había anunciado que lo haría en la competencia del norte, argumentando que no quería quitarles la oportunidad....

—Súper —respondió Hadley con una sonrisa tensa, cruzando los brazos sobre las rodillas—. Emocionada... lista.

Eleanor, hizo una mueca, pero no dijo nada. Solo observó a Hadley en silencio.

Poco a poco, el grupo empezó a recoger sus cosas. Fue entonces que Eleanor, en un gesto casi imperceptible, hizo una seña a Merliah para que se acercara. Merliah frunció ligeramente el ceño, pero se acercó sin decir palabra.

Eleanor estaba doblando su toalla.

—¿La viste? —preguntó en voz baja—. La pobre está asustada.

—Lo noté, sí —respondió Merliah igual de bajo, echando una rápida mirada hacia donde Hadley hablaba con Ivanna, forzando una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Quédate un rato más con ella —pidió Eleanor—. Haz que se le vayan los nervios. Es una necia, no te lo dirá si no le insistes, pero por favor no la dejes sola... o no dormirá en toda la noche.

Merliah tragó saliva.

—¿Crees que tenga miedo de que… pase lo de la otra vez?

Eleanor la miró, y por primera vez no hubo sonrisa, ni burla en sus ojos verdes.

—Por esa cabeza están pasando millones de escenarios. Qué pasa si cae. Qué pasa si pierde. Qué pasa si vuelve a llover como la otra vez —enumeró en voz baja—. Y si nadie la detiene, mañana estará agotada antes de siquiera tocar el agua.

—Lo intentaré.

—Sé que puedes, caramelito de café. Ya lo has hecho antes.

—¿Antes? —preguntó, un poco confundida.

—Las citas nocturnas para darle confianza antes de surfear. Cada vez que entraba al mar y tú estabas ahí, bromeando para que no pensara demasiado. Cada vez que surfeamos y no dejas de hablarle para que no escuche sus propios miedos.

Merliah sintió el rostro arderle de vergüenza, pero no pudo evitar sonreír.

—Se nota —añadió Eleanor con suavidad—. Se nota lo que haces por ella. Se nota que eres la indicada, Merliah. Lo vi desde el primer día en el norte.

Merliah se quedó sin palabras. No solo porque Eleanor había dicho su nombre completo —algo que casi nunca pasaba— sino porque sus palabras le llegaron hondo, como un golpe suave en el corazón.

Antes de que pudiera responder, Eleanor ya estaba girando hacia Iker, que llenaba una botella de agua para apagar la fogata.

—Espera, no apagues la fogata —dijo Eleanor en voz alta—. Que las tortolitas se van a quedar un rato más.

—¿De quién hablas? —preguntó Hadley, frunciendo el ceño con una sonrisa maliciosa—. ¿De ti y de Helena? Eleanor, ya hemos hablado de que no se puede tener sexo en público.

—¡Yo nunca lo hice! —por primera vez, Eleanor se veía realmente afectada por un comentario, enrojeciendo visiblemente. Helena abrió la boca, sorprendida, mirándola incrédula.

—Eleanor…—se burló Helena.

—¡Uhhh!, la regañaron —se burló Ciro, mientras Iker agregaba en tono cantado:

—Alguien duerme en el sofá esta noche.

—¡Hay una explicación razonable para eso! —dijo Eleanor, tratando de justificarse mientras todos reían.

—Sí, claro —añadió Hadley, sin dejarla escapar—. Lo típico: ella, una de sus chicas y una playa desierta a medianoche...

—¡Estaba borracha! ¡En serio lo estaba! —protestó Eleanor, casi suplicante.

Helena la miró divertida e incrédula, tomó su mochila sin decir palabra. Detrás de ella, un sonoro coro de "uhh" salió de los chicos

—¡Me puedo justificar! —gritó Eleanor mientras trotaba detrás de Helena—. ¡Esto es tu culpa! —acusó, señalando a Hadley, que se doblaba de la risa. —¡Ojitos bonitos, espera!

Uno a uno, todos los demás los siguieron, no por otra cosa que por amor al chisme, y así, la fogata quedó vacía.

Merliah se sentó en la arena, el fuego aún crepitando suavemente, y palmeó el espacio a su lado. Hadley arqueó una ceja divertida.

—Tal vez soy una puta, pero no me va el sexo en público —dijo Hadley, provocando que Merliah se sonrojara al instante.

—¡Hadley! —se quejó Merliah—. Solo siéntate.

Hadley soltó una risa divertida antes de acomodarse a su lado, recostando la cabeza sobre su hombro. Merliah sonrió suavemente y pasó un brazo alrededor de ella, estrechándola contra su costado.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó en voz baja.




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