Viento a favor
Hadley
El destello de un flash las cegó por un instante antes de que otra ráfaga de luces las atacara. Hadley parpadeó, hasta que vio a Isla, emocionada, con el teléfono en alto, capturando cada momento antes de la competencia.
—¡Se ven tan hermosas! ¿A que sí, cariño? —dijo Isla, enseñándole la pantalla a Jane con una sonrisa.
—Mucho, nena, pero se les hace tarde —apoyó Jane, revisando el reloj en su muñeca.
—Oh, sí —añadió Isla, dejando el teléfono a un lado—. Se tienen que ir ya, no vaya a ser que lleguen tarde.
Hadley sonrió, agradecida, y tomó su tabla. Cuando ella y Merliah se encaminaron hacia la salida, Jane y Isla las interceptaron antes de que pudieran alejarse demasiado.
—Suerte, pequeña —le dijo Jane a Hadley, poniéndole una mano en el hombro—. Independientemente de los resultados, estamos orgullosas de ti solo por intentarlo.
—O por ganar —añadió Isla, guiñándole un ojo.
Hadley soltó una risa nerviosa, sintiendo una calidez crecer en su pecho.
—¿Y yo? —preguntó Merliah con un puchero exagerado, cruzándose de brazos frente a ellas.
Isla y Jane se echaron a reír.
—Nosotras siempre estamos orgullosas de ti, cariño —dijo Isla, acercándose para darle un apretón cariñoso en la mejilla—. Pero hoy tienes que compartir los reflectores.
—Un poquito de atención para Hadley, por favor —bromeó Jane, lanzándole un guiño a Hadley.
Merliah fingió ofenderse, pero terminó riendo junto a ellas. Hadley se permitió unos segundos más para absorber ese momento. Era reconfortante saber que, pasara lo que pasará en el agua, tenía una red de apoyo incondicional esperándola en casa.
Con un último asentimiento, se giró hacia Merliah, que le tendía la mano.
—Vamos a hacerlo, Reina de las Olas.
Hadley entrelazó sus dedos con los de ella, sintiendo cómo la adrenalina y la emoción se mezclaban en su pecho.
Con las tablas bajo el brazo, Hadley y Merliah se encaminaron hacia la playa. A medida que se acercaban, el bullicio de la gente y el ambiente del evento se hacían más intensos, mezclándose con la música y las olas rompiendo en la orilla.
—Te ves preciosa, reina de las olas. —dijo Merliah, dándole un pequeño empujón con una sonrisa.
Hadley soltó una risa nerviosa, mirando hacia abajo mientras caminaba.
—¿Tú crees? —preguntó, insegura—. Creo que me arrepentí... aún hay tiempo para cambiarme, ¿no?
Antes de que Merliah pudiera responder, un grito familiar la interrumpió.
—¡Terroncito de azúcar!—chilló Eleanor, corriendo hacia ellas.
—Tarde —le susurró Merliah en el oído—. Además, eres hermosa. Aunque... ¿crees que nos daría tiempo para un rapidito en uno de los baños?
Hadley soltó una carcajada, sus mejillas sonrojándose al instante.
—¿No te bastaron los dos de esta mañana?
—No me puedes culpar si te ves así de sexy —respondió Merliah, guiñándole un ojo.
—Estás loca.
—Loca por ti.
—Cállate.
—Cállame.
Sin previo aviso, Eleanor se abalanzó sobre ella en un abrazo apretado que casi hace caer su tabla a la arena.
—¿Y esto por qué? —preguntó Hadley, intentando recuperar el aliento.
—¡¿Cómo qué por qué?! —exclamó Eleanor, separándose solo un poco—. ¡Estás usando un traje de baño de dos piezas y sin mangas! Pensé que me moriría sin verte ser tú otra vez.
Hadley miró de reojo su cuerpo. Después del accidente, había pasado meses escondiendo las cicatrices que ahora quedaban expuestas en sus brazos, espalda y estómago. Aquella mañana había dudado más de diez veces si cambiarse, pero cada vez que lo intentaba, Merliah la detenía con un beso y susurraba cuánto la queria, cuánto le gustaba tal como era.
—Te ves hermosa —dijo Ivanna acercándose—. Y gracias por bendecirnos con la vista de tu culo en esos shorts.
Delia jadeó escandalizada y le dio un pequeño golpe en el brazo.
—¡Atrevida!
—¡Oye! —saltó Merliah, fingiendo indignación mientras rodeaba a Hadley por la cintura y la atraía hacia ella—. Nadie ve el culo de Hadley más que yo.
Las chicas rompieron en carcajadas mientras Hadley se sonrojaba.
—Te ves increíble —añadió Helena con una sonrisa sincera—. Y no puedo decir que tienes un culo de infarto porque Eleanor me está matando con la mirada.
Hadley se giró hacia Eleanor con una sonrisa traviesa.
—¿Celosa?
—Cuido lo que es mío —respondió Eleanor cruzándose de brazos.
—Tóxica —bromeó Hadley, sacándole la lengua
—Maldita bendecida con un trasero increíble.
—Maldita bendecida con unas tetas increíbles.
Eleanor sonrió, pero antes de que pudiera contestar, fue Helena quien se adelantó.