CAPITULO I

POV LIZZI

Diciembre 2025

El sonido de los teclados y las voces mezcladas con el aroma del café llenaban el aire de la agencia.

Cinco años atrás, jamás habría imaginado estar aquí: liderando campañas para marcas de lujo, eventos deportivos y artistas reconocidos.

Cinco años atrás, apenas podía sostenerme en pie. Hoy, en cambio, todo era distinto. Había reconstruido mi vida, sin depender de nadie, y sin mirar atrás. Yo permanecía en silencio, observando los datos en la presentación.

El dueño del Club Titanes, Arturo Sinclair, estaba sentado frente a mí. Un hombre de unos cincuenta años, rostro serio, postura impecable y ese aire de autoridad que no necesita levantar la voz para imponerse.

A su lado, mi jefe directo, Ricardo, quien parecía más nervioso que cualquiera en la habitación.

—Como pueden ver —empezó Sinclair, deslizando las hojas del informe—, las marcas están retirando su patrocinio. Primero las deportivas, luego las de estilo de vida… y ahora incluso las de bebidas.

—Supongo que lo esperabas, todas buscan una imagen más familiar, más limpia —añadió Ricardo—. Los escándalos de los jugadores les están costando millones.

Yo asentí.

Ya lo había leído todo en el dossier. Fiestas, rumores, peleas, apuestas. La prensa los devoraba cada semana. Y, en medio de todo eso, un nombre resaltaba más que el resto.

Andrés Thomson.

Sentí una punzada en el pecho, leve pero reconocible. Aún su nombre tenía ese efecto.

—Sabemos que usted es la mejor en control de crisis —continuó Sinclair—. Ha limpiado la reputación de empresas, políticos y artistas. Si alguien puede salvar la imagen de este equipo… es usted.

Respiré hondo antes de responder.

—Lo agradezco, señor Sinclair, pero no creo ser la persona indicada para esto.

Ricardo me lanzó una mirada que pedía piedad.

—Lizzi, piénsalo. El contrato incluye un bono triple y un porcentaje por resultados. Además, el club está dispuesto a cubrir tu traslado al Fraccionamiento Los Robles. Estarías cerca del equipo, supervisando su comportamiento de primera mano.

—¿Vivir en el mismo lugar que ellos? —pregunté, incrédula.

—Exactamente —intervino Sinclair—. La idea es mostrar una convivencia más humana, más controlada. Los medios verían que los jugadores se están reformando… y tú serías la figura que lidera ese cambio.

Reí, pero sin humor.

—¿Y también tendría que vigilar sus fiestas?

—Solo asegurarte de que no terminen en los titulares —respondió Ricardo, con una sonrisa tensa.

El silencio se extendió unos segundos.

Yo sabía lo que esto significaba: prestigio, dinero, reconocimiento internacional. Y, sin embargo, todo en mí gritaba que dijera que no.

—Señor Sinclair, aprecio su confianza, pero tengo otros proyectos en curso. No podría comprometerme con algo de esta magnitud. Además, tampoco deseo ser la niñera de un montón de adultos.

—Lo entiendo —dijo él, sin perder la calma—. Aun así, me gustaría que lo meditaras. He seguido tu carrera desde hace tiempo señorita Elizabeth, pero también sé que no te asustan los desafíos… y este, créeme, es uno de los grandes.

Sus palabras pesaban más de lo que quería admitir. Él no hablaba solo de estrategia. Hablaba de reputación, de que posiblemente alcanzaría la cumbre de mi carrera.

—Tómate unos días —añadió—. No espero una respuesta inmediata.

—¿Cuánto tiempo tengo? —pregunté.

—Hasta después de Año Nuevo. Pero… —hizo una pausa, mirándome directo a los ojos—, espero que tu respuesta sea un sí. No desperdicies tu talento— Me levanté, guardé mis cosas y sonreí con educación. —Lo pensaré.

Cuando salí de la sala, Ricardo me alcanzó en el pasillo.

—Lizzi, esto podría cambiarlo todo. No solo para la empresa… para ti también.

—Lo sé —respondí sin detenerme—. Pero algunas cosas no se compran con un cheque.

Al cerrar la puerta de la oficina, sentí el peso de aquel nombre retumbar de nuevo en mi mente.

Andrés Thomson.

Y aunque me prometí no volver a mirar atrás, su sombra seguía ahí… esperando pacientemente el momento de regresar.