POV LIZZI
Desde el auto, pude ver las luces navideñas colgando en el porche y el letrero aún sin terminar que decía: “H&P Bistró Familiar”.
Sonreí. Holly siempre había tenido una manera mágica de convertir lo simple en acogedor.
—Llegas justo a tiempo, ¿sabes? —dijo ella al abrirme la puerta, con las mejillas sonrojadas y el delantal manchado de harina—. Peter juró que no ibas a venir.
—Claro que sí —reí—. No podía perderme la degustación más esperada del año.
El interior del local era un caos encantador.
Carlo corría con una espátula como espada, Sofí trataba de alcanzarlo y Peter intentaba sin éxito calmar la escena mientras sacaba una bandeja del horno.
—Bienvenida al epicentro de la locura —dijo él, dejando la charola sobre la mesa—. Prometo que el restaurante será más organizado que esto.
—No lo dudo —contesté—. Si logran sobrevivir a Carlo, pueden con cualquier cliente.
Las risas llenaron el ambiente.
Había algo profundamente reconfortante en verlos juntos, como si cada detalle —el olor a comida, el murmullo de la televisión, los juguetes esparcidos— tejiera una vida que yo nunca tuve tiempo de construir.
—¿Y tú? —preguntó Holly mientras servía café—. ¿Qué tal va el trabajo?
Tomé aire. No sabía si responder con orgullo o cansancio.
—Agitado. Demasiadas reuniones, demasiadas marcas que salvar. Hoy me ofrecieron algo… grande.
—¿Grande como qué? —preguntó Peter, curioso.
—Un contrato con el equipo Titanes —dije con naturalidad—. Quieren que maneje su imagen pública.
El silencio que siguió fue breve, pero pesado. Peter levantó la mirada del plato.
—¿Titanes… el equipo de Andrés?
Asentí.
—El mismo.
Holly intercambió una mirada con su esposo, pero no dijo nada.
Ella sabía más de lo que yo nunca conté, pero también entendía que había cosas que era mejor no mencionar.
—¿Y aceptarás? —preguntó él, intentando sonar neutral.
—No lo sé. Su reputación está por el suelo. El dueño quiere que me mude al fraccionamiento donde prácticamente encerraron a los jugadores, como si eso fuera una solución mágica.
Peter bufó una risa.
—Entonces no han cambiado mucho. Siguen creyendo que todo se arregla intentando ocultar las cosas con una buena foto.
—Sí —respondí—. Y con un buen rostro frente a cámara.
El suyo, pensé sin decirlo.
Andrés Thomson.
El quarterback perfecto.
El escándalo perfecto.
Holly se acercó con una bandeja de galletas y cambió de tema terminando la tensión.
—¿Sabes qué? No pienso hablar de trabajo esta noche. Vamos a celebrar que el restaurante por fin abrirá.
—¿Ya tienen fecha? —pregunté, agradeciendo el cambio.
—Febrero —respondió Peter con una sonrisa—. Después del nacimiento del bebé, claro. Queremos que todo esté listo antes.
La ilusión en sus ojos me enterneció.
Sofí se acercó entonces, con las manos cubiertas de harina.
—Tía Lizzi, ¿quieres ayudarme a decorar las galletas?
No pude negarme. Y mientras la pequeña me entregaba chispas de colores, sentí esa calma que solo la calidez de un hogar producía.
Era curioso.
Yo podía enfrentar campañas, egos, cámaras y contratos multimillonarios… pero aquí, en medio de un comedor lleno de risas y harina, me sentía más vulnerable que nunca.
Cuando la noche terminó, me quedé unos minutos sola en la puerta, observando las luces que titilaban en la fachada.
Holly me abrazó por la espalda, con ese calor que siempre la caracterizaba.
—Sabes que decidas lo que decidas, te apoyaremos, ¿verdad?
—Lo sé —respondí, sonriendo— Se que a ustedes siempre los voy a tener.
Mientras conducía de regreso, pensé en la propuesta de Sinclair, en la mirada de Peter al mencionar a Andrés y en la risa de Sofí cuando me llamó “tía”.
Quizá era cierto.
Había cosas que el dinero no podía comprar.
Pero otras…
otras te perseguían, aunque intentaras enterrarlas bajo una vida nueva.
.
Al llegar a casa, tome nuevamente los papeles con la información del equipo, en ellos estaba detallado cada uno de los escándalos que tenia cada jugador. Pero hubo uno en particular que llamo mi atención Thomas Nilsen, el corredor del equipo y el único jugador con buena reputación. Padre de familia y esposo.
Al parecer las ultimas marcas que quedaban, eran por el, y por el entrenador, quienes protagonizaban los anuncios y comerciales. Era increíble que incluso el fuera parte de las campañas. En fin, quien sea que se haga cargo de este desastre tendrá mucho trabajo por hacer.
Aunque Sinclair había tocado una fibra sensible en cuanto a mi orgullo, sabía perfectamente que no quería involucrarme al menos no con nada con respecto a él, me había costado mucho construir la vida que ahora tenía, el olvidarlo y dejar atrás lo que sentía, no permitiría que mi paz peligrara nuevamente, no por él.