Donde termina el adiós

CAPITULO 3

POV ANDRÉS

El ruido del teléfono se mezclaba con el zumbido de mi cabeza. No sabía si era la resaca o las risas de la noche anterior lo que todavía me daba vueltas.

Intenté ignorarlo, hasta que una ola helada cayó sobre mí.

—¡¿Qué carajo te pasa, idiota?! —salté de la cama, empapado, con el corazón desbocado.

Thomas me miraba apoyado en el marco de la puerta, con una toalla al hombro y cara de quien lleva años lidiando con mis estupideces.

—Te dije que era tarde —respondió sin alterarse, como si mojarme fuera lo más lógico del mundo.

—Eso no te da derecho a bañarme —gruñí, buscando a tientas mis pantalones del día anterior.

—Intenté despertarte por las buenas —replicó, y señaló con la cabeza hacia la cama—. Ellas también lo intentaron.

Me giré. La cama estaba vacía, las sábanas revueltas, el perfume mezclado con el humo del cigarro.

—¿Dónde están? Les prometí que pasaríamos todo el día aquí —dije con una sonrisa automática, la misma que usaba para las cámaras.

—Tuve que echarlas —contestó con naturalidad—. Ayer por la noche, Sinclair nos citó a todos—Que se joda—bufé—. Estamos en vacaciones.

—Si, pero tu contrato dice que debes asistir a todas las reuniones que él disponga. Además apestas —añadió, haciendo una mueca—. Dúchate. La reunión es a la una.

—Son las nueve —repliqué, frotándome el rostro—. ¿Por qué demonios me despiertas tan temprano? Dijiste que era tarde

—Es tarde para mí, porque no eres el único idiota que tengo que levantar. —Y salió, dejándome con el eco del portazo y un humor de perros.

Me dejé caer otra vez sobre la cama, el eco del agua goteando desde las sábanas llenó el silencio… La habitación olía a alcohol, sexo y soledad.

Por un segundo, pensé en quedarme ahí, dejar que todo se fuera al carajo. Pero no podía. Siempre había algo que me empujaba a seguir el guion.

Me metí a la ducha. El agua caliente, arrastro el cansancio y me devolvió al presente.

El espejo me devolvió un rostro que ya no reconocía del todo: ojeras profundas, barba crecida, una sonrisa que había aprendido a fingir. El tipo que los fans adoraban no era yo.
Ese Andrés Thomson había muerto hacía años.

Había conseguido todo lo que siempre quise: fama, dinero, respeto… y, aun así, no había una sola noche que no me sintiera vacío.

Horas después, estábamos todos reunidos en la casa de Thomas. Era nuestro punto de encuentro informal, el único lugar donde todavía se respiraba algo parecido a normalidad.

Desde la terraza vi a Alison correr con su muñeca entre las manos, riendo a carcajadas. Su risa llenaba el aire. Por alguna razón, verla me hizo pensar en Sofi, mi sobrina.

Peter solía ponerse celoso cuando la cargaba. Decía que la malcriaba, que la llenaba de tonterías.
Sonreí sin querer.

Tenía casi su edad cuando la vi por última vez. Ahora debería estar entrando casi a la adolescencia.

No recordaba la última vez que hablé con ella, o con Peter, o con mamá.

La fama tenía ese efecto: te enseñaba a olvidar.

—Es bueno verlos, muchachos —dijo Sinclair al entrar, con su eterna sonrisa de tiburón— Al menos todos llegaron. Pensé que no lo lograría.

—No es como si quisiéramos—masculló Patrick. — Se supone que estamos de vacaciones.

—Lo sé, pero esto es importante. Tengo algo que informarles.

—Las marcas… ya no quieren patrocinarnos.

Un silencio pesado cayó sobre la habitación.

—¿Qué? —dijimos casi al unísono.

—No finjan sorpresa. Sus escándalos están en todas partes. Las familias no quieren que sus hijos los admiren. Esto los están hundiendo —continuó—. Ya nadie quiere asociarse con ustedes. Son el ejemplo de lo que no debe ser un atleta.

Yo sonreí, sin ganas.

—¿Ricos, exitosos, deseados? —ironizó David

—No. Mujeriegos y borrachos. —La voz de Sinclair retumbó—Me he pasado meses intentando limpiar su imagen, pero esto se salió de control.

El entrenador, que hasta entonces había permanecido callado, intervino:
— Es cierto, incluso a mí me llaman para pedirme entrevistas. Dicen que prefieren ver a un viejo retirado que a sus estrellas mediáticas.

Sinclair suspiró, cansado.
—Por eso los cité. Si perdemos a los dos últimos patrocinadores, el equipo no tendrá presupuesto para la siguiente temporada. Nos disolverán.

El silencio se volvió casi sepulcral.

—Conocí a una relacionista pública con buena reputación —continuó—. Puede devolverles la gloria que perdieron.

—¿O sea que tendremos niñera? —se burló Patrik—. Espero que al menos sea atractiva.

—No se equivoquen —respondió Sinclair con una mueca—. Es atractiva, sí, pero tiene más carácter que todos ustedes juntos. Aún está pensando en aceptar el proyecto. Si lo hace, podría salvarlos. Pero hasta entonces, no quiero más escándalos.




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