Dos Ambroni y un Villagran

Capítulo 29

Capítulo 29

Alexander.

Esta mañana luego de que llevara a mis hijos al colegio. Recibí  una llamada de una muy furiosa Ada.

Quien me insulto con varias palabras, que no son aptas para menores.  Todo eso, debido a las rosas rojas que le mande a Julieta. Todas tenían una carta que decía “Perdón”.

 Pero el problema aquí es que, nunca le mande ninguna rosa a Julieta. Revise mi tarjeta de crédito. Y tenía varios pedidos encargados a la “Florería de Lulú”. Llame inmediatamente al lugar para saber quién había encargado esos ramos de rosas a mi nombre. Y sobre todo ¿Quién aparte de mi esposa usa mi tarjeta de crédito?

Pero en el lugar me dijeron que había sido una mujer. No pude ir a mi oficina en la mañana, ya que sabía que mi secretaria Blanca, no iba a estar. Necesito respuestas y ella me las tiene que dar. Ya que creo que es la única que puede saber que esta pasando.

Demasiados problemas tenía con Julieta, por eso del supuesto engaño. Lo cual es completamente mentira. Nunca fui más allá de la relación jefe- secretaria.

Así que no me queda más remedio que hablar con Blanca, ya que puede ser ella la que hizo esto.

Pero el verdadero interrogante es ¿Por qué  lo haría? Es decir que ¿Qué ganaría? Por qué ser mi amante o la otra, jamás.

Solo ganaría un despido inmediato y si fue ella la de las flores, también tendría cargos legales por usar mi tarjeta de crédito.

Al llegar a la agencia, la recepcionista me ve con cara de sorpresa.

-Buenos días Señor Ambroni.-Dice con gentiliza.

-Buenos días.-Saludo.

No pierdo tiempo, y subo por el ascensor. Parece que tarda demasiado hasta llegar a mi piso. Pero al fin llego.

Ya allí estaba ella, Blanca. Pintándose los labios de ese color rojo tan llamativo.

Ella gira su cabeza y me mira extrañada. Ya que había sacado carpeta medica por unos días. No tenía ganas de salir de mi cama, no podía estar bien si ella no estaba conmigo.

-Hola Alexander.-Dice ella con una sonrisa simpática.-No lo esperaba hasta  dentro de unos días.-Dice ella.

Me acerco a su escritorio, ella me mira con cierta sonrisa maliciosa en los labios. Se levanta de su asiento y queda a una muy inapropiada, distancia de mí. Su camisa blanca está  tres botones deprendidos, de lo normalmente conocido como  “decente”.

-¿Vos fuiste la que uso mi tarjeta de crédito y compro no sé cuántos ramos de rosas?-Pregunte furioso.

El rostro de ella se contrajo, pero no perdió la sonrisa.

-No Alexander. ¿Porque  haría eso?-Dice en un tono despectivo.

-No lo sé ¿Tu dime?-Pregunto de forma seria. No quiero perder los estribos. -¿Por qué usarías mi tarjeta? Sabes que eso es un delito.-Le recuerdo.

Su cara palidece por unos momentos. Pero niega con la cabeza y vuelve a sonreír.

-Claro que lo sé. Le repito Alexander, yo no tengo nada que ver.-Dice poniendo sus manos con uñas de dragón. Sobre mis hombros.-¿No habrá sido su esposa? Digo no tiene pinta de ser una mujer cuerda.

Antes de siquiera poder responderle. Escucho un frito a nuestra derecha.

-¡Así los quería agarrar! Malditos hijos de puta.-Insulto y grito mi esposa.

No sé en qué momento ella llego, pero  no presiento nada bueno cuando ella. Se acerca a pasos apresurados hasta donde estábamos nosotros.

Pensé que toda su furia impactaría contra mí. Pero se lanzó hacia mi secretaria. Por unos momentos no pude procesar lo que estaba pasando.

Solo veía un montos de manos y cabello ser tirado y golpeados. La verdad la rubia, se estaba llevando la mayor parte de los golpes.

-Maldita, porque no te buscas hombres que estén solteros.-Grito  enfurecida mi pelirroja salvaje.

En ese momento reacciono e intento sepáralas. Tomo a Julieta, por la cintura. Ella patalea y me grita un montón de barbaridades. Dios, ¿Con esa boca reza?

- ¿Qué? ¿Ahora salvas a tu  puta amante?-Pregunta enojada.

- Julieta, por favor. No es mi amante, nunca lo fue y nunca lo será.-Explico gritando, intentando calmarla. Pero la pelirroja se mueve con  furia en mis brazos.

Tengo miedo de que termine matado a Blanca. La cual esta acomodase la ropa. Estaba despeinada y  una de sus horribles uñas estaba quebrada. El labial rojo que con tanto espero se puso, estaba esparcido por su cara.

Miro al costado algunos empleados que trabajan en esta área. Estaban mirando con curiosidad la escena.

-Cálmate Julieta. –Pido intentado que ella se serene.-Mi pelirroja calma.

Ella se detiene y me mira. Juro que nunca sentí esta opresión en el pecho antes, sus ojos estaban llorosos. Su cara era de tristeza total, en sus ojos ya no había ira. Sino una tristeza que me destrozaba el alma.

El día en el que nos casamos yo jure hacerla feliz. Jure nunca hacer que sus ojos volvieran llorar por la tristeza, me iba a encargar de hacerla feliz todos los días de mi vida.

Pero ahora está llorando. Se aferró a mis brazos y sollozaba con fuerza.

¿Yo cause este daño? ¿Pero cómo?

-¿Por qué mandaste esas rosas? Si no es tu amante. ¿Cómo explicas el labial en tu camisa? ¿Cómo explicas las tarjetas pidiendo perdón?-Pregunto con la voz rota.

Tome su cuerpo en mis brazos. La abrace con fuerza a mí, no quiero que me suelte. No quiero que nunca más este lejos de mí. Estos días fueron una tortura.

-No lo puedo explicar por qué no lo sé.-Digo. Ella me mira con confusión e ira.-Yo me entere hoy de las rosas, viene a hablar con Blanca sobre eso.-Digo esta vez mirándola enojada. Julieta la mira con enojo. Temí que se le volviera a lanzar encima de ella.

-Tienes cinco segundos para explicarte. O te hare una nueva cirugía  de nariz.-Amenaza mi esposa.

-Tranquila pelirroja salvaje.-Digo contra su oído. Abrazo su cintura por detrás, apoyando su espalda en mi pecho.




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