Dos Ambroni y un Villagran

Capítulo 31

Capítulo 31                                                     

                                                                         

Ariel.

-¡Por Dios mujer! ¿Qué quiere decir?-Pregunto algo desesperado.

-Ariel ¡Hijo!-La voz de mi madre, se hace presente en el corredor. Me quedo sorprendido mirándola. No esperaba que ella vinera.

Olivia aprovecha ese momento para despedirse e  irse a su departamento. Cierra la puerta y me deja solo, con mi madre.

¡Genial! Pensé irónico, no quiero enfrentarme a ella ahora.

-Mama ¿Qué haces aquí?-Pregunte, tratando de no mostrar mi desconcierto.

-Hola mami querida, ¿Cómo estás? Perdón por no atender tus llamadas o contestar tus mensajes.-Dice de forma sarcástica.- Si hijo todo bien y claro me gustaría pasar a tu casa a hablar contigo.- Se contesta sola  como si estuviera loca.

Ruedo los ojos encogiéndome de hombros. No tengo otra alternativa.

Caminamos los dos hasta mi puerta, la hago pasar a  ella primero. Al cerrar la puerta tras de mí, suspiro con pesadez.

- Mama la verdad no tengo ganas de hablar.-Confieso sincero.

Ella se sentó en el sillón de la sala. Me miró con los ojos llorosos.

¿Ella esta si por qué lo sabe? ¿Le causa tristeza saber que soy gay o bisexual?

Siento un nudo en la garganta. Mis ojos pican,  trago con fuerza la saliva para evitar llorar. Sé que si digo algo más, no voy a poder  soportar y seguro me quebrare.

-Ya se mi amor. ¿Me dejas hablar a mí?-Pregunta con voz temblorosa.

Asiento con la cabeza. Me siento a su lado y la miro. No quiero saber cuánto me odia o me aborrece. Solo quiero sacarme este peso que llevo cargando por años.

-Tenia dieciocho años recién cumplidos, cuando me entere que venias al mundo. No te miento cuando digo que estaba muy asustada, no sabía qué hacer. ¿Qué era lo correcto? ¿Traerte al mundo darte amor, pero no estabilidad? ¿Dejarte con padres que puedan darte una vida mejor?

“La verdad no tenía ni idea que hacer. Decidí quedarme callada, terminar el colegio y ver que hacer después. No sé qué habría hecho si no fuera por tu madrina, ella me hizo entender. Que no importaba si Alexander  no estaba o si mis padres se enojaban, yo iba a tener un mejor amigo, una parte de mí que siempre estaría conmigo.

Creo que el día en el que naciste es mi día favorito. Shh no le digas esto a tus hermanos.-Dice con media sonrisa, tiene la cara cubierta de lágrimas.- Ese día prometí darte todo. Amor, cariño, compresión ser todo para ti. Y sobre todo nunca fallarte.

Porque Ariel sos mi primer rayo de felicidad que apareció en mi vida. Sos lo mejor que hice en mi vida. Sos lo mejor que me paso. Sos la fuerza que me hacía levantarme todo los días, avecés llegaba cansada de trabajar con ganas de no existir más y allí estaba. Ese bebe con cachetes regordetes y sonrisa angelical. Que me esperaba con los brazos abiertos.

Lamento tanto haberte fallado. No sé qué hice, para que no seas sincero conmigo. No sé qué paso para que no me quieras buscar y contarme que te pasa. Pero perdón si alguna vez te hice sentir que no podías contarme algo.”

No aguante más, me lance a los brazos de ella. La abrace con fuerza, esperaba que ella sintiera que la amaba.

Nunca quise que ella sintiera que yo no la amaba. Nunca quise que ella pensara que es mala madre.

Solo no quería decepcionarla.

Estaba como un niño pequeño. Abrazado a mí mama como si sus brazos fueran el lugar más seguro del mundo. Y lo era.

-Mama.-Comencé a decir tomando un poco de distancia.- Nunca me fallaste. Solo tengo miedo de decepcionarte.

-Nunca lo harías hijo.-Me contesto.-Solo no quiero que vuelvas a ocultarme cosas, quiero que seas sincero conmigo.

Respire hondo. Una, dos, tres, cuatro veces. Era el momento, tarde más doce años en aceptarme y prepararme para este  momento. Para decirle…

Tome sus manos y la mire.

-Mama soy gay. –Solté.

Ella me miro girando su cabeza hacia un costado. Apretó con fuerzas mis manos, apretó sus labios en una sonrisa torcida.

-¿Solo era eso?-Pregunto un poco decepcionada.

Su pregunta me tomo un poco desprevenido. No esperaba eso, esperaba llantos. Que me mandara al psicólogo.  Que me dijera que no era su hijo. Esperaba cualquier tipo de reacción menos esta.

-¿Cómo que solo esto? No te das cuenta de que estoy más asustado y nervioso. Que lombriz con embrazado.-Digo  exasperado. Creo que cruce  hacia un mundo alterno.

- Hijo convivo con tu tío Dylan desde hace años. Capaz que al principio estaba algo incomodad. Pero ahora ya no. –Me explica.- Esperaba algo peor sinceramente. Que consumieras dogas o que  te habías unido a un culto satánico o algo por el estilo.-Confiesa perturbada. Me mira, en su miradas solo visualizo amor.- ¿Creías que me ibas a decepcionar? Claro que no hijo. Nunca lo harías, te amo. Y soy tu madre, te puede gustar hasta los delfines si quieres. Pero mientras sigas siendo una buena persona, como la que  crie. Eso me basta y me sobra.

Me quede pasmado. Nunca pensé escuchar a mi mama decir esas palabras.

Es decir es el sueño de toda persona  gay, que tus padres te acepten la primera.

Pero vivirlo y escuchar a tu madre diciéndolo. Sin ningún tipo de enojo o rencor. Aceptando te tal y como sos. Es maravilloso.

Me siento más liviano, con más energía. Como si sus palabras  fueran diez latas de Red Bull. Podría hasta correr diez kilómetros de un sopetón.

Sus palabras de una u otra forma significan, libertad. De poder ser yo, de no esconderme. De poder amar y que no me juzgue nadie que amo.

-¿Eso quiere decir que me aceptas?- Pregunte entre emocionado y nervioso.

- Claro mi amor. Eres una persona fantástica. Qué más da quien te guste.-Responde.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.