Dos Ambroni y un Villagran

Capítulo 35

Capítulo 35

 

Ariel

Habían pasado varios días desde que vi al amor de mi vida, en la cama con otro.

Capaz era cierto eso de que los hombres son infieles. Y dos hombres juntos doble infidelidad.

Pero eso no quita el hecho de que deje de doler.  Yo hasta había pensado en proponerle matrimonio, en decirle que quería que fuéramos él y yo.

Me siento hecho mierda. Quisiera hablar con mi mejor amigo y hermano. Pero creo que sigue enojado por el hecho de haberlo golpeado.

Ni siquiera quiero hablan con mis otros amigos, porque todos dirán lo mismo que es  tiempo de probar con chicas. Pero eso no salió nada bien, Olivia solo me dice que no podemos estar juntos y murmuro no sé qué cosa en ruso.

— Mi vida es una jodida mierda— murmuro con desgano. — Otra de estas—   le pido al barman.

Mi refugio después del trabajo era este lugar. Un bar a la vuelta de mi trabajo. Savia que varios empleados después de su jornada laboral.  Venían hasta aquí a despejarse un poco.

— ¿Estás seguro? Como que has tomado mucho— dice el joven.

Lo miro arqueando una ceja. Yo sé hasta qué punto puedo beber. Un chiquillo de veinte años no me dirá que puedo hacer.

— Tu solo sirve…

Él rueda los ojos y me sirve mi trago. Rápidamente vierto la mitad del contenido en mi garganta. Podría decir que el vodka me quema la garganta, pero ya estoy acostumbrado a su sabor fuete.

— ¿Problemas de trabajo o amorosos? — pregunta el barman.

¿Qué este chico no tiene a nadie más a quien molestar? Observo toda la barra y había alguno que otro cliente, era de esperarse apenas era jueves.

— Creo que eso es asunto mío.

El chico levanta las manos en son de paz.

— Solo quería bajar te un poco la cruda — se defiende. —, no hace falta que estés a la defensiva.

— Lo siento niño. Pero no estoy de humor para preguntas.

Él se da vuelta para dejar las cosas que tenía en la mano. Luego se pone frente a mí flexionando sus brazos.

Así podía apreciarlo mejor. Es joven, debe tener la edad de Brandon. Sin duda es guapo, sus ojos son  marrones oscuros. Tiene unas largas y gruesas pestañas negras. Una mandíbula cuadrada con barba afeitada.  Su cabello es corto a los costado con ese estilo en degrade y arriba  estaba una gran cantidad de pelo despeinado y enrulado.

 

— No soy un niño. Para tu información tengo veintitrés años y soy el dueño del bar. En donde ahogas tus penas — dice de forma disparatada.

Enarco una ceja y lo miro divertido.

—  Me alegro por ti “niño” — hago énfasis en la palabra niño. El aprieta los labios molesto.

— No eres nada maduro. Para ser un viejo.

¿Perdón? ¿Acaso este mocociento acaba de llamarme “viejo”?

— ¿Disculpa?

— Te disculpo — responde cínico. — ¿Me dirás que te tiene así?

— No tiene mucha importancia — responde después de  unos minutos de silencio. Saco mi billetera y le doy la plata de la cuenta. — Deberías dejar de molestar a tus clientes, el negocio si ira a quiebra.

Él bufa molesto.  Sabe que no le diré nada de nada.

— Solo te recuerdo. Que si un día necesitas hablar, el cantinero siempre es la mejor opción.

— ¿Tú dices? — pregunto burlón.

— ¿Quién mejor que un desconocido para hablar de problemas?  — me responde con una pregunta. Levanta sus hombros de forma casual y me sonríe. — Aparte  me caes bien Ariel.

— ¿Cómo sabes mi nombre? — cuestiono.

— Eres la figura pública de tu empresa. Aparte me has pagado con tu tarjeta de crédito.

— Bien, adiós niño molesto.

— Soy Tomas, no niño.

— Lo que digas niño.

Lo escucho bufar y decirme algo por lo bajo.   Lo ignoro, no tengo ganas de  pelear con niños.

Mi celular vibra en mi bolsillo.  Lo saco y veo que tengo varios mensajes.

Orne: Maldito sireno. Más te vale responderme los mensajes. Esta vez.

Tenemos mucho que decirte. Estaremos en tu casa en diez minutos.

¿Quiénes estarán en mi casa en diez minutos?

Yo: ¿Qué?

Orne: Lo que lees pendejo.

Basta de estar enojado, en diez minutos llegamos.

 

Yo pensaba que nunca seria dominado por una mujer. Pero aquí estoy manejando rápido, para llegar a mi casa. En menos de diez minutos solo porque mi hermana me lo ordena.

Tarde veinte minutos en llegar a casa. Al frenar el auto en la calle. Veo el auto de Brandon.

¿Qué hace este tonto aquí?

Aunque lo haya extrañado tanto, es un idiota  bocaza.

Bajo del auto, no me gasto en meterlo al estacionamiento.  Me acerco al auto de mi hermano y toco con delicadeza la ventana del lado del copiloto.

Brandon baja la ventanilla, con cuidado. Solo la baja un cuarto.

— Si bajo la ventanilla completa ¿No me pegaras? — pregunta mi hermano menor.

— Lo pensare, pero no prometo nada.

— Ornella prometiste que él, no me iba a pegar —  se queja Brandon.

— Dije que intentaría que no lo hiciera— se defiende mi hermana.

¿Así que se complotaron para molestarme?  

— No te voy a pegar Brandon — lo tranquilizo. —  ¿Van a salir del auto? O se van a quedar ahí.

— Siendo sincero, prefiero la seguridad del auto — comenta Brandon.

— Eres muy tonto ¿Sabes?

— Tranquilo Ariel, él lo sabe — responde Orne, ella sale del auto y me mira con una tierna sonrisa.

Corre hasta mis brazos y me abraza con fuerza. Extrañe muchísimos  a mi pequeña pelirroja.

— Nunca más desaparezcas tantos días — me regaña golpeando mi brazo con fuerza. — Te extrañe idiota.

— Yo te extrañe más colorada.

 

Nos seguimos abrazando con fuerza durante un rato más. Sí que soy idiota, por mi enojo me había separado de mis  hermanos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.