Dos Ambroni y un Villagran

Capítulo 40.

Capítulo 40.

Julieta.

Me miraba frustrada al espejo. ¡Nada me queda bien!

Dejo mi blusa amarilla tirada sobre la cama, junto a la gran pila de ropa. Se supone que tengo que ir a trabajar. Pero nada me queda bien, nada de nada. Ni la ropa que use para el embarazo de los mellizos.

¡Estoy tan gorda! Me quito el short del piyama y me miro al espejo.

Suelto un grito de terror, al ver mi pierna. Tengo estrías, en mis piernas. Justo en la unión de estas con mi cadera.

 — ¿Qué paso? ¿Por qué gritas?  ¿Es él bebe? — pregunta Alex. Venía desde el baño, con la cara medio afeitar y preocupado.

Lo miro cruzando me de brazos. Hago un puchero, por alguna razón que no se, me largo a llorar como una niña.

Mi esposo corre hacia mí y me abraza.

— ¿Qué pasa  pelirroja? — pregunta besando mi frente y secando mis lágrimas.

Yo ni siquiera puedo hablar. Solo lloraba y lloraba.

— ¡Julieta! Dime que pasa, no entiendo porque lloras— gimotea. — No soy adivino.

— ¡No me grites! — le grito.

Me separo un poco de él. Sus hermosos ojos azules, me miran confusos.

— ¡No estoy gritando!  — me grita. Haciéndome llorar de vuelta. — No, no, no, no… No llores pelirroja, porfa. ¿Quieres chocolate?

Dejo de llorar, solo me quedo hipando. Asiento con la cabeza. Sé que estoy siendo infantil, pero creo que son las hormonas.

 Él se levanta, y del cajo de su mesa de noche. Saca un paquete de Kit Kat y me lo tiende.

— ¿Cuándo conseguiste esto? — pregunto. Abriendo el paquetito y metiéndome una varilla del chocolate a la boca.

Mmmm sabe a gloria.

Él sonríe, al ver mi rostro de felicidad. Se sienta a mi lado en la cama. Me tiende los brazos, rápidamente me meto entre ellos, quedado en medio de su piernas.

Alex pone sus manos en mi gran barriga, que al decir verdad, es más panza que bebe.

— Cuando estabas embarazada de los mellizos. Me hacías buscar a las tres de la mañana, kit kats, helado de oreo y menta granizada. Galletas de frutilla y manzana, jugos con sabores raros y polenta con salsa. Asique ahora, tengo todo eso guardado por todos lados, para no salir tan tarde a buscar tus antojos.

Me quedo fascinada mirándolo.  Mientras engullía otra barrita.

— Te amo Alex — susurro. Escondiendo mi cabeza en su cuello. El me rodea con sus brazos abrazándome.

Qué bien se siente, estar entre sus brazos.

— Te amo mucho más mi pelirroja — susurra contra mi oído.

Me separo un poquito  y beso sus labios. Él recibe gustoso mi beso. Aprovecho para morder su labio, haciendo que suelte un gemido.

— ¿Quieres  hacer que no valla al trabajo? — murmura, poniendo sus manos en mi culo.

Haciendo que mis ganas, se incrementen.

— ¿Podrías llegar un poco tarde? — le digo besando la comisura de sus labios.

Me sienta sobre su paquete, justo ahí. En donde su miembro roza mi intimidad. No reprimo un jadeo al sentirlo. Estoy tan sensible, que cualquier tacto o rose en mis zonas preferidas. Me enciende.

— A la mierda. Soy el jefe, puedo ir cuando quiera. Para algo esta Ariel — murmura antes de quitarme el sostén y tirarlo hacia algún lugar del cuarto.

 

***

 

 Desnuda, satisfecha y jadeante. Me acuesto al lado de mi esposo. El me rodea con ambos brazos.

— Me sentía fea — confieso, apoyando mi mejilla en su pecho desnudo. — Por eso lloraba.

El acaricia desde mi espalda. Hasta mi cintura de forma tranquila y relajada.

— Sabes que eso no es cierto — dice apretando mi nalga. — Eras, sigues y serás. Siempre sexy y hermosa. Mi hermoso torbellino pelirrojo. Nunca me voy a cansar de decirte lo hermosa que sos.

Ruedo los ojos, ante tanta cursilería. Pero mentiría si dijera que no me gusta.

— Solo lo dices porque eres mi esposo — me quejo.

— ¿Y quién más debería decirte algo así? — pregunta severamente. — Dime el nombre de ese futuro cadáver.

Suelto una carcajada. Levanto mi mirada. ¿Pueden unos ojos enamorarte todos los días? La respuesta, es sí. Siempre que lo miro, me enamoro.

— Nadie Alex. Es que me siento fea, estoy vieja y con una panza gigante…

— Oye, tu pancita me gusta. Y ahora más porque tiene a nuestro porotito.

Él pone una mano en mi panza y la acaricia.

— ¿O no campeón? Tú estas feliz ahí en la pancita de  mami — le habla a mi panza.

— ¿Campeón? Yo creo que es niña.

— Yo niño… Si es niño podríamos llamarlo Erick. Combinaría con Ariel.

Suelto otra carcajada. Pobre mi bebe, le hará burla a su hermano.

— No seas malo, suficiente tiene mi ahijado. Para tener que ser molestado por su padre y su hermanito — dije riéndome. — Si es niña me gusta Alexandra.

La cara de Alex, es todo un poema.

— ¿Alexandra? — pregunta sorprendido.

— Si, le hace homenaje al amor de mi vida — dije sonrojándome.

Él pone sus manos en mi cara. Y me besa, un beso dulce y amoroso.

—  Te amo, te amo, te amo, te amo — susurra en mis labios. —  ¿Te eh dicho cuanto te amo?

— Nop — bromeo.

— Te amo, te amo tanto. Que el amor debe estar celoso de nosotros — dice besándome de vuelta.

Estaba tan gustosa en sus brazos. Tan feliz, tan amada. Que me olvide mis tontas inseguridades. Y seguí disfrutando de todo lo bueno que me brindaba Alex.

— Quiero que renovemos votos, después de que nazca él bebe — suelto.

— Claro, también pensé que los chicos. Den el oficio de renovación.

— Me parece una idea estupenda. ¿Los mellis y Ariel? — pregunto.

—Claro, aunque Brandon se podría ofender….

— Hacemos el que él nos lleve los anillos — digo bromeando. — Aunque podríamos a hacer que nuestra sobrina nieta, nos los de a los anillos.




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