Dos Ambroni y un Villagran

Capítulo 42.

 

Capítulo 42.

Clarisa.

23 años antes. Un día frio en el hospital.

Llevaba dos horas escuchando al policía hablar. La verdad no prestaba atención. No me importaba, ya nada me importaba.

Mi vida se había acabado.

¡Maldito niño! Maldita Ada y maldita su amiga.

Arruinaron mi plan. Arruinaron mi matrimonio, arruinaron mi vida entera.

Lo único que sabía es que mi padre había arreglado todo. No iría presa, solo me deportarían de nuevo a Rusia.

No podía creer la mala suerte que tenía. Acepte el trato de mi madre moribunda para no casarme con el viejo verde, que es socio de papa. Solo para terminar peor.

— Buenas tardes, creo que es mejor que dejen a la señorita Petrova sola — dice el medico. Quien vino a mi auxilio. — Necesita descansar.

Le doy una mirada de agradecimiento al hombre.

Al salir los policías.

— ¿Cómo se encuentra?

¿Cómo me encuentro? Sola, destruida, derrotada.

— Bien — me limito a  responder.

— Bien, no daré rodeos con lo que tengo que decirle — dice. Me incorporo lo miro atenta. — Su bebe se salvó de milagro. La bala apenas lo rozo, le recomiendo reposo. Por lo menos hasta que  pasen los primeros siete meses.

No podía entender bien lo que me decía.

— ¿Qué bebe? — pregunte asustada.

El doctor alzo las cejas, en señal de confusión.

— El suyo, usted esta embarazada de dos semanas…

No  supe que más dijo. Ya que me encontraba en un mundo alterno. No entendida palabras ni razones. Lo único que cruzaba mi mente era que iba a tener un hijo. Un hijo de Alexander.

El cual casi muere por mi culpa. Por querer hacer daño a otro bebe.

Si no hubiese sido tan tonta. Si me hubiera conformado con ser madrastra de ese bastardo. Ahora   el estaría conmigo. Pero no lo está y nunca lo estará.

— Por favor.  No decir nada sobre mi estado— lo interrumpo. — Decir solo sobre  la bala y que estar fuera de peligro. Pero no decir nada de mi embarazo.

— Entiende usted que si digo que no está embarazada. Sera extradita y su bebe podría morir.

Lo entendida, pero iba a correr el riesgo.

— Lo entiendo. Firmare lo que sea necesario. Pero no decir sobre él bebe.

 

***

Miento si digo que no quise decirle a Alexander sobre él bebe. Lo intente, antes de irme. Pero no quiso verme.

Mi bebe sobrevivió al vuelo. Pero tuve que estar los nueve  meses que duro el embarazo en reposo. Aunque mi padre me contuvo, me ayudo a estar mejor. Él era feliz de saber que iba a tener una hermosa nieta.

Pero  por aceptar a mi hija. Tuve que pagar un precio caro. Quedarme al lado de un hombre a quien no amaba y quien hizo de mi vida un infierno.

El crio a Olivia como si fuera su hija. Me hizo tener tres hijos varones más. Quienes junto a mi pequeña Olivia. Me hicieron feliz.

Pero llego el momento en el que no pude soportar más a ese hombre. Y me divorcie.

Mi padre me repudio, no pude volver a su casa. Pero si tenía otra salida.

Mi pequeña hija, ya no tan pequeña, se vino a estudiar a Argentina. Y me vine con ella, Clarisa Petrova era una extraditada. Pero conserve mi apellido de cazada.

Pude volver, pensé en que podía empezar mi vida de nuevo. Pero eso no fue posible, el pasado asechaba con perseguirme. Mi oscuro secreto saldría a flote.

Si mis niños se enteran. Si ellos lo saben, ya no me verán con los mismos ojos. Y no quiero perder lo único bueno que traje al mundo. No quiero hacerlo.

 

Olivia.

Presente.

 

— ¿Pero cuando lo supiste? — pregunto Alexander.

Me sentía abrumada. Él me trato tan bien, es comprensivo. Escucho mi historia y nunca me hizo sentir que no me creyera.

Su esposa, es todo lo contrario a lo que mi madre me dijo.  No me grito, ni me hecho. De hecho me dio una taza de chocolate caliente y me hizo sentir cómoda para hablar.

El único problema son mis medios hermanos. La chica en realidad, se fue enojada y no ha vuelto. Y ha pasado mucho tiempo.

— Hace un tiempo — esta iba a ser la parte más difícil y vergonzosa de decir. — Yo  conocí a un chico. Es mi vecino, al instante me gusto y yo a él. Empezamos a salir algunas veces —  relate.

Pero me quede callada. En cuanto vi  a la pequeña pelirroja entrar a la sala, tomada de la mano con un chico alto de ojos verdes y cabello castaña. Quien miraba con terror a los padres de la chica.

— Hasta que al fin apareciste — la regaña su madre. Se levanta del sillón  agarrándose la espalda. Puedo ver a la perfección su panza de embarazo. También noto como Alexander la mira, como si fuera una pieza muy frágil. — No hago un escándalo ahora. Porque tenemos visitas. Pero no saldrás en varias semanas. Ahora siéntate y escucha lo que Olivia dirá, no quiero tu actitud de niña caprichosa y malcriada. — La chica pelirroja se engoe en su lugar y me da una mirada de odio.

Al parecer me llevare mal con mi hermanita.

Julieta mira la mano de la chica y luego mira al joven.

— Hola, perdona mi enojo. Pero Ornella — oh así se llama. — Se comporta como una niña avecés — se disculpa. Luego le da un beso en la mejilla en forma de saludo. —  Un gusto Nicolás, puedes llamarme Julieta. Estamos en medio de un drama familiar, como sales con nuestra hija. Tendrás que formar parte, así que tomen asiento.  Orne has silencio y escucha.

Ambos hacen caso y se sientan. Aunque puedo sentir los nervios del chico cuando cruza mirada con Alexander.

— Olivia continúa.

— Conocí a mi vecino. Estaba como decirlo… Enganchada con él, hasta fuimos a bailar y todo. Pero un día él se topa con mi mama. Y al instante ella me cuenta todo.

— ¡Eres Liv! La Olivia de Ariel—  grita Ornella. Haciendo que todos la miren confusa.




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