Dos Ambroni y un Villagran

Capítulo 65.

Capítulo 65.

Ornella.

Días después del cumpleaños número 1, de Rousi.

Mirko lloraba, lloraba demasiado. Me estoy volviendo loca.

— ¿Por qué lloras ahora? ¿No ves que mami quiere dormir?

Son las cinco de la tarde. Una linda hora para dormir siesta. Más aun cuando  estuve toda la noche despierta estudiando para unos exámenes. Luego ir al colegio, soportar las  preguntas “inocentes” de varios  idiotas. Que decían que solo quise retener a Nicolás y él por lastima se hizo cargo de Mirko.

El llanto de mi hijo se intensifica. Estaba rojo de tanto llorar. Solo quiero que se duerma ¿Es demasiado pedir? Imploro  a la nada.

— Ya se ¿Quieres dar un paseo? — cuestiono al bebé. — Azumo que tu llanto es porque estás de acuerdo.

Lo acomodo en la cama. Mientras me cambio, me pongo un jeans azul clásico. Una camisa blanca con florcitas rosas. Recojo mi cabello en un moño desordenado.

Busco mi celular, les escribo a mis papás diciéndoles que saldré a pasear con Mirko. Papá está trabajando al igual que mamá. Lexa se queda con  ella en las tardes, a la mañana mi pequeña hermana y mi hijo. Son cuidados por nanas.

Creo que si no fuera por la ayuda de mis padres, no podría con todo.

Guardo dinero, las llaves, el celular y un par de cosas más en mi mochila.

Mi hijo había dejado de llorar con fuerza, pero seguía gimoteando. Sus ojos azules miraban a todos lados, hasta que se enfocaron en mí. Siguió llorando pero estiro sus pequeños y gorditos bracitos a mí.

— Mami ya te carga.

 Me pongo la mochila en la espalda. Con cuidado lo tomo en mis brazos.

Doy gracias a que deje el coche en la planta baja, porque hubiera sido muy difícil  bajar con el coche.

 

Unos diez minutos después estoy caminando por la calle. Con un Mirko muy despierto  y callado. Por suerte ya no está llorando. Paro el coche, al hacerlo el empieza a llorar. Lo vuelvo a mover y deja de llorar.

— Dios santo, pequeño eres un malcriado — me quejo riendo. Pero como buena madre sigo caminando.

De paso hago ejercicio, que buena falta me hace. No me quiero descuidar.

Pienso en todo lo que estoy viviendo. No puedo quejarme, mis padres me apoyan en todo. Hasta me hicieron prometerles que no iba a trabajar, con tal de que no dejara el colegio y continuara la facultad.

La única condición que me pusieron fue que estudie y me gradué. Aunque muchos de mis profesores se han decepcionados. Hasta mi querido profesor de matemáticas,  tío de Nicolás, dijo que había echado mi vida por la borda.

Pero estoy más que lista para demostrarles a todos  que puedo. Puedo ser madre adolecente, y podre ser la madre que termina sus estudios a nivel secundario y seré la madre con título universitario que criara un hermoso hijo.

Aunque los comentarios malos y dañinos son más que los buenos. No me importa lo que digan, no me importa lo que los demás lleguen a pensar las personas que no me conocen.

Porque al fin y al cabo, soy yo quien lo cría y no le pido nada a nadie. Salvo a mis padres, pero no es porque me guste ser mantenida. Sino porque por ahora los necesito.

Voy tan metida en mis pensamientos. Que casi choco contra alguien, freno el coche. Espero escuchar el sonido del llanto, pero para mi sorpresa no llorar.

Suspiro aliviada, se durmió.

¡Al fin!

— ¿Ornella? — cuestiona una voz familiar. La cual me hace temblar.

Levanto mi vista, miro a  al dueño de mis pesadillas. Noah.

Esta como siempre, su cabello esta mas teñido de rubio. Le queda horrible.

—No puedes estar cerca mío — es todo lo que digo.

—Lo siento, vos casi me chocas — se defiende. Luego sonríe de forma socarrona. — Me había llegado el rumor de que estabas embarazada. Pero no sabía que ya lo habías tenido.

—Bueno, no me importa — dije sin mirarlo. Porque para ser sincera le sigo teniendo miedo.

— A mi si ¿Qué se siente haber sido  embarazada por un niño rico?

— Púdrete — espeto. Intentando  seguir con mí rumbo y dejarlo atrás.

— ¿Qué? ¿Te duele que sea honesto? Debiste quedarte conmigo.

Lo miro de forma cínica.

— Entre el maltratador machista y el mentiroso. No elijo a ninguno. Hazme el favor de salir de mi camino Noah. O presionare el botón anti pánico y hare que te den prisión domiciliaria por un año.

Para ser sincera yo no tenía el botón. Pero él no lo sabía, y su cara de miedo me lo confirmo.

— Muérete, perra estúpida.

 

Él sale de mi camino y se va. Yo no le digo nada, solo deseo que todo lo malo que me desea. Se le multiplique por mil.

 

—Vamos bebé — digo mientras sigo caminando. Quiero llegar a la seguridad de mi casa.

***

Mirko está sentado en su alfombra de legos, acostado boca abajo. Mientras Lexa le toca el pelo. Ambos bebes ríen. Me imagino que se comunican en su idioma de bebes.

Sigo leyendo el mi libro de química. Tengo un examen muy importante, además de pensar en qué carrera inscribirme. Me pone nerviosa ver a Pablo estudiando para el ingreso de medicina  (faltan como seis meses, pero él está estudiando como loco.)

Yo solo estoy enfocada en tener diez y nueve, quiero cerrarles la boca a todos.

— Recuerden niños. Cada persona que les diga que no pueden, es una boca más para callar cuando logren todo lo que se proponen — dos pares de ojos azules brillantes. Me miran con curiosidad.

Ti— grita Lexa. Aunque mamá intenta hacerla hablar como lo hace Rousi. Lexa a apenas puede  formular monosílabos.

Sigo estudiando. Cuando escucho sonar mi celular.

Me levanto y lo busco en mi mesa de noche. Lo tengo que tener lejos, así no me distraigo.

Es una video llamada. Para mi sorpresa es de Nicolás, siento un vuelco en mi corazón. ¿Algún día lo dejare de querer por completo?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.