Dos Ambroni y un Villagran

Capítulo 67.

Capítulo 67.

Ornella.

— Mami ¿Por qué me tengo que bañar? — pregunta desconsolado mi hijo.

—Porque apestas, este lleno de tierra y mugre — hago como si estuviera pensando. — Ah, también porque yo lo digo.

Mirko frunce el ceño intentando parecer molesto. Pero falla en el intento, ya que se ve absolutamente adorable.

—Pero…

—Pero nada, le tienes que hacer caso a tu mami — la voz de Nicolás, me sorprende. Haciendo que mi piel se erice.

—Ohh está bien.

— ¡No tardes!

Miro la hora en mi celular. Si estamos llegando tarde al cumpleaños de la princesa. Tengo varias llamadas de Ariel, ya que Román no quiere jugar a las princesas con Lexa y Rousi.

— ¿Ya le dijiste a Julieta tu decisión? — pregunta Nicolás.

 Muerdo mi labio con nerviosismo.

—No, cuando llegamos ellos se habían ido.

— Seguro será como una mamá ave y pondrá el grito en el cielo.

—Ojala que no, ya vimos cómo se puso cuando Pablo se mudó con Ana.

Nicolás suelta una carcajada. 

—Sí, no quiero pensar que dirá cuando sepas que te iras a vivir sola.

—Ni yo, aunque no me lo creo. Es un gran paso para mí — le cuento. — En realidad  no me creo que este a nada, de terminar otra carrera.

—A eso se le llama tener un súper cerebro y siempre lo tuviste. Solo que te daban fiaca las matemáticas.

Su sonrisa es picara, yo le regalo la misma sonrisa. Esos recuerdos se ven tan lejanos.

— Y que tus padres te mantengan.

—Eso no tiene nada que ver, si capaz no tuviste que trabajar. Pero criaste a nuestro hijo y mira, tienes a un rojo bien educado y casi tres títulos universitarios. Eso te hace  increíblemente sexy.

Ruedo los ojos. Pongo mis manos en su cadera y lo atraigo a mí.

— ¿Y vos súper papá? Quien se puso los pantalones, un poco tarde, y se volvió el papá del año. Aparte de ser un profesional exitoso. Siempre estuve orgullosa de ti.

Él se inclina para besarme. Ansió tanto volver a besar esos labios, ya me había olvidado como se sentían.

Pero justo antes de que nuestros labios se tocaran. Un grito de un niño de cinco años nos separó.

— MAMI, jabón en los ojitos de rojo.

— ¡Ahora va mami! — grite.

 

***

Llegamos a la casa de Brandon. Y lo único que puedo decir es “WOW”. La entrada se ve fenomenal. Toda la fachada de la casa, está decorada con  globos rosas de distintas tonalidades, combinados con globos dorados.

—Wow, mira los globos mami.

Mirko se quedó estático, con su boquita abierta de la impresión. Miro a Nicolás, quien tiene la misma cara de asombro.

Aunque Mirko físicamente sea demasiado igual a mí, tiene gestos de Nicolás.

— ¡Vamos! — los hago salir de su  ensueño.

 De la mano izquierda sostenía a mi hijo y de mi mano derecha sostenía a Nicolás.

Llegamos a la puerta, toco dos veces el timbre.

La puerta es abierta rápidamente por mi hermano Brandon, quien me mira con cierta desilusión.

—Oh.

Debajo de él, justamente entre sus piernas, se cuela la cumpleañera. Quien hace un puchero al vernos.

— Oh, no es Azul — se queja la pequeña castaña.

—No soy azul, soy rojo — explica Mirko. — Feliz cumpleaños pima — la saluda dándole un beso en la mejilla y el regalo.

—Muchas gracias Mirko — lo abraza con fuerza. Ambos niños ríen y se van corriendo a jugar.

Saludo con un beso a Brandon.

—Nunca vi tanta decepción al verme — me quejo. — Ni si quiera cuando confesé que estaba embarazada.

—Es que…

— ¿Esperabas a alguien más? — pregunto.

—Si — dice apenado. — pero no ha llegado y me siento algo tonto.

— Pero es que lo eres — le afirmo. Rápidamente su sonrisa cambia a una mueca.

— Tú eres… — sus ojos verdes, se enfocan en mis dedos entrelazadas con los de Nicolás. — ¿Qué paso aquí?

Nos miramos con Nicolás. Luego ambos miramos a Brandon riendo. Este mueve su cabeza negando.

—  ¡Ariel! — grita Brandon. Haciendo que los otros invitados lo miren de forma extraña. — Reunión de Dos Ambroni y un Villagrán.

 

Bajando las escaleras, mientras se acomoda la camisa, baja mi hermano mayor. Quien como diría el dicho Es como el vino, mientras más viejo. Más bueno.

— ¿Qué paso? ¿Porque la reunión? — pregunta llegando hasta nosotros. Luego sus ojos se van directamente a  nuestras manos. Siento mis mejillas encenderse. — ¿Qué carajos? — dice sorprendido.

Tomas quien baja ordenándose el cabello. Nos mira, luego me mira. Mira a Nicolás, mira nuestras manos.

— ¡No puede ser! — exclamo atrayendo la atención de todos.

— ¿Qué pasa? — pregunta papá. Quien trae a mi hermanita en brazos.

— ¿Por qué los gritos? — pregunta tío Carlos.

— ¿Por qué están todos reunidos acá? — cuestiona mi madrina, que viene junto a mi mamá.

Ah bueno. Al parecer en esta casa, lo de ser discretos no se aplica.

— Estamos intentándolo, de nuevo — dice Nicolás. Alzando nuestras manos entrelazadas para que todos las vean.

Los gestos de sorpresa, son evidentes.

— Espero que no a tener más hijos — dice papá, en un tono amenazador hacia Nicolás.

— Tal vez en unos años — dice el amenazado.

Lo miro sorprendida.

—Un paso a la vez— susurro. — Bueno ya que saben, sigan con el cumpleaños — digo en voz alta.

Todos me hacen caso. Pero sé que seré atacada con preguntas.

—Ya vuelvo  — le digo a Nico y le doy un beso.

Tomo del brazo a Brandon y Ariel.

— ¿Qué es enserio la reunión? — pregunta Ariel.

— Claro.

Legamos a la cocina. En donde por suerte no había nadie.

— Buenos, ahora dinos ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Estás feliz? — dice Brandon. Sentándose en una silla.




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