Dos veces hasta pronto

el mismo bache dos veces

flashback.

—Son las magdalenas más ricas que he probado. —la felicitó Sam. Por cuarta vez consecutiva en una semana. Luke lo miró con la palabra traidor en los labios.

—¿De verdad? ¡Mañana voy a preparar medialunas saladas! —se emocionó el demonio rubio y pecoso, cuyo nombre, era Zoey Williams.

Era tan insistente que siempre acababa por convencer a Sam de jugar a lo que ella deseaba. A Luke no lo lograba sobornar, pero con tal de que se callase, él se comería cada una de las medialunas y magdalenas imaginarias.

—Es todo falso.—Esa vez Luke no se pudo contener. Miró de mala manera a Sam:— Como el agua, como el té. ¡Y como tus palabras! Hemos perdido toda la semana en estas tonterías, y ahora, seguro, vamos a perder.

No solo estaba enfadado, estaba angustiado. No podían permitirse volver a perder contra Tayson. Ni contra su pandilla de amigos que se había instalado en el patio del recreo desde el año pasado y no nos dejaba salir.

—¿Van a perder qué?—preguntó Zoey.

—Todos los veranos, antes de iniciar las clases hacemos una competencia para decidir quien se quedará con el patio principal del recreo. —le reveló. —Tayson Phillips es un bravucón que solo quiere que su pandilla y él tengan el derecho.

—Este año yo lo voy a vencer y tendrá que quedarse todo el año dentro del salón. —le dejó claro.

—¿No es peligroso que dos personas se tiren de una sola patineta?—Zoey miró a Luke con su mejor cara de intriga.

—Solo lo es cuando ya has cambiado los dientes.

—Pues yo también quiero entrenar. —Las medialunas ya no le parecían tan divertidas— ¡El hada de los dientes vendrá más pronto y por fin la voy a conocer! Soy mas ligera y eso hará que la patineta baje más rápido por la colina.

—¡Esa es una idea increíble!—apoyó Sam, ciertamente apreciaba más sus dientes que un patio de recreo —Ahora vamos a ganar seguro.

L U K E

Cuando era niño desarrollé una teoría peculiar: odiar a alguien se siente peligrosamente parecido a estar enamorado ella.

Cada vez que pensaba en esa persona que me sacaba de quicio, el corazón me daba vueltas como si estuviera en una montaña rusa. La adrenalina se disparaba como si me hubiera tragado un expresso triple. Su cercanía me provocaba náuseas; su distancia, ansiedad. No sabía si estaba en su casa tramando mi sacrificio a los dioses o construyendo un muñeco vudú. Necesitaba tenerla cerca... para vigilarla.

En su momento, odiar a Zoey era como estar enamorado de ella. Y detestaba eso porque no podía quererla, así que me forzaba a dejar de odiarla a pesar de que quisiera seguir haciéndolo. Supongo que por esa razón, ese tira y afloje terminó volviéndose muy confuso.

Me dejo caer en la cama con tanta fuerza que Standly, mi viejo lagarto, casi sale volando. Sisea con fastidio, pero vuelve a relajarse. El teléfono vibra con varios mensajes, pero los ignoro. No quiero leer nada de Sam. ¿Invitarla sin decirme nada? ¿Ocultarlo? Muy bajo. Incluso para alguien que pronto podría estar bajo tierra.

El pensamiento me remuerde. No puedo ignorar a Sam. Mierda, termino buscando el teléfono debajo de la almohada. No es Sam. Es uno de mis hermanos. Y justo el móvil empieza a sonar.

—¿Qué quieres? —respondo sin ganas.

—¿Qué quiero? —responde él—. Un hermano menor que no pareciera que vive constantemente con una varilla metálica en el trasero.

Cambio el teléfono de oreja.

—Te fuiste a Nueva York, entraste en una banda de rock y pensé que ya no ibas a ser tan llorón —murmuro, cargando a Standly para devolverlo a su invernadero—. Pero escúchate, Oliver llora menos que tú.

No hace falta que lo vea para saber que rueda los ojos porque compararlo con su sobrino de siete años le ofendió.

No hay ruido de fondo. Supongo que no está en la discográfica.

—¿Día libre?

—Vacaciones. —corrige—: Sunset no tiene gira durante dos meses, así que Ashley y yo necesitamos aprovechar todo el tiempo posible para terminar con la mudanza.

Sunset es la banda neoyorkina de la que mi hermano, Hayden, comenzó a formar parte en Juilliard, y Ashley es el rubio y parlanchín amor de su vida. Jamás voy a entender cómo la gente no se vacuna en contra de la fiebre de estupiditis que se pega cuando se comienza a salir con alguien. Mi hermano perfectamente podría ser uno de esos anti-vacunas del amor.

—¿Qué cuentas tú? Debes estar ansioso por tu último verano antes de la universidad.

—Me lo han fastidiado con una mala sorpresa. —se me escapa y definitivamente, no es un tema que quiera hablarlo con él. Así que vuelvo al anterior: — ¿Vacaciones? Creí que estabas a tope.

—Y lo estoy, pero... Dakota y Spencer están volcados en los preparativos de la boda. Skyler lloriquea porque no quiere que Ashley y yo nos mudemos lejos. Kai decidió adoptar un gran danés y, en serio, es enorme para un departamento. Piensa que puedo cuidarlo porque nuestro piso es un poco más espacioso, pero aún no le he dicho que eso va a ser imposible porque voy a estar volando a Pittsburgh en un par de días para pedirle matrimonio a mi novia frente al Monte Washington, porque adora las alturas, aunque yo las detesto. Entonces, no sé cómo voy a hacer que todo eso salga bien.

—¿Qué tú qué?

—Estoy pensando en cancelar los pasajes y alquilar una furgoneta.

Me quedo mudo, intentando procesar toda la información que acaba de decir.

—No me lo puedo creer, mi hermano mayor se va a casar.

—Eso si me acepta.

Solo de pensarlo me dan náuseas. Por supuesto que lo va a hacer. Son la pareja más melosa que conozco, prácticamente almas gemelas. Los mejores éxitos musicales de mi hermano llevan el nombre de su novia. Estoy condenado a ser el padrino de una boda rosa y llena de confeti.

—Vas a casarte.

Puede que vaya a casarme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.