flashback
A mitad de curso, cuando estaban más cerca de ser grado junior y dejar la escuela primaria. La noticia que les cayó a Luke y a Zoey uno de los días que fueron a visitar a Sam, les cerró el estómago de golpe.
—Es una porquería —Luke sentía unas ganas insipientes de romper algo.
A su lado, Zoey estaba llorando. Últimamente se sentía muy sensible, quizá porque estaba cercana a la pubertad, quizá porque su mejor amigo había empeorado, o quizá porque la situación en su casa ya no daba para más.
—Después de la operación todo tenía que salir bien. Como es posible que esa cosa....—El nombre que la enferma había pronunciado hace un par de horas, se le hacía difícil de recordar.
—EICH. —le aclaró Luke. Para él, una vez que había buscado todo lo que implicaba la enfermedad en internet, ya se le era imposible de olvidar. —Leí que es una complicación que puede suceder después de un trasplante de medula, puede cronificarse con más operaciones.
—¿Eso significa que lo tendrá para siempre?
No quiso levantar la cabeza y decirle que sí. Que muy probablemente lo sería porque justamente ahora, Samuel estaba otra vez a la espera de una operación nueva.
—Significa que Sam necesita sentir que nos tiene ahí, para lo que sea.
—Voy a buscar hadas en el jardín de casa y les pediré por él.
Luke había descubierto que esa era la forma en que Zoey encontraba consuelo los últimos meses. Le había parecido absurdo antes, pero en ese instante, él también se aferró a esa idea con todas sus fuerzas. Luke cerró los ojos, inspiró profundo y pensó: Que los médicos se hayan equivocado y no sea leucemia. Por favor, si de verdad existen, que Samuel esté igual de sano como siempre.
L U K E
A la mañana siguiente, nos despertamos temprano bajo un cielo claro. Después de desmontar el campamento, avanzamos hasta la zona de recepción y estacionamiento, donde Filmore ha pasado la noche. Devolvemos la carpa que habíamos alquilado y, para nuestra sorpresa —la única buena gota de suerte que hemos tenido hasta ahora en el viaje— encontramos a Sophie y Sam haciendo lo mismo.
—¿Qué te dije? Sobrevivieron —exclama Sam, dándole un golpecito en la espalda a Sophie justo cuando nos acercamos.
—Estábamos pensando en activar un plan de búsqueda y rescate —nos saluda, preocupada—. Samuel estaba casi convencido de que un oso había hecho una barbacoa con ustedes dos.
La veo sacar de su mochila bocadillos que nos deja al alcance. No nos deja tomar ninguno hasta que nos hace un chequeo rápido y se asegura que no nos falta ninguna parte.
—Si el destino me hubiera llevado a un oso, el que hubiera disfrutado la barbacoa seria yo —aclaro, eligiendo uno de los emparedados.
—Con esas patadas estilo Jackie Chan seguro que lo dejabas en el suelo —me reprende Zoey, a lo que le muestro el dedo medio.
Ahí mismo se termina la discusión. Los dos nos enfocamos más en poder devorar nuestro almuerzo.
—¿Acaso estoy presenciando un milagro? —le susurra Sam a Sophie mientras nos ven comer—: ¿No te llegó una notificación de Mercurio retrógrado en tu horóscopo o los abdujeron los extraterrestres?
—Astroword debe estar enloqueciendo. —asegura, igual de sorprendida.
Miro de reojo a Zoey. Pareciera que predijera mi reacción, porque me mira de la misma forma y frunce el ceño.
—Cállense.
Pero Samuel está mucho más interesado en averiguar que tan rápido puede tentar a la suerte que hacerle caso.
—De verdad me interesa saber cómo aguantaron la compañía del otro y no se lanzaron a un lago mutuamente.
—La verdad es que estábamos demasiado ocupados tratando de sobrevivir a la tormenta. Pero nada ha cambiado —respondo. Y eso hace que el ambiente deje de ser tan amigable.
Se supone que no la reconozco. Que todavía estoy enfadado por la forma en la que nos dejó tirados. Pero, de vez en cuando, me muestra destellos de un a Zoey a la que sí reconozco, y necesito que pare.
—Nada ha cambiado, salvo mi forma de ver el reciclaje. —aclara esta, en voz alta. Mi brusquedad no la incómoda esta vez —Jamás voy a volver a tomar agua en una botella de plástico. ¡Luke usó la mía para orinar!
Los otros dos sueltan una carcajada, y aunque ahora parece que todo está bien, no soy capaz de unirme a la gracia. Es evidente que las cosas empiezan a mejorar, pero no es suficiente para decir que ya todo está olvidado. No soy una persona fácil de convencer; menos aun cuando alguien ha hecho daño a los míos y quiere que lo deje estar en solo un par de horas. Está muy equivocada si piensa que eso será suficiente para restaurar lo que se rompió.
Es hasta el atardecer que la furgoneta vuelve a pisar la carretera.
—Muy bien, ¿hacia dónde vamos ahora? —pregunto cuando subimos todos a la autocaravana.
El motor ronronea suavemente y entra un aire fresco por las ventanillas abiertas apenas nos ponemos en marcha.
—Como nuestro destino es el Gran Cañón y tenemos que pasar sí o sí por Colorado, había pensado en hacer una parada en Aspen —responde Sophie con timidez.
Recuerdo una vaga conversación que me recuerda que ella es oriunda de allí y que eso probablemente le produce nostalgia.
—¿Aspen no es la ciudad del frío demoledor? —pregunto, tratando de recordar lo que he oído sobre ese lugar.
—Exacto —confirma ella. La mayoría de la gente vive de los centros de esquí turísticos. Mi hermana trabaja en uno y, si tenemos suerte, podría hacernos un descuento en el hotel.
—¿Hotel? —repite Zoey, sorprendida.
—No sé ustedes, pero mi espalda ya no recuerda lo que es un buen colchón. —respondo yo.
—A mí me gusta la idea de aprender a esquiar —dice Sam, emocionado.
—Puedo enseñarte si quieres —ofrece la rubia, que ha decidido sentarse en el asiento del copiloto a pesar de mis quejas—. Aprendí un poco en Minnesota.