Dos veces hasta pronto

Saint Louis

flashback

—Sam va a estar bien—le susurró Zoey dos días después.

—¿Se lo consultaste a las hadas y eso te dijeron?

Iban caminado juntos hacia la escuela, últimamente ya no les molestaba la compañía del otro. Zoey ladeó la cabeza.

—Porque estamos juntos, ¿recuerdas? Mejores amigos por siempre.

Por primera vez, ella lo abrazó y le pasó una mano encima del hombro. No había nadie cerca, nadie que fuera testigo de la amistad que había nacido y que ninguno de los dos afirmaría en voz alta.

No sabían cuánto tiempo dudaría esa especie de tregua entre los dos, pero al menos les quedaba aquella certeza: Para Sam, siempre los dos estarían su lado.

Z O E Y

Puede que haya mentido un poco, pero eso todavía no se va a descubrir.

A las 06:30 de la mañana, me escapo del asiento del copiloto y me deslizo hasta el fondo de la furgoneta. Paso por el sofá cama sin despertar a Sophie o a Sam y saco mi libreta, la que he tenido guardada desde que salimos de Pittsburgh, y dejo que el lápiz dance sobre el papel.

No busco a Eleonor Mcgomery para recibir sus consejos; deseo que lea uno de mis textos y me diga si realmente vale la pena arriesgarlo todo por un sueño. No recuerdo exactamente cuándo la escritura se convirtió en algo esencial en mi vida, pero desde que llegó, nunca se ha ido. Al principio, escribía cuentos solo para mí, pero pronto sentí que un cuento era demasiado corto para lo que quería expresar. Los cuentos se convirtieron en historias, y las historias en manuscritos. Un día, descubrí una plataforma en internet donde la gente publicaba lo que escribía de manera anónima. Y a partir de ahí, descubrí que quizá no se me diera tan mal después de todo.

Trazo el borrador del nuevo capítulo y los elementos esenciales del escenario. La inspiración me abraza y me siento preparada para retomar la historia de Nate y Hope, los protagonistas de "Escapando de sus besos". A pesar de que su viaje ha estado en pausa debido a mi bloqueo creativo, los lectores no han parado de preguntar por novedades. Su interés me llena de emoción, pero también me genera culpa que la trama no avance. Decidí no escribir otro capítulo hasta tener claro cómo concluir sus problemas, porque no quiero un final simple para la historia que he creado con tanto cariño.

No obstante, dejo un párrafo a la mitad cuando levanto la vista y veo que Sophie se remueve en sueños. No pasa más de minuto y medio cuando despierta y por el ruido también saca de la ensoñación a su compañero de colchoneta.

—Buenos días —se despereza —¿A cuánto estamos de llegar?

La pregunta en realidad va para Luke, que se quita los auriculares y le responde:

—A no más de veinte minutos.

Miro por la ventana y, en efecto, ya estamos en la ciudad. La autocaravana se desliza suavemente por las calles, y mientras mis ojos recorren los edificios, la silueta del Gateway Arch, imponente y elegante, se recorta contra el cielo. No puedo evitar sentir una mezcla de emoción porque en este mismo momento, Eleonor Mcgomery debe estar pisando la misma fachada histórica que yo.

Aparcamos en una estación de servicio estratégicamente ubicada y bajamos para comprar provisiones y estirar las piernas. Comenzamos a explorar las calles y nos perdemos en varias tiendas. Primero, visitamos The Hill, la famosa calle italiana, donde desayunamos en un restaurante de baguettes y tostadas. Después nos dirigimos hacia el Palacio de Justicia, que nos acerca a la gran atracción que define a la ciudad de las letras.

—Este lugar es precioso —dice Sophie al llegar al Arco gigante, el emblemático monumento que ofrece vistas del río Misisipi, la ciudad y el Estado de Illinois al otro lado.

La brisa suave acaricia nuestro rostro mientras miramos hacia arriba; el Gataway Arch brilla bajo el sol, y me siento como si estuviera frente a un patrimonio histórico. Nos subimos para disfrutar de la vista de mejor forma. Desde la altura, la vista del río Misisipi, serpenteando a través de la ciudad, es simplemente deslumbrante, las aguas reflejan los edificios, creando un espejo perfecto que duplica la belleza de Saint Louis.

Todo se ve distinto. Pero no por eso menos maravilloso.

—Deberíamos sacarnos una foto —sugiere Sam, admirando la vista—No sabemos si en las próximas paradas habrá algo tan espectacular.

—Las fotos son para turistas —refunfuña Luke.

—La cámara no se romperá por un día que poses delante —replica Sam, mientras le lanza una mirada de "no seas aburrido".

Finalmente, Luke cede, y le pedimos a una pareja de turistas que pase por ahí que nos tome la foto. Nos colocamos en fila: los cuatro, con el río Misisipi como telón de fondo.

Sophie me abraza y saca su teléfono para hacerse una foto conmigo.

—Me voy a ofender un poco porque conmigo no te has sacado ninguna —rezonga Sam, pero su mirada burlona está más dirigida a Sophie que a mí.

Ella se pone roja como un tomate maduro. Sam se divierte al ver su reacción. Termina de sacarse la foto conmigo y posan juntos. Samuel pasa la mano por su cintura, y el rostro carmesí de Sophie se vuelve más rojo.

—Pónganse los dos juntos, que así también les sacamos una foto —insiste la pareja italiana, señalándonos a Luke y a mí con un acento que suena como música.

—No hace falta —rechaza este, que hasta el momento observaba la escena con sigilo.

—Es que hay demasiada gente —insisto.

La mujer rubia, sin embargo, no se rinde.

—No importa. No siempre se tiene la oportunidad de hacer un viaje con amigos y pareja —dice, apuntando con su dedo hacia Sam y Sophie, que, en su infinita capacidad de crear incomodidad, se ponen de acuerdo y juegan a ser una pareja frente a ellos dos.

—Vale, está bien —acepto, y le sorprende que así sea.

Tiro de su brazo antes de que pueda protestar y acortamos la distancia. Siento su perfume, la temperatura de su piel rozando la mía y burbujas en el estómago por los nervios.




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