Dos veces hasta pronto

Aspen, lugar de nieve y discusiones

flashback

—¡Por favor, por favor, por favor! Tú tienes más experiencia. Primero pruebo contigo y, si todo sale bien, no le romperé un diente a Sam.

—No quiero darle un beso indirecto a Sam. —se opuso, con el ceño fruncido. Después pensó un escenario peor: —No quiero besarte.

—¿Tan fea te parezco?

l ceño de Luke se frunció ante la disyuntiva y se sintió acorralado.

—No eres fea, solo... eres tú.

—Me gustaría hacerlo bien para el día que bese al chico de mis sueños. Y sé que Sam tiene las mismas dudas; me gustaría que su primer beso también fuera un bonito recuerdo.

—Solo durará una milésima de segundo. —empezó a arrepentirse apenas las palabras salieron.

Zoey asintió.

—Si sacas la lengua, te la voy a morder.—le advirtió. Si Zoey hubiera escuchado lo rápido y fuerte que le latía el corazón, se habría quedado de piedra. Aun así, Luke se contuvo para no parecer nervioso

—Y nada de contárselo a nadie. Para el resto del mundo, yo sigo repeliendo a Zoey Williams.

Sonrió, como si hubiese tenido la mejor idea del mundo. Eliminó la poca distancia que quedaba entre nuestros labios y pegó su boca a la mía con un beso que hizo reventar mi pecho. Entonces, besé por primera vez a Zoey Williams.

Z O E Y

Subimos a la autocaravana con la esperanza de alcanzar Aspen antes del atardecer. Sin embargo, la atmósfera se siente densa, casi cortante. Es frustrante, especialmente porque hemos logrado avanzar significativamente en los últimos días. Podíamos mantener conversaciones de más de cinco minutos —puede que no pasáramos esos cinco sin discutir— Pero todo marchaba bien. Hasta que decidió entrometerse en mis cosas y revelar algo que nunca debió salir a la luz.

Ahora estamos atrapados en un nuevo juego: ver quién puede ignorar al otro durante más tiempo. Parecemos maestros en esto, y ninguno está dispuesto a ceder.

—¿Por qué no hacemos algo divertido? El ambiente está tan pesado —propone Sam, rompiendo el silencio.

Lo veo a Luke encogerse de hombros, visiblemente molesto.

—Podríamos jugar a las veinte preguntas —sugiere Sophie—. ¿Quién empieza?

—Zoey, ¿por qué no comienzas tú? —insinúa Sam.

—La verdad, no tengo ganas de jugar.

—Entonces empiezo yo —anuncia Luke. Siento un alivio, pues sé que no insistirá en que yo participe. Está claro que no tiene interés en hacerme preguntas. Sin embargo: —¿Piensas que soy un bueno para nada desde que nos conocemos, o te toma un par de días darte cuenta?

Siento la cara roja de molestia.

—¿Es parte de tu personalidad revelar secretos ajenos, o solo te parece divertido cuando me jodes a mí?

Sus ojos azules se fijan en los míos y ambos nos mantenemos en un duelo silencioso. Nadie cede.

—De acuerdo, juguemos al "veo veo". —Sam interviene.

Hace el ademán de comenzar el siguiente juego. Sin embargo, lo que queda del viaje es una mezcla de silencio y enojo que se convierte en un pasajero más en la furgoneta. Mientras tanto, el paisaje se vuelve más escarchado conforme nos alejamos de la carretera y nos adentramos en la ciudad invernal de Aspen. El frío no tiene piedad, congelando los hierbajos y árboles que crecen a los costados. La nieve cubre los arcenes y espolvorea las copas de los árboles, así como las frondosas ramas del denso bosque que nos rodea.

Siguiendo las indicaciones del GPS, logramos llegar a las puertas de un enorme hotel de cuatro pisos al pie de una montaña rocosa. Aparcamos en la zona de estacionamiento y nos bajamos para sacar las maletas del maletero. El frío cala mi cuerpo desde que mis zapatos tocan la nieve, y me arrepiento de no haber dejado los abrigos y guantes a mano en la furgoneta.

Lucho por arrastrar mi maleta por el único sendero sin nieve que nos conduce hasta el hotel. Mis manos congeladas tiemblan y, más de una vez, la maleta acaba en el suelo. Sam y Sophie tienen problemas similares con sus propias maletas. La mía vuelve a caer por tercera vez cuando accidentalmente choco contra el hombro del oji-azul.

Levanta la vista, pero hace como si nada y continúa su camino.

Mi ceño se frunce. No puedo creer que ahora sea él quien esté enfadado conmigo. Camina un par de metros por delante cuando su maleta resbala de entre sus manos y se desliza a mi lado, llegando hasta mis pies.

No me detengo a ayudarle tampoco.

Decido no ceder ante la presión, ni tampoco ante las horas que han pasado desde su "Ley de Hielo". Si él puede ignorarme dentro de la furgoneta y deslindarse de mi existencia, yo también puedo hacer lo mismo con la suya, independientemente de que Sam y Sophie intenten mediar entre nosotros.

Mis pensamientos se desvanecen en el aire frío cuando llego al recibidor exterior del hotel.

—¿Tu hermana trabaja en un hotel cinco estrellas o qué? —espeta Luke, sorprendido al ver la fachada del lugar.

Sam se queda boquiabierto y mi reacción no es diferente.

—Y espera a ver cómo es por dentro —le responde Sophie, con una sonrisa anticipada.

El recibidor de la entrada es amplio, con un suelo de madera encerada que refleja la luz de las lámparas. En el centro hay una fuente que murmura suavemente, rodeada de sofás rojos y una zona de bebidas calientes, donde un camarero sirve a los huéspedes. La mesa de recepción está decorada con detalles dorados y, a ambos lados, hay ascensores que conducen a las habitaciones.

Nos acercamos a recepción, y Sophie toma la iniciativa. Saluda a la chica detrás del mostrador y yo me quedo maravillada por el lujo y el brillo del lugar. Después de unos minutos, regresa a nosotros con cuatro tarjetas y una sonrisa triunfadora.

—Habitaciones dobles en el tercer piso —indica, entregando cada tarjeta—. Mi hermana está trabajando en la estación de esquí, estoy emocionada de verla.




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