flashback
—¿Qué sucedió? —Luke sentía el corazón aún algo desbocado y la sangre muy revuelta cuando su padre le hizo esa pregunta al doctor Phillips a llegar al hospital.
—La EICH provocó tejido muerto en los pulmones. No lo detectaron a tiempo y ahora necesita una operación de urgencia. La cosa pinta mal.
Luke sintió en sus tripas y en todo lo que lo rodeaba el temblor, el desequilibrio y el vértigo en esas palabras.
—¿Que tan mal?—la pregunta salió de él.
—Es una operación arriesgada, si Sam sobrevive, estará entubado un tiempo.
A pesar de que odiaba al padre de Tayson, en ese momento le agradeció por ser el único adulto que le decía las cosas con franqueza, sin esconderse tras las apariencias, sin omitir la verdad solo por su edad.
—¿Y Zoey? ¿Ya llegó? —la pregunta salió de sus labios sin que pudiera detenerla. Jamás imaginó que alguna vez esa frase sería parte de su vocabulario. Sin embargo, antes de que pudiera arrepentirse o replantearse lo absurdo de su inquietud, el doctor Phillips respondió con la misma sinceridad de siempre:
—Ojalá pueda hacerlo. Francamente, no estoy seguro de si a su amigo le queda mucho tiempo.
Z O E Y
—¿No cenamos juntos, entonces? —pregunto, intentando ignorar mi inquietud.
—Claro que no —Sophie me reclama—. ¡Tienes una cita con un supermodelo!
Quizá «supermodelo» sea un término exagerado. Pero, sinceramente, nadie con dos dedos de frente puede decir que no resulta ser un chico atractivo. Moreno, de ojos color chocolate, alrededor de 1,80 metros, todo eso combinado con un estilazo innegable y unos rizos que parecen haber sido cuidadosamente despeinados.
—Es una pena, porque es muy improbable que haya otro bufé como este durante el viaje —se lamenta Sam.
Pasamos dos horas en la nieve esquiando y probando las diferentes pistas de la montaña. Ahora, todos bajamos de nuevo al hotel hambrientos y cansados, exceptuando a Hayacinth, que tuvo que seguir trabajando.
—Puedo atrasar la cita una hora para ir a cenar con ustedes —comento, con la verdad en la lengua. —Realmente me muero de hambre.
—Ya vas a comer —escucho murmurar a Luke, desde el fondo de nuestra marcha.
—Aunque luego deberías volver a subir a la habitación para cepillarte los dientes —advierte Sophie. Y yo asiento, tiene razón.
—Créeme, el dolor de espalda no merece la pena. —escucho decir a Luke.
Instintivamente, echo un poco los hombros hacia atrás para corregir la postura y lo miro con la peor de mis caras.
—¿Eso que has dicho fue un comentario con doble sentido? —lo encaro.
Alza las palmas en un gesto de paz, parece usar cualquier mínima excusa para tocarme las narices y molestarme, como si causarme incomodidad le proporcionara una extraña y perversa diversión.
—Vayamos a cenar ya. Ese platillo de mariscos te va a mantener ocupada toda la noche.
Yo, muy racional, hago mueca con mi cara imitando sus gestos.
—Cameron —le corrijo—. Su nombre es ese.
—Eso mismo dije yo. Cameron, camarón, merluza, sardina.
—Déjalo —interviene Sam—. Debe estar molesto porque tú tienes una cita, pero él no se ha encontrado con Cassie.
Pensé que ya no volvería a oír hablar de ella, pero entonces recuerdo parte de su conversación en Saint Louis y un comentario en específico: "un lobo solitario también puede volver a tomarse un café con una vieja amiga" y se me pone la piel de gallina.
Me pregunto si será tan tonto como para volver a caer en sus garras y olvidar todo lo que hablamos en la furgoneta. Cassie solo lo utilizaría. Me resulta inverosímil que no sea consciente de ello.
Al llegar a la entrada del hotel, se dirigen directamente al bufé para cenar, mientras yo subo a la habitación para ducharme y quitarme el frío. La ansiedad me invade; es la primera vez en mucho tiempo que tengo intención de salir con un chico. Pero Cameron me parece un chico dulce y educado. Para que me sintiera más cómoda, incluso ofreció encontrarnos en el restaurante del hotel y se aseguró de que no pensara que intentaba secuestrarme.
Después de ducharme, elijo un suéter azul, una falda negra y medias gruesas. No tengo ropa para salir; mi maleta está llena de prendas invernales y, aunque traje un vestido, hace demasiado frío para usarlo.
A las 8:15 salgo de la habitación y veo a Cameron esperándome en la puerta del ascensor.
—Sin el abrigo enorme y la gorra de invierno que cubría toda tu cabeza, eres aún más bonita —dice al verme, sonriendo.
Le devuelvo el cumplido. Su guiño me pone roja de la vergüenza.
Bajamos en el ascensor rumbo al restaurante. En el camino, me cuenta que su apellido es Becker, que trabaja en el hotel desde hace años porque vive en un pueblo cerca de las montañas y que forma parte de un gran equipo de hockey sobre hielo. Me pregunta de dónde soy y, por un momento, dudo entre decir Minnesota o Pensilvania.
—Soy de Minnesota — digo finalmente—. Aunque en realidad crecí en Pensilvania. Estoy de viaje con unos amigos; los chicos que viste antes.
—Pensé que uno de ellos era tu novio. Resulta extraño encontrarse con una chica tan atractiva que esté sola.
—No he tenido pareja en años. Luke y Sam son amigos de la infancia, aunque, bueno, uno de ellos sigue actuando como un crío.
—¿Te refieres al que estaba detrás de ti en la fila?
Asiento. Al llegar al restaurante, Cameron se acerca cortésmente a una empleada para confirmar nuestra reserva.
—Parecía un poco irritable —dice—. La verdad, te compadezco por tener que viajar con alguien así. Yo no podría soportarlo.
—No es para tanto —me defiendo—. Luke puede ser pesado a veces, pero no es mala persona.
Damos por zanjado el tema. Me doy cuenta de que hablar de otro chico en una cita no es precisamente «arrasar con ella». Echo un vistazo a la carta y él se da cuenta.