flashback
—¿Como estás? —le preguntó a Samuel el primer día que este podía recibir visitas.
—Me duelen los pinchazos y me muero de ganas de unas hamburguesas. —respondió su mejor amigo. Luke sonrió, aunque esa sonrisa se esfumó cuando se acercó a abrazarlo y sintió sus miedos
—¿Se puede licuar y pasarla por esos tubos?
—Ojalá se pudiera. —Sam se encogió de hombros, tenía los ojos cansados y estaba exhausto. pero ese día quería ver a sus amigos— ¿Y Zoey?
Se dio cuenta que algo iba mal cuando vio como Luke se perdía la oportunidad de rodar los ojos y reclamarme que con su presencia era suficiente.
—Ella...se ha do un tiempo.
—¿Nuestra Zoey se marchó? —Tuvo que repetir la pregunta porque estaba muy seguro que o había oído bien.
—Sus padres se separaron y decidió irse con su madre a Minnesota. No sé por qué lo ocultó.
—Zoey jamás nos haría eso. Somos un equipo ¿lo recuerdas? Estoy seguro que si la llamamos, nos explicará bien que sucedió.
Luke asintió, decidió que era mejor que Samuel se mantuviera positivo, pero él sabía que eso que el deseaba no iba a suceder. Sin embargo, Necesitaba que Sam siguiera creyendo en sí mismo, en sus posibilidades, en que su vida de verdad iba a ser extraordinaria el día que saliera del hospital.
Pero muy adentro suyo, Luke sabía que quien de verdad necesitaba creerlo era él.
Z O E Y
Me alejo de la piscina donde el calor del agua y la humedad hacen que la luz se difumine. Siento el agua vibrando en mis venas, no sé por qué.
Mientras me sacudo las últimas gotas de agua que cuelgan de mi piel, mi teléfono vibra en el borde de la toalla. En la pantalla aparece el nombre de mi madre y el escalofrío que me recorre me dice que no puedo ignorarla otra vez. Si esto continúa, terminará volando hasta aquí.
Sujeto el teléfono con firmeza, introduzco la contraseña y contesto, sin estar preparada para lo que vendrá.
—Hola, mamá.
—¡A qué buenas horas! —me regaña, y su voz resuena como un eco en la arquitectura del hotel —Estaba preocupada por ti. No me has devuelto ninguna llamada.
—La señal es muy mala.
Mi vaga respuesta genera un silencio entre nosotras que solo se interrumpe por el ruido de la televisión que se escucha de fondo.
—Tienes suerte de que tu padre me mantenga al tanto. Tienes que ser más responsable. No puedo estar con el corazón en un puño todo el día —afirma con la seriedad de quien lleva un reloj cardiaco en la muñeca—. ¿Cuándo volverás para ponerte al día con el curso de apoyo?
Muerdo el costado de la mejilla y un suspiro silencioso escapa de mis labios. Sé que mi respuesta será un trueno en su tranquila tormenta.
—No voy a volver a hacer el examen de ingreso a Carleston. Me voy a quedar.
—Lo que sucedió fue un desastre, pero todo el mundo ya lo ha olvidado. Te darás cuenta de que, si te esfuerzas más, estudias el doble y dejas de lado las distracciones, conseguirás...
—No voy a volver, mamá.
Inspiro profundamente. Mis mechones de cabello húmedo me tapan los ojos y una gota de agua resbala por mi frente, deslizando por la punta de mi nariz antes de caer al suelo, como si ella también decidiera rendirse.
—Me da mucha pena que desperdicies tus habilidades.
—Sí, lo sé. Eso no cambiará mis planes.
—Si no quieres volver por culpa de Gavin, Aaron y yo hemos hablado y estamos dispuestos a pagarte un piso.
—No quiero nada de Aaron —le respondo, secándome la mano, empapada en agua—. Es un buen tipo, pero no es su trabajo intentar convencer a la hija de su mujer.
—Es que no estás pensando con claridad —insiste—. Ya has demostrado en una ocasión que no sabes hacer las cosas como es debido.
—Ya es tarde, mamá. Estoy agotada, voy a colgar.
—¿Tan pronto? —Suena decepcionada.
—Quiero estar fresca para mañana.
—Vale, está bien. ¿Vas a tener en cuenta mis palabras? Aaron está dispuesto a pagarte la residencia que prefieras si el problema es compartir techo con su hijo. Él mismo sabe lo difícil que puede resultar. Pero, al final del día, Gavin te hizo un favor: la mentira nunca es la solución a nada.
Y ocultar un secreto tampoco, pero ese error todavía lo sigo cometiendo, porque soy incapaz de defraudar la confianza de Sam. Sin embargo, el tic-tac sigue sonando, y siento que cada segundo lo acerca más a un desenlace inevitable.
—¡Los separaste!
El grito que se alza frente a mi cara me hace salir de la siesta.
Parpadeo, atontada.
—Los has separado. —repite Sophie, enfadada.
—¿A quién he separado?
—¡A Nate y a Hope! Y cuando mejor estaban... ¡Les has roto el corazón, maldita desquiciada!
—Ah, es eso... —murmuro, mientras me acomodo en el sofá cama.
Mis sueños de conocer a Timothée Chalamet se desvanecen tan rápido como el aire. Sophie me observa con el ceño fruncido, como una madre exigente que pide un deber cumplido.
—¡Quiero que vuelvan a estar juntos al final! —exclama. Hace un gesto dramático con las manos—. Es cruel de tu parte hacerles eso a tus lectores. ¡A tu amiga!
He cedido a mis sentimientos y he separado a los protagonistas poco antes del final de la historia, pero lo hice pensando en una posible secuela. Sin embargo, esa idea todavía está en proceso y Sophie no lo sabe. Insistí para que me dejara tener el borrador completo antes de dárselo a leer. Pero ella porfió el doble para ser la primera lectora beta. Jamás imaginé que en menos de un par de horas lograra zamparse los veinte capítulos completos y los últimos borradores escritos a mano.
—Prometo que voy a darles un buen final cuando encuentre inspiración suficiente para no quemar las hojas.
—Faltan unas tres horas para llegar a Utah. —reprende. — Tienes tiempo suficiente para encontrarla.
Y me deja sobre la mesa un par de hojas y un vaso con líquido. Observo que también hay un emparedado y bocadillos de atún.