Dos veces hasta pronto

Recuerdalo

flashback

—¿Le has preguntado a su padre?

Luke asintió.

—¿Y la has llamado esta semana?

Le dijo que sí.

—¿Y si probamos mandar una carta por correo?

Sam había salido de la operación hacía tres semanas, y había tenido todo ese tiempo para pensar de qué manera podían contactar a Zoey para saber que había pasado. Se mantenía positivo, sabía que, en algún lado, habría un motivo valido.

Por otro lado, Luke había aprendido que el dolor era menor cuando el vaso estaba vacío desde el principio, en lugar de ver cómo el agua se evaporaba

—Ella no quiere saber de nosotros Sam. Nos dejó.

Se esforzó por alejarlo, por ocultarlo, por ignorarlo. Pero estaba tan asustada, tan enojada, tan decepcionada, que todos sus intentos fueron en vano.

—Es imposible que Zoey haya hecho esto. Es nuestra amiga, no se iría sin despedirse, no se iría habiendo hecho una promesa.

Su imagen flotaba entre los dos como la de un fantasma.

—Pues supongo que nunca fuimos tan amigos como pensábamos que éramos.

L U K E

El sol derrama su luz dorada sobre la carretera. Esto crea un juego de sombras danzantes que se proyectan sobre el asfalto mientras la camioneta avanza. Aún quedan unas ocho horas para llegar a Las Vegas, y si el coche aguanta sin quejarse, podríamos capturar la esencia de la vibrante vida nocturna que promete la ciudad del pecado esta misma noche.

—Debí haber apostado por tijera —murmura Sam, mientras se acomoda en el asiento del copiloto.

—Siempre eliges lo mismo —le respondo, escuchando el sonido del coche debajo de nuestros pies.

—Y siempre pierdo. No sé por qué me dejas el azar a mí. Al final, tú eres más tonto que yo.

Y tengo que darle la razón: perdimos la apuesta contra ellas. Decidimos con un juego de piedra, papel o tijera quién se quedaba despierto y quién descansaba. Zoey me derrotó con su tijera. Sam y Sofía empataron hasta que Sophie lanzó su carta maestra: papel sobre roca.

—De todos modos, Sophie se merece un descanso. Después de todo, se ocupó de conseguir nuestras habitaciones en un hotel de cuatro estrellas. Y ahora también encontró uno a buen precio en Las Vegas. — justifica su derrota —Y no olvidemos que es ella quien cocina para nosotros.

—Sí, claro. Sigue con tus pretextos para no admitir que le diste la victoria solo porque te gusta.

—¿Es mala idea pensar que ella puede estar sintiendo lo mismo por mí? No me mires como si estuviera loco, estoy un dieciocho por ciento seguro de que me está mandando señales, y eso, para mí, es estar bastante seguro.

—Casi-casi una apuesta segura. —contesto. Lo que hace que me mire mal —No te habías interesado en nadie de verdad desde que éramos críos.

—Oye —se pone a la defensiva —he tenido mis cosas. Salí con la fotógrafa del anuario y con la amiga de Cassie.

Su mirada cae sobre mí, y le doy un gesto incómodo.

—No me hagas recordar a Cassie cada dos minutos.

Veo cómo se le ilumina la cara, en el espejo.

—¡Estás celoso!

—¿Celoso de qué?

—De que he encontrado el amor mucho antes que tú. —sonríe triunfante.

—No, gracias. Prefiero centrarme en la gasolinera que estamos buscando.

—Yo no llevaré a mis hijos a ver a su tío Luke en un piso lleno de cervezas y un perro bulldog. — replica, cruzándose de brazos.

—Les encantaría ese piso. —señalo. —Va a estar lleno de videojuegos y comida chatarra que sus padres les prohíben.

Y de repente, ese brillo feliz y burlón desaparece:

—Yo dejaría que mis hijos probaran comida chatarra de vez en cuando, pero no creo llegar a conocerlos.

—No te vas a morir, Sam.

—Voy a casarme dentro de un hospital y mi luna de miel será en una de esas cabinas tomográficas —responde, dejando escapar un suspiro exagerado.

—La parte buena es que siempre verás a Sophie luciendo su traje de enfermera.

Me lanza una mirada esperanzada y vacilante:

—Prométeme que no vas a estudiar para ser psicólogo, consolar a la gente se te da fatal.

Estoy tan acostumbrado a verlo como el protón positivo que es, enfocado siempre en lo bueno y transpirando optimismo, que escucharlo hablar así resulta ajeno.

—Hablando en serio —Todo mi cuerpo se pone rígido a media que las palabras salen de mi boca. —, vas a recuperarte y entrar en la universidad de medicina que tanto te gusta. Vivirás tus mejores fiestas universitarias y beberás tanto alcohol que tu única visita al médico será por intoxicación etílica. Harás todo eso porque eres un protón positivo que nunca se apaga. Tienes la energía suficiente como para tener encendido a todo el hospital.

—¿Y si en el fondo no lo soy? —replica—. ¿Y si eso es lo que yo pensaba también, pero al final no?

—¿Eso es lo que crees?

—No lo sé —reconoce, con dudas—. Llevo una época en la que me noto apagado. Intento fingir que no es así para no preocupar a nadie, pero me cuesta estar tan optimista y entusiasta como siempre.

Y que se sienta así me resulta lo más normal del mundo. Lo que tiene que vivir cada día es una lucha que muchas otras personas no estarían dispuestas a soportar. El sí, y eso lo hace fuerte.

—Nadie espera que seas feliz todo el rato. A veces también necesitas venirte abajo y que otros te escuchen. Todos tenemos momentos malos, incluso aunque seas la persona más positiva del mundo. Eso no debería llenarte de dudas, Sam.

—Empiezo a arrepentirme de lo dicho, sí serías un buen psicólogo. —bromea con ganas.

—Yo no tengo pillado eso de la inteligencia emocional —descarto la vocación muy rápido—Además, si sigo los pasos de mi madre, me besará la cara cada que consiga un paciente nuevo, mejor paso.

—Eres un gran amigo, Luke. —dice en voz baja. Luego se aclara la garganta y dice más fuerte: —Recuerda siempre, ¿sí?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.