Dos veces hasta pronto

Antes de morir

flashback

—¿Otra vez solo?

La pregunta del profesor ya no molestaba a Luke.

—Nadie quiere hacer equipo conmigo, señor.

A pesar de que de antemano, sabía la respuesta, Luke no impidió que el hombro consulta en voz alta a sus demás estudiantes si alguien quería a Luke en su equipo.

Nadie levantó la mano, todos los equipos estaban llenos.

—Puedo trabajar solo, señor. —insistió.

Notaba un peso sobre los hombros del que él mismo tiraba hacia abajo con tanta fuerza que era imposible dejar de percibir su existencia. ¿Pero, se arrepentía? La respuesta era muy sencilla, por supuesto que no. Algún día, la secundaria terminaría, iniciaría la preparatoria y para esas fechas, Samuel estaría mejor. Era solo cuestión de tiempo.

Algún día, ese hospital quedaría solo en el recuerdo.

L U K E

Besar a Zoey Williams a los diecinueve no es lo mismo que haberla besado a los doce. En primer lugar, porque aquel beso fue un roce de labios al margen y reticente; este, en cambio, es un encuentro de bocas fogoso. Siento la calidez de su boca sumergirse en la mía. El arrebato me sorprende, pero no puedo alejarme; la necesidad es incontrolable, quizá porque un disparo puede acabar con todo en cualquier momento y ninguno de los dos tendrá que buscar justificaciones.

Sin embargo, eso no sucede.

Los refuerzos de la policía llegan a la gasolinera y destrozan la puerta para atrapar a los delincuentes. Con los ladrones esposados en el suelo y sin más daños que unas latas de refresco destrozadas en la vitrina, nos sacan de la tienda y el caos se disipa rápidamente.

Y así, las palabras que Zoey pronunció momentos antes, cuando pensaba en huir, resuenan una y otra vez en mi mente, explotando en mi interior como una bomba.

—Luke, mierda. No sé por qué hice...

Pero no puedo escuchar sus disculpas. Hay una frase que retumba en mi cabeza y en lo único que puedo concentrarme. Ella lo nota, su mirada parpadea entre el arrepentimiento y el pánico. Con un gran esfuerzo, me dirijo a un oficial y le pido ayuda para llegar a la furgoneta. Mis manos se sienten vacías y mi estómago revuelto cuando nos deja delante de ella, junto a las patrullas y las luces. Sam y Sophie salen de ella.

—Se van caminando y vuelven en patrulla. ¿Quién intentó matar a quién? —bromea Sam.

—Te vas a morir ¿verdad? —pregunto, sintiendo cómo la rabia y la desesperación se apoderan de mi pecho.

Sus ojos se posan en la persona que hay detrás de mis hombros. Sé que Zoey está allí, sintiéndose culpable, pero no me atrevo a girar la cabeza.

—Entraron a robar a la gasolinera, me asusté —susurra con un tono casi inaudible, y su voz transmite una gran vulnerabilidad—. Abrí la boca demasiado grande. Lo siento.

El aire se siente denso, como si me estuviera ahogando.

—No volverás al hospital—digo con voz visceral. —Decidiste dejar de luchar.

Desvía la mirada y deja escapar un suspiro largo que hace que mi desesperación aumente. Cada palabra que sale de su boca después se siente como un puñal:

—Todo el mundo tiene un límite, Luke.

Oír esa respuesta me parte el cuerpo en dos. Ni siquiera sé qué decir. Las palabras brotan en la punta de mi lengua, son tantas que brotan como una cascada descontrolada y sin fin:

—¡Pero tú no!, ¡No cuando tienes una oportunidad aún! ¿Cuándo pensabas decírmelo? ¿Cuándo ya no haya más nada por hacer? —Me cuesta arrancarme las palabras de la garganta—. ¿Cuándo te desplomaras en algún lado de la furgoneta?

Sophie se interpone tratando de servir de mediadora.

—Sé que estás alterado —me dice tratando de calmarme—. ¿Cómo es eso de que casi...?

—Cierra la boca —le digo con un movimiento brusco, como si su intervención pudiera disolver mi furia.

No necesito que me calmen, lo que quiero son respuestas.

—No le hables así. —Sam se interpone. Su mirada desafiante me reta.

—¡Y tú no intentes darme lecciones! —A ambos se nos hiela la mirada, pero la mía solo desata fuego—¿Cómo pudiste ocultarme algo así?

—Sabía cuál sería tu reacción. No quería que confesarlo condicionara el viaje.

—¿El viaje era más importante que decirme que mi mejor amigo está destinado a morir en un mes? —Mis palabras son un golpe brutal, un intento fallido de atravesar su fachada.

—No voy a morir en un mes, Luke. La enfermedad es progresiva, pero tampoco avanza a gran velocidad. Muy probablemente...

—¡Vete al diablo, Sam!

—¿Y qué esperabas que hiciera? ¿Qué me quedara a morir en una cama de hospital mientras todos los días solo miraba pasar a los médicos y enfermeras? La intervención no funcionó, los medicamentos no sirven de nada. Mi madre está endeudada, la casa está embargada y mis hermanas no tendrán dinero para la universidad si seguimos gastando todo en tratamientos que no sirven de nada. No quiero rendirme, Luke. También tengo sueños, pero ¿qué más puedo hacer? Mi familia lo aceptó, hice las paces con la enfermedad. Solo quiero disfrutar del tiempo que me queda con la gente a la que quiero, no quiero que me vean como un enfermo en una cama.

—¿Y todos lo sabían menos yo?

—Sé que habrías encontrado una razón para que mi madre continuara con el tratamiento.

—¡Porque quiero que vivas, Samuel!

—Llevo meses luchando contra esto. Estoy en paz con lo que pasa —responde con una calma que me corta la respiración.

—Pero antes de salir, me dijiste que el nuevo tratamiento estaba dando resultado. ¿Por qué no hacer un último intento?

—El doctor Sullivan me desahució. El tratamiento no existe, Luke.

La oración golpea como un relámpago uno en un millón, directo a mi pecho.

—No podría permitirte que rechazases todas las ofertas universitarias solo para quedarte en Pittsburgh intentando convencerme. —añade— Sé muy bien todo lo que has abandonado estos últimos años por pasarte encerrado en ese hospital conmigo. Sé lo excelente y leal amigo que eres. Y por eso mismo, no puedo permitir que abandones tu vida por mí.




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