Z O E Y
Llegar a Pensilvania se siente como estar en casa, aunque en los últimos nueve años no lo haya sido. Tal vez esta sensación nueva se deba a que Minnesota, que fue mi hogar durante todo ese tiempo, ya no se sentía como tal.
Al descender del avión, mi padre nos recibe. Ver cómo interactúa con mi madre resulta muy extraño; sin embargo, para mi sorpresa, no se enfrentan de inmediato. Se saludan, mantienen una charla superficial sobre el viaje y hasta comparten un abrazo. Es tan inusual que siento que la cara se me pone verde. No soy la única que lo percibe, porque a mi lado, Luke me codea para saber si me siento bien.
—Zoey, te extrañé tanto —me dice mi padre, con una sonrisa cálida. Dejo la maleta en el suelo y me entrego a su abrazo.
Su expresión es tan alegre que parece no notar lo nerviosos que estamos Luke y yo. Es un poco incómodo pensar que durante años fue su profesor, y ahora, su mejor alumno está saliendo con su hija.
—Yo también —susurro cuando me suelta, también sonrío, caigo en la cuenta que realmente lo he extrañado.
—Cuando imaginé que vendrías por el verano, tenía muchos planes en mente. Pero ya ves, el destino siempre tiene sus propios caminos. —se sincera — ¿Cómo te lo has pasado? Me gustaría hacer un par de planes antes de que empieces la universidad.
—Eso suena genial, tengo ganas de volver a recorrer la ciudad.
Los ojos de mi padre asienten con alegría y luego pasan su atención al metro ochenta de mi lado, que hasta hora, por primera vez, se mantiene callado, casi queriendo pasar desapercibido.
—Eh, Luke —interviene mi padre.
Se remueve en su sitio, no se qué es lo que sucede, pero él y mi madre están raros, ya no se ladran, pero tampoco es que se hablen demasiado.
—¿Cómo está señor Williams? —pregunta, amigable.
Sí, amigable.
Parece que él también está nervioso. Mientras espero a que diga algo, observo las venas de su cuello y de sus brazos, y noto que sobresalen más de lo normal.
—Han sido unas semanas algo aburridas. Extraño a mis alumnos de la preparatoria Higgins —dice mi padre.
—Es un buen profesor, seguro también lo extrañarán —le contesta. —Por cierto, me gustaría contárselo personalmente dado su ayuda para las recomendaciones de ingreso; decidí estudiar programación en Dertmouth. Creo que encontré algo en lo que podría ser bueno.
—¡Vaya! Eso es una noticia maravillosa.
—Lo es. —le asegura Luke.
Sus dedos acarician apenas mis manos.
—Sé que tienes mucho potencial para lo que desees hacer. —lo sigue felicitando mi padre —Me alegra ver que el viaje trajo buenas novedades. —observa como inconscientemente nuestros hombros buscan la cercanía del otro —¿Alguna más que me interese saber?
Los ojos le brillan de interés.
—Papá, te presento al chico con el que estoy saliendo: Luke Dyer —digo, intentando mantener la calma.
Mis ojos encuentran con los de mi padre. Se encoge de hombros, sorprendido, pero su boca va esbozando una sonrisa muy despacio.
—Vaya, ¿en serio? —la sonrisa se le ensancha —Me alegro mucho por ustedes dos. Entonces, todo esto hay que celebrarlo. Te esperamos esta noche en casa. —le dice a Luke —Pienso hacer una parrillada. Además, me gustaría que conocieran a Margaret.
—¿Tu nueva novia? He oído un poco de ella... Me alegro por ti, James —le comenta mi madre.
Espero a ver si reacciona de alguna manera, pero lo único que hace es felicitarlo mientras gira las ruedas de su maleta y comienza a enfilarse a la puerta de salida. Espero que pase algo, cualquier cosa: que endurezca la mandíbula, que entrecierre los ojos. Pero no sucede nada. De verdad que mi madre está muy rara. Hasta parece simpática.
—Habría sido muy divertido si Aaron también hubiera viajado, pero seguro tendremos otra oportunidad para reunirnos los cuatro —dice con buen humor—. ¿Y tú, Luke? ¿Nos acompañas, verdad?
—Sí, claro. No me lo voy a perder.
—No se diga más; bienvenido seas —lo celebra, dándole una palmada firme en la espalda con su mano libre.
Por dentro, una parte de mí se muere de vergüenza y deseo que mi padre deje de abrazar a Luke como si fuera el hijo que siempre deseó tener. Miro al susodicho de nuevo, pero él solo me observa con una expresión fija, intensa, y me sonríe con tranquilidad.
—A mí también me gustaría conocer a Margaret —intervengo con timidez, uniéndome a la conversación. Eso hace que mi padre vuelva a levantar las cejas, sorprendido.
—¿En serio? Ella también está deseando conocerte. Sé que te caerá muy bien.
Asiento, sintiendo cómo la semilla de la curiosidad empieza a germinar en mi interior. ¿Cómo será la parrillada con mis padres juntos, la nueva novia de mi padre, y la primera vez que Luke y yo compartimos el espacio, siendo... lo que sea que somos?
—¿Hay noticias de Sam? —pregunto después, cuando los cuatro salimos hacia el estacionamiento.
La expresión en el rostro de mi padre cambia por completo, y mi corazón se acelera en respuesta.
—Ay, por Dios... Qué insensible soy. Por supuesto que no quieren ninguna fiesta. Sam está bien —se apresura a confirmar, antes de que la sangre deje de fluir por nuestras venas—. Hablé con su madre esta mañana. Ha habido demoras con las camas y han reagendado su operación para esta tarde. Ahora están en el hospital, haciendo los últimos análisis, pero no le permiten visitas hasta después de la intervención.
—Qué mala suerte que no podamos verlo. Me hubiera gustado mucho —suspiro, sintiendo una mezcla de preocupación y tristeza.
—A mí también. —dice, Luke —Sophie debe estar con los nervios de punta. La llamaré en cuanto esté en casa.
Luego, me mira y añade que también intentará hablar con Sam y que le enviará sus mejores deseos por los dos.
Me siento un poco más aliviada, aunque todavía llevo en el pecho un peso de temor. Sin embargo, confío en que los médicos de Sam son excelentes, y ahora que él mismo se siente esperanzado y motivado, sé que las cosas saldrán bien. Solo nos queda esperar a que pase lo peor y que, muy pronto, podamos volver a estar los cuatro juntos, sanos y contentos.