Dueña de su corazón

Epílogo 1

Ciudad de México, mayo de 2018.

 

—Hoola, repite conmigo: hoola, paaapá… paaapá.

—A través de la pantalla de la tableta electrónica, Adam miraba los intentos de Alice porque su nena, de apenas cinco meses, pronunciara unas palabras que quizá ni siquiera entendía. La doctora Green estaba recostada contra el cabecero de la cama, con la bebé en el regazo y James pegado a su costado.

Él estaba en la Ciudad de México, metido en una camioneta de camino a un lujoso centro comercial. Era media mañana y esperaba que el evento no se alargara; por la noche quería estar en esa cama que tan bien albergaba a su familia.

—Paaa… paaa

—¿La oíste? —Alice elevó la mirada hacia la pantalla del dispositivo que tenía sobre el colchón—. ¡Dime que la oíste! —Miró a Adam con una enorme sonrisa antes de comerse a besos a la rechoncha bolita de carne que en ese momento dejaba sus babas sobre su cuello y pecho.

Adam sonreía con la boca y la mirada. Claro que había escuchado los balbuceos de su preciosa y, aunque no estaba seguro de que significaran algo, sentía que el corazón le explotaría de ternura en cualquier momento.

—La oí, Cielo.

Alice escuchó la voz llena de emoción de Adam y su felicidad se hizo mayor. Todos los días daba gracias por la inmensa dicha que vivía al lado de la familia que formó con él.

—Nuestra nena se pondrá celosa —dijo, levantando un poco a la bebé que, al sentirse en el aire, comenzó a patalear y manotear como si la vida le fuera en ello.

Y Adam, quien siempre detestó las cursilerías, se vio modulando el tono de voz a uno dulce y cariñoso que era dedicado en exclusiva a la hermosa rubita ojos de cielo. Quién se lo iba a decir, tanto que detestaba a otro rubito ojos de cielo.

«Algún día serán zafiro», se consoló en vano, pues amaba esa mirada tal y como era ahora.

—¿Verdad que no, mi pedacito de cielo? —dijo a la niña, que rio emocionada, reconociendo al instante la voz de su padre—. Mi nena sabe cuánto la quiero, ¿verdad, cielo mío?

La pequeña agitó más los brazos, su mirada buscaba a Adam, deseosa de que este la cargara, sin embargo, al no obtener respuesta, los ojos se le aguaron y frunció la boquita. Señal inequívoca de que un acceso de llanto estaba por llegar.

Adam sintió un nudo en la garganta al ver el puchero y posteriores lágrimas de su hija. Se maldijo y maldijo a su representante por aceptar este compromiso. De no ser por eso, a esta hora ya estaría allí con ellos, y no a través de este pobre sustituto tecnológico.

—Ya, mi corazón. Papá vendrá esta noche. No llores, mi vida. —Alice había girado a la niña y ahora la abrazaba contra su pecho. Buscando calmarla con besos y palabras suaves.

—Lo siento, amor. —Adam dio voz a su necesidad de disculparse con su familia por el tiempo robado.

—Está todo bien, papá. —James se hincó sobre el colchón y tomó a su hermanita de los brazos de su madre—. Entendemos que estás trabajando. ¿Verdad, Hope? —Puso el rostro de la pequeña a la altura del suyo y jugó con la nariz de ambos, provocando que el llanto se tornara en carcajadas.

El nudo en la garganta de Adam se hizo más grande. Aun así, se obligó a responder al niño.

—Gracias, campeón.

Alice vio a sus hijos jugar y se dijo que no podía pedirle más a la vida.

—Señor, hemos llegado.

«Bueno, solo un par de cosas más», pensó al escuchar la voz del asistente de su esposo que siempre los interrumpía.

—Debo irme, cariño.

—Brilla allá afuera, mi amor.

—Solo para ti, mi cielo.

Alice sonrió y le envió un beso.

—¡Cuidado con las fans! —gritó un segundo antes de que la comunicación se cortara.

Riendo por la recomendación de su esposa, Adam le entregó la tableta a Marcus, su asistente, que viajaba de copiloto de Jake.

Mientras esperaba a que su guardaespaldas le indicara que era seguro bajar, recordó la vez que llegó con la camisa manchada de labial y oliendo a perfume de mujer. Alice casi lo mandó a dormir a la casita de Simba, el cachorro samoyedo —no tan cachorro ahora—, de James. De no ser por la decena de videos, subidos por las fans a las redes sociales, que atestiguaron a su favor cuando le explicó que casi fue violado a la salida de la locación de la película que actualmente se encontraba promocionando, habría amanecido lleno de babas. Igual que cuando dormía con Hope, solo que con pelos por doquier. Aquel día, por primera vez, agradeció la existencia de las redes sociales y la manía de las Ava —su club de fans—, de documentar todo con sus teléfonos.

Jake abrió la puerta de la camioneta y él volvió de sus recuerdos. Bajó del lujoso vehículo y enseguida entró al elevador que daba directo a la tienda departamental donde sería la sesión de fotos y rueda de prensa. Marcus caminaba a su lado, hablando por teléfono y enviando mensajes a la vez. Miró al fiel Jake y este solo negó con la cabeza. Miedo le daba todo lo que le tenían preparado.

Pese a sus reservas, la sesión de fotos fue rápida y muy sencilla. Unas cuantas poses mostrando el reloj en su muñeca y listo. No así la rueda de prensa. Nunca le había gustado lidiar con periodistas por lo que siempre mantuvo un perfil bajo, con todo y eso, estos siempre buscaban la manera de meter la nariz en sus asuntos.



#2129 en Novela contemporánea
#10097 en Otros
#1561 en Humor

En el texto hay: amor drama humor, actor celos

Editado: 27.12.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.