El ambiente en Vittoria empezaba a transformarse. No de manera inmediata, ni con un giro milagroso, pero sí con pequeños signos que indicaban que algo estaba cambiando.
El equipo femenino, después de semanas de entrenamientos más exigentes y decisiones drásticas, mostraba una leve mejoría. Tras haber sido sometidas a una práctica brutal por Bellucci y luego enfrentar la presión de Claire Dubois, las jugadoras comenzaron a responder. Ya no bajaban los brazos tras el primer gol en contra, la intensidad había aumentado y, aunque todavía estaban lejos de un nivel competitivo óptimo, lograron un empate en su último encuentro.
Para Claire, ese punto no era solo un resultado. Era la prueba de que todavía había algo por rescatar.
Mientras tanto, en el primer equipo masculino, los cambios también eran evidentes.
El Debut de los Canteranos
El estadio de Vittoria tenía una energía diferente esa noche. No se trataba de un partido clave en la Serie B ni de una final, pero en las gradas había expectativa. El equipo titular estaba en el campo, pero las miradas también estaban sobre los tres jugadores que aguardaban en el banquillo: Samuel Núñez, Thiago Duarte y Elliot Harris.
Los tres canteranos habían recibido la oportunidad más rápido de lo esperado. Con la suspensión de Niccolò Riva y Sergio Conti, el cuerpo técnico no tuvo otra opción que confiar en ellos. Bellucci no les dio discursos motivacionales. No era su estilo.
—Si están aquí es porque quiero verlos jugar. No quiero a nadie escondiéndose en la cancha.
Cuando Samuel Núñez ingresó en el segundo tiempo, la dinámica del mediocampo cambió. No tenía la experiencia de los veteranos, pero sus pases eran limpios y precisos. Thiago Duarte, con su velocidad, generó espacios en la banda, aunque tomó un par de decisiones apresuradas. Elliot Harris mostró su físico en el área, aunque se le notaba la ansiedad del debut.
El partido terminó en empate, pero lo que quedó fue la sensación de que los jóvenes habían llegado para competir.
Sin embargo, la llegada de los canteranos no solo trajo cosas positivas. La inexperiencia en ciertos momentos quedó en evidencia: pérdidas innecesarias, errores de marca y falta de temple en jugadas clave. Pero a cambio, aportaron lo que el equipo necesitaba desesperadamente: hambre de triunfo.
Los entrenamientos se volvieron más intensos. Los titulares, que hasta entonces se habían sentido cómodos en sus posiciones, ahora sentían la presión. Los jóvenes no estaban allí para rellenar espacios, sino para ganarse un puesto. Y eso cambió la dinámica dentro del grupo.
Luca y Adriano observaban todo desde la oficina.
—Esto es lo que necesitábamos —comentó Adriano, cruzado de brazos—. Competencia interna.
Luca asintió.
—Si queremos llegar lejos en la Copa, necesitamos a todos al máximo nivel.
Porque, mientras la Serie B seguía su curso, Vittoria se preparaba para uno de los partidos más importantes de la temporada: los cuartos de final de la Copa.
Camino a la Copa: Cuartos de Final
El vestuario tenía un silencio tenso. A diferencia de la liga, donde había margen de error, en la Copa cada partido era una final. No había segundas oportunidades.
Bellucci lo dejó claro antes del encuentro:
—No me importa cómo lo hagan, pero ganen.
El rival era complicado. Un equipo sólido, con experiencia en la categoría y acostumbrado a este tipo de partidos. Vittoria, en cambio, estaba en plena reconstrucción. Pero si algo tenía este equipo era ganas de demostrar que podían competir.
Luca observaba desde el palco, con los brazos cruzados. Sabía que este partido significaba mucho más que un pase a semifinales. Era la prueba de que Vittoria estaba listo para pelear.
El árbitro hizo sonar su silbato.
Los cuartos de final habían comenzado.
Cuartos de Final: Todo o Nada
El estadio vibraba con una energía diferente. Vittoria estaba a un paso de las semifinales de la Copa, pero no sería fácil. Enfrente tenían a Brescia Calcio, un equipo fuerte de la Serie B, con historia y experiencia en este tipo de instancias. Mientras Vittoria todavía buscaba consolidarse como un proyecto serio, Brescia tenía jugadores con rodaje en la Serie A y un entrenador que sabía cómo jugar partidos decisivos.
Desde el palco, Luca y Adriano observaban con atención. Bellucci, de pie en la línea de banda, se mantenía firme, sin moverse demasiado, con los brazos cruzados y la mirada fija en el campo.
El árbitro dio el pitazo inicial.
Primer Tiempo: Un Golpe Temprano
Brescia no tardó en demostrar por qué era uno de los equipos más sólidos de la categoría. Desde el primer minuto, impusieron su ritmo con una presión alta e intensa. No dejaban respirar a Vittoria.
A los 12 minutos, el plan de Bellucci se derrumbó momentáneamente. Una pérdida de balón en el mediocampo dejó mal parada a la defensa, y un pase filtrado dejó mano a mano al delantero rival, que definió con frialdad al segundo palo.