DueÑos Del Juego

CAPÍTULO 13 - ENTRE EL ORGULLO Y LA REDENCIÓN

Los días pasaron, y poco a poco, Luca comenzó a recuperar el control de su vida.

Lo primero que hizo fue arreglar las cosas con Astrid.

Hablaban más, compartían más. Luca, que nunca había sido del tipo que mostraba demasiado sus emociones, se permitió hacerlo con ella. Astrid lo conocía demasiado bien, sabía cuándo sus silencios significaban algo más, cuándo lo invadía la preocupación.

Un día, después de una cena tranquila en su departamento, Luca le pidió que se mudara a Italia.

—No quiero seguir así, viéndonos de vez en cuando, a distancia. Quiero que estés aquí, conmigo.

Astrid lo miró con una sonrisa suave y asintió.

—Está bien, Luca. Me mudaré contigo.

No hubo dudas, no hubo titubeos. Lo dijo con seguridad, y eso fue suficiente para él.

Mientras su vida personal comenzaba a estabilizarse, Luca también resolvió los problemas con la liga y la Roma.

Después de negociar con el presidente del club romano, lograron llegar a un acuerdo.

El escándalo en el túnel y el enfrentamiento entre los jugadores no había sido completamente responsabilidad de Vittoria, y la liga lo reconoció.

Por eso, la multa al club se redujo significativamente. Vittoria ya no tendría que pagar los 250,000 euros iniciales.

En su lugar, las sanciones se enfocaron en los jugadores y en Adriano.

Los jugadores de Vittoria y de la Roma que estuvieron involucrados pagaron sus respectivas multas. Pero el caso de Adriano seguía siendo el más grave.

La liga mantuvo su suspensión de seis meses, con la posibilidad de reducirla a cuatro meses si pagaba una multa adicional y ofrecía una disculpa pública.

Cuando Luca le comunicó la decisión a su hermano, Adriano reaccionó con la misma actitud desafiante de siempre.

—No pienso disculparme.

Luca lo miró con seriedad.

—Sí, lo harás.

Adriano cruzó los brazos y lo fulminó con la mirada.

—¿Desde cuándo te importa lo que opine la liga?

—No me importa la liga. Me importa el club.

Adriano soltó una risa sarcástica.

—Entonces paga la multa y ya está.

Luca negó con la cabeza.

—No. Tú la vas a pagar. Y además, te vas a disculpar.

—¿Por qué carajo haría eso?

Luca se apoyó en el escritorio y lo miró fijamente.

—Porque esto no es sobre ti. Es sobre Vittoria. Si queremos que nos respeten en la Serie A, tenemos que demostrar que sabemos comportarnos como un equipo grande.

Adriano apretó la mandíbula.

—¿Quieres que me humille?

—Quiero que seas inteligente por una vez en tu vida —replicó Luca sin perder la calma—Quiero que pienses en algo más allá de tu orgullo.

Adriano se quedó en silencio, su mirada ardía con rabia, pero sabía que su hermano tenía razón.

Al final, soltó un resoplido y desvió la mirada.

—Está bien. Lo haré.

Luca asintió.

—Bien. Que la liga sepa que Vittoria sabe asumir responsabilidades.

Adriano no dijo nada más.

Y así, el capítulo del escándalo con la liga comenzó a cerrarse.

Adriano Moretti hizo exactamente lo que se le pidió. Se disculpó públicamente, pagó la multa y aceptó su sanción de cuatro meses. Después de que Adriano ofreciera su disculpa pública y pagara la multa, empacó sus cosas y dejó su oficina en el club. Ya no había nada que hacer allí. Mientras caminaba hacia su auto, su teléfono vibró. Miró la pantalla y frunció el ceño.

Alessandro. Resopló y respondió. —Dime.

—¿Dónde estás?

—Saliendo del club —respondió Adriano, apoyándose en la puerta de su auto.

—Bien. Necesitamos hablar.

Adriano suspiró. —Si es para darme otro sermón, mejor ahórratelo. Ya tengo suficiente con Luca.

Pero la voz de Alessandro sonó seria. —No es un sermón. Es una orden.

Adriano se quedó en silencio por un segundo.

—¿Orden? ¿Desde cuándo me das órdenes tú?

—Desde ahora. Vas a volver a Moretti Enterprise mientras pasa tu suspensión.

Adriano rió con sarcasmo.

—Sí, claro. Ni en un millón de años.

—No tienes opción.

El tono de Alessandro se endureció.

—Adriano, te conozco. Si te quedas sin hacer nada cuatro meses, vas a terminar metiéndote en algún problema. Y no me refiero solo al fútbol.

El comentario hizo que Adriano se tensara.

—¿De qué hablas?

—Sabes perfectamente de qué hablo.




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