"El hombre muere tantas veces, como pierde a uno de los suyos.
«Publio Sirio»
—¿Así que pensabas irte sin siquiera agradecerme? — le dijo mirándola de hito a hito—. Sabía que eras una ingrata maleducada.
«Y ahí es cuando tus ganas de agradecer se van al carajo»
—Muchas gracias por auxiliarme después de quedar inconsciente a causa de tus gritos, que por cierto, no fueron para nada maleducados. Pensé que te alegrarías si me marchaba sin dejar ningún rastro en tu casa, pero ya ves como son los hombres, una especie incomprensible para mí— le sonrió.
«Maldita sea, ¿por qué sonríe así?»
Andrómeda está exhausta, asustada, avergonzada, un millón de adjetivos negativos que no mejoran en lo absoluto su estado de ánimo, todo lo contrario, su sarcasmo está en los cielos y sus respuestas chocantes y terriblemente sinceras no lo piensan dos veces antes de salir de sus pensamientos al exterior.
Elliot la observa una vez de tantas más. Aún conserva la vestimenta de la noche anterior; camisa blanca, calentador holgado negro de lana y zapatos cerrados de goma (hechos específicamente para ese tipo de profesiones).
—¿Pensabas irte sin tus cosas? — la mira incrédulo, pudo haber soltado una carcajada al ver la expresión de Andrómeda, pero se abstiene, no quiere mostrarse simpático frente a esa mujer—. ¿Cómo pensabas irte? ¿Sabes siquiera en qué parte de la ciudad te encuentras?
Andrómeda abre y cierra sus labios, con los ojos muy abiertos, sin emitir ninguna palabra, sólo balbuceos.
—Yo...bueno...yo...
— Hazme un favor, busca tus cosas y lárgate, mientras menos tiempo pises mi casa, menos trabajo tendrá mi ama de llaves.
Aprieta As puños, enojada. Gran error. Había olvidado la lesión en su muñeca— que ya se mostraba hinchada—, y no puede evitar soltar un gemido de dolor. Por inercia, se soba la muñeca. Elliot baja su vista y frunce el ceño.
—¿Qué te ha ocurrido? — quiere saber la razón de su dolor. Desde la noche anterior, no había podido dormir debido a la preocupación.
Preocupación al tener a su enemiga bajo su techo, temía por su vida y su integridad, claro.
Quiere ver que tan grave es, pero la otra mano de la chica no le permite ver bien. Quiere arrebatarle la mano para ver el daño, pero le da asco tocarla.
—No es nada, solo me caí de la escalera y.…— antes de decir otra cosa, ya Elliot ha sacudido su mano izquierda para observar bien el daño en la derecha.
«¡Está muy hinchado! ¡¿En qué pensaba ?!»
Andrómeda solo puede sentir el contacto de su mano con la de él. Una corriente eléctrica le recorre todo el cuerpo, los vellos de su nuca se erizan y su corazón golpea su pecho de manera violenta
¿Qué rayos le estaba pasando? ¿Qué era todo esto?
Le aterran esas sensaciones que sólo ha sentido alguna vez. Y aquella vez, no terminó tan bien.
—¿Eres tarada? ¿No sabes bajar escaleras acaso? Mira nada más como te ha quedado — le reprocha mientras ve su muñeca en todos los ángulos—. Eres una tontuela—musita él. Andrómeda quita su mano de golpe.
Elliot alza la mirada, sintiéndose vacío al no sentir más el tacto de la mano de Andrómeda. Ella lo mira espantada, como si fuese un fantasma y él se siente ofendido por su evidente rechazo. Ha sido despreciado y se siente humillado.
—Ve afuera, yo iré por una compresa, te llevaré—dice él, sin ocultar su molestia.
—Pero...
—¿Tienes alguna otra idea, presidenta Allister? ¿Piensas irte en autobús? — Andrómeda iba a decirle que no existía problema alguno, pero sabía que si tomaba un autobús le tomaría mucho tiempo, sin contar que no tenía ni la más mínima idea de dónde se encontraba, y para ella, el tiempo es oro puro. Cierra su boca, dándole la razón—. Bien, entonces, sal ya de mi casa y espera afuera.
Sin esperar respuesta, se encamina a una de las puertas de la casa. Andrómeda, casi al mismo instante que él, comienza dirigirse a la puerta de salida.
Si la casa la había dejado maravillada, las hectáreas que la rodeaban la dejan sin habla.
¡Es un bosque!.
¡Un gran, gran bosque!
Hay un largo camino empedrado que va desde la puerta de la casa hasta donde se pierde la vista. Hay una fuente en medio de todo el lugar, con balcones por doquier, muros de flores y postes de luz. Aun no sale el sol y eso solo hace ver el lugar más mágico. Es increíble para ella.
¡El lugar parece encantado!
Cierra sus ojos para aspirar el aroma del lugar, ese lugar que le es tan familiar. Se siente tan a gusto ahí que le entristece la idea de irse. Se ha olvidado de sus miedos, de sus problemas, de sus incertidumbres. Solo le ha bastado un vistazo para sentirse reconfortada.
Abre sus ojos.
Ya nada es igual.
Todas las hectáreas están podadas. Hay árboles, sí, pero ya no parecía un hermoso bosque.
Hay muchas áreas verdes, ya la fuente no está, los balcones y los postes han desaparecidos al igual que el camino empedrado. Solo hay un gran piso de granito donde se encuentra un Audi negro estacionado. El lugar no deja de ser hermoso—pues todo es naturaleza y aire libre—, no hay duda que es una mansión muy enorme, pero no puede evitar sentirse triste con los grandes cambios.
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Editado: 26.03.2022