Dulce Atadura (el Amor De Mis Vidas#1)

Capítulo 6

“Non flere; non indignari sed intelligere (no llorar, no indignarse, sino comprender)” 

«Benedicto Spinoza» 

  

Andrómeda entra a la casa soltando un suspiro de frustración. A pesar de haberlo seguido y tratado de convencerle, Elliot se había negad una y otra vez. 

—Andrómeda, cariño... 

—No quiero hablar en este momento,  mamá. Lamento no haberles avisado, ocurrió algo y no pude hacerlo. 

—Lo que ocurrió, es que te quedaste inconsciente.  

—¿Cómo es posible? — Serena la mira, preocupada.

  —¿Te das cuenta que pudo haber pasado si ese hombre no se hubiese compadecido de ti Dakarai? Esto es culpa de ese proyecto en el que tanto te empeñas, ya te dijimos que no ¡¿Por qué sigues insistiendo?! ¡¿Por qué no puedes quedarte en casa?!

—Basta, Harry. Está agotada, déjala en paz—interfiere su esposa. 

—Una mierda. No trabajaras más, Andrómeda Dakarai, y está decidido. 

  

Suspira cansina y sube los escalones, no le sorprende la reacción de su familia. En otro momento se hubiese callado y retirado en silencio, pero está tan frustrada y enojada consigo misma que no aceptará reprimendas y mucho menos prohibiciones en su vida. 

  

¿Era mucho pedir para ellos? La meta de su vida se estaba volviendo más inalcanzable, y ellos solo la obstaculizaban más. 

  

—De ninguna manera— le responde.  

—Pues lo harás— dice Horus—. Esta vez estoy de acuerdo con Harry. Esto te estresa ¡Te vuelve más— 

—¡Ni se te ocurra Horus Allister!— brama en tono amenazante su madre. 

—¿Loca, quisiste decir? — le sonríe. 

 Es una sonrisa que parece tan genuina, tan cálida y llena de vida, que la gente que la hubiese presenciado negaría con ímpetu su falsedad, negarían que estaba llena de dolores y sufrimientos, negarían que jamás un alma tan dulce como la de Andrómeda... 

Estuviese tan atormentada. 

—Andrómeda, yo no... 

—Descuida, Horus, comprendo. Comprendo la preocupación de todos, pero les recuerdo que tengo veintiocho años, tengo un empleo, una empresa y una gran estabilidad económica. Clínicamente estoy en pleno uso de mis facultades mentales y puedo tomar mis propias decisiones. Y como gracias a ustedes no pude conseguir este inversionista y me han puesto mil piedras en el camino, entonces seguiré buscando hasta que alguien se compadezca de mí. Iré a descansar un poco. Otra cosa, no veo a Katherine por aquí ¿Está dormida estará en otras de sus fiestan en quién sabe dónde que terminan a quién sabe qué hora? —. Se refiere a su hermana, dejando la pregunta en el aire mientras vuelve a retomar el camino. 

  

~~~~~~~~~~~~♦~~~~~~~~~~~~~~ 

  

Elliot se estaciona en el lugar donde siempre deja su auto y no puede evitar recordar aquel incidente con Andrómeda. Se siente burlado. 

  ¡Ella pensaba hacerlo invertir en un proyecto en Gambia!. 

 El problema no reside en invertir en aquel lugar. Tal vez si es una inversión en turismo o en comercio. Pero, estaba seguro de que, si ella lo mantenía en secreto, sin duda era algo que no tenía nada que ver con todo eso. Si bien puede llegar a considerar arriesgarse en un proyecto así en un continente con más productividad, y plagado de menos enfermedades y menos gente negra, no lo haría con ninguno que llenara las dos últimas cualidades anteriores. 

Baja del auto y entra a la compañía no sin antes asegurarse de la pulcritud de su atuendo y peinado. 

—Buenos días, presidente Carter— le saluda la secretaria, una mujer hermosa de tez blanca y cabello negro que viste y maquilla perfectamente. Elliot le responde con un asentamiento. 

No debería siquiera meditar la propuesta. Ella salvó a tu madre, guardará el secreto, le repite una voz en su cabeza, pero no se deja convencer, él no le pidió nada de eso y no está en la obligación de invertir. 

—Buen día, presidente Cárter— le saluda Tom, su asistente. Este, al igual que la secretaria, y todos los que vinieron después de el, recibieron un asentamiento de cabeza después de su “Buenos días, presidente Cárter”.

Llega hasta el ascensor, donde un hombre que viste el uniforme de la empresa, presiona el botón para que el presidente pueda entrar en su ascensor privado. 

—Señor Cárter, sobre la señorita allister.... 

— Debería despedirte por eso. 

—Señor, la señorita me había reconocido al instante, ¿ cómo pretendía...? 

—No me interesan tus excusas. Hiciste mal tu trabajo y eso es todo, sino te he despedido es por los años que llevas trabajando conmigo— le indica. Las puertas del ascensor se abren en la planta ejecutiva. 

—Buenos días, presidente Cárter— antes de seguír caminando dirigió su mirada al piso con el ceño fruncido. 

—El piso está húmedo — todos los empleados presentes abren sus ojos, asustados. 

  

¡¿Quién había dejado el piso húmedo?! 

El presidente detesta las imperfecciones. Todo en su compañía debe estar estrictamente organizado; las instalaciones limpias, los empleados pulcros. No puede haber ni un índice de imperfección que desvalorice el nombre de su empresa. Incluso un piso recién trapeado era una ofensa a todos esos hechos. 

—¿Quién trapeó este piso? ¿Nadie responderá?— pregunta con voz grave— Bien. Tom, despide a todo el servicio de limpieza de la compañía, y asegúrate de que antes pasen por mi oficina, quiero dejarles muy en claro el motivo de su despido, por mediocres. 

—Sí, señor. 

— Y señorita Greisen— mira a la recepcionista. La mujer se tensa al escucharlo—, si quiere trabajar en un burdel lleve esa camisa desabotonada, pero mientras trabaje en mi empresa use otra cosa más decente. 

Y así es como se empieza el día en la empresa de The Golden Company. 

Cualquier imperfección vista por Elliot, es inmediatamente corregida. Podía ser algo tan mínimo como cambiar las flores que adornaban los recibidores, hasta el despido de alguien que no le haya dado los buenos días a algún cliente. Y está de más mal humor que nunca. 




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