Dulce Atadura (el Amor De Mis Vidas#1)

Capítulo 8

“Ciascuno è tanto infelice quanto esso crede (cada uno es tan infeliz como cree)”. 

«Giacomo Leopardi» 

  

  

Andrómeda juega con la comida. Cuando está nerviosa y quiere olvidarse de todos sus problemas, se fija en cualquier objeto y trata de adivinar de cuántos átomos está compuesto, como es el proceso de formación, porque adquiere ese color, y un sinfín de cosas que le parecen datos interesantes de la vida. 

Pero ese día no. 

Ya ha sacado varias hipótesis acerca de la vida de Elliot. Cuando aquella mujer la abrazó todo había encajado, él estaba resentido por los intereses sexuales de su progenitora, pero eso no justifica que deje de significar algo para él. 

¿Por qué la desprecia entonces? 

También está Elisabeth, esa niña dulce y tierna siendo extremadamente sobre protegida por su padre. 

Aunque lo intenta, no deja de pensar en Elliot Cárter. Ni el brócoli, ni el arroz, ni todos los contornos de su plato pueden quitarle de la cabeza el enigma de ese hombre, su hija, su madre y todos los que le rodean y que se ven afectados por la ideología tan errónea que él tenia del mundo. 

«¿Quién será la madre de Elisabeth?»— se preguntaba— «¿Porque es racista? ¿Lo será su… 

—¿Andrómeda?— la voz de Isaac la saca de sus pensamientos. 

—¿Sí? 

—¿Has escuchado lo que te dije? 

«¿Por qué me detesta?» 

—Andrómeda— ella lo vuelve a mirar confundida—. No me estas escuchando. 

«¿Lo volveré a ver?» 

Isaac nota que no lo está escuchando. Se levanta de la silla y gruñe— Hablemos cuando me escuches — Andrómeda sale de su estado de ensoñación y se levanta al ver como el pelinegro se marcha.

—¡Isaac, espera! 

—Adiós— sigue caminando dándole la espalda. 

Está dispuesta a seguirlo, pero su teléfono vibra notificándole, que ha llegado un mensaje, su ceño se frunce al ver que es un numero desconocido. Abre el mensaje y acerca el teléfono cada vez más para asegurarse de que no es un sueño. 

  

Mañana 7:30 pm 

Restaurant Levine’s 

No venga muy formal. 

Discutiremos el asunto de la inversión. 

Espero su respuesta lo más pronto posible, antes de que me arrepienta. 

  

—¡Santo cielo! 

No cabe de la alegría, las lágrimas de felicidad salen sin ser detenidas, su sonrisa es tan radiante, cual niño en el día de navidad al ver sus regalos, ese es el suyo, algo por lo que tanto había luchado, algo por lo que se sentirá bien consigo misma. Sin demorarse más de la cuenta, contesta. 

  

Buen día. 

¡Muchísimas Gracias! 

¡Ahí estaré! :). 

  

Ve el teléfono como si fuese una deidad y lo aprieta contra su pecho, suspirando. 

—Andrómeda, perdóname soy un completo inmaduro, ni siquiera te he preguntado por qué...— Isaac ha entrado nuevamente a la cafetería, antes de terminar con su disculpa, Andrómeda ya lo está abrazando con fuerza y besa todo su rostro. Si antes el hospital no estaba seguro que esos dos se casarían ahora sí podrían estarlo. 

—¡Oye! Babeas mi rostro— la aparta—. Le irán con el chisme a Katherine y ya después cómo la hago mi novia. Contrólate— dice, fingiendo estar enojado, Andrómeda lo vuelva a abrazar y a besar —¿Por qué estas tan feliz? — pregunta entre risas Isaac. 

—Luego te contaré — le dice risueña, la alegría le sale por los poros, sus ojos brillan con tal intensidad que Isaac no pudo evitar afirmar con la cabeza, como un hombre hechizado—. Bien, ahora cuéntame cómo te fue en Rusia— entrelaza sus brazos y da saltitos como una niña. 

—Todo bien, la empresa de papá sacó un nuevo medicamento —la sonrisa de Andrómeda tembló un poco. 

—¿Ah sí? 

—Sí. Volvimos a discutir acerca que debo hacerse cargo de su patrimonio y todo lo demás. No entiende que no quiero ser un empresario como él, quiero ser médico, solo eso. 

—Puedes serlo, tu padre fue médico y luego se dedicó al mundo empresarial. Tú puedes hacer los mismo. 

—Me niego a entrar a ese mundo. Jamás seré como el viejo Lincoln—Andrómeda sonríe aliviada escucharlo. Isaac no tenía idea de la unión comercial que tenía con su padre, mucho menos del origen de esa empresa. Considera que lo mejor es así, que él no acepte jamás y que nunca tenga que enfrentarlo y decirle la verdad. 

—Te apoye en cualquier cosa que decidas. Además, a Katherine no le gustan los empresarios, dice que son frívolos. 

—¿De verdad? Pues con más razón—rio. 

Apenas cruza la puerta de su casa comienza a gritar y a saltar de regocijo. Alborota su cabello y se tira al piso, chillando de la emoción. 

—¿Cuál es el alboroto? ¿Andrómeda?— una joven esbelta de cabello rubio y ojos azules la mira horrorizada —¡¿Estas convulsionando, mujer?!— se levanta del suelo y toma de las manos a la joven sin dejar de saltar. 

—¡Quiere invertir en el proyecto, invertir Katherine!— la joven pega un grito de entera felicidad. 

Katherine y Andrómeda a pesar de sus grandes diferencias y conflictos, eran hermanas que se tenían un gran cariño, aunque Andrómeda la envidiaba por la libertad que a ella le negaban, y Katherine la sentía hacia ella por su sobre protección, no dejaban de gozar por los logros de la otra. 

—¿Que ocude con ustedes jovencicass?— se escucha una voz aguda desde las escaleras. Andrómeda corre a buscar a la chiquilla y comienza a brincar también con ella, bastaron dos segundos para que la niña gritara y soltara grandes risotadas. 

Dos chicos—un adolescente y el otro preadolescente— miraban la escena confundidos. 

—¿Que es ese escándalo?— pregunta el mayor al menor. 

—No lo sé, Mario, pero esto no se ve todos los días — los dos corrieron para unirse a los saltos. 




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