Dulce Atadura (el Amor De Mis Vidas#1)

Capítulo 15

"Un roce, una mirada, una caricia son, entre otras, pequeñas aproximaciones que pueden iniciar un juego sexual, en el que progresivamente irán teniendo protagonismo todos los sentidos". 

«Enciclopedia de psicología». 

  

Cuando despierta, siente como los rayos del sol inundaban la habitación. Entrecierra los ojos confundida. Ella siempre se levanta antes del amanecer. Toma su teléfono de la mesa para ver la hora. 

10:00 am. 

De la impresión se cae de la cama, arrastrando sabanas y almohadas con ella. 

—¡¿Qué rayos?!

Nunca, en toda su vida, había despertado tan tarde. Ni siquiera con una alta dosis de medicina habría tenido un largo y placentero sueño. Se levanta escandalizada, con todo su cabello vuelto una maraña y su rostro amanecido. Todos los recuerdos de la noche anterior llegan a su mente de golpe, y como si la vida tratara de gritarle que todo fue real— o más bien su cuerpo— siente como sus músculos protestan al estirarse. Se asoma a la cama para encontrarla vacía. Gira su rostro y ve a Elliot en el balcón riendo muy risueño mientras habla por teléfono. 

«Al menos ya se siente mejor»— piensa, sin apartarle la mirada—«¿Será su novia?»— se siente molesta de lo pensarlo y se siente molesta por sentirse molesta. 

Bufando se dirige al baño para darse una ducha fría y olvidarse de todo lo ocurrido. Mientras se ducha, acaricia la cicatriz que cubre parte de su pelvis y abdomen, su mirada se pierde en aquella vieja quemadura mientras medita todo lo que ha ocurrido y visto. 

—Tal vez y es Elizabeth. 

La relación con Elisabeth se iba solidificando más y más. Es una niña muy inteligente y encantadora. Habían tocado el piano junto a ella en la casa de la señora Rupert, conversaban y se divertían juntas. La mayoría de las veces le contaba anécdotas que había tenido con su padre. Le era imposible creerlas pues ya había conocido su carácter, pero ella más que nadie comprende que el ser humano tiene muchas facetas y comportamientos, más aún cuando se trataba de la persona que ama, y Elliot, dejaba ver su lado amoroso con Elizabeth. El resultado de todas esas charlas amenas fue; una amistad oculta y clandestina, y un deseo por conocer más a ese hombre. 

— ¿Y si no es Elizabeth? —deja que el agua pegue directamente a su rostro, lo restriega y resopla-. ¿A ti que te importa si no lo es? —se regaña. 

 Enojada, sale de la ducha y se viste. Cepilla sus dientes y arregla su cabello trenzado para secarle, pesa demasiado cuando está mojado y solo le genera un terrible dolor de cabeza y espalda. No se maquilla ni perfuma y sale del baño luego de estar lista. 

Elliot ya no está en el balcón, ahora se encuentra sentado en el sofá revisando su ordenador. En cuanto lo ve, una ola de calor barre todo su cuerpo al recordarlo todo. 

Sus besos, cálidos, pasionales, su cuerpo pegado al suyo. La fiebre había logrado bloquear su mente de distracciones como esas por completo, pero ahora le era imposible no recordar.

—Buenos días— le saluda, cohibida. No sabe cómo actuar o reaccionar. 

¿Debe ignorarlo? 

—Buen día— le responde indiferente, sin despegar la vista de la pantalla. 

—¿Cómo te sientes? ¿Ya desayunaste? 

—Me siento bien—contesta escueto, aún sin mirarla—. No pedí tu desayuno por que estabas dormida y se enfriaría. 

—Está bien. Pediré algo. Quieres que pida algo para ti también o— 

—Quiero que me dejes trabajar en paz, tengo más contratos además del tuyo, deberías hacer lo mismo. 

 No son normales las ganas que Andrómeda siente por lanzarle algo. 

«Gracias por cuidarme anoche, Andrómeda. Al menos pudo decirme eso»—piensa con desdén—. «Ingrato». 

— Para eso tengo empleados que se encargan de todo— replica, acercándose al teléfono de la habitación para llamar al servicio. 

—No entiendo cómo puedes tener una empresa tan exitosa si no te encargas de ella ¿Cómo puedes confiarle un trabajo tan delicado a alguien cuando puedes hacerlo tú mismo? Sobre todo, las negociaciones con otras empresas, es algo que debe hacer el presidente como representante de toda la compañía. 

—Sí me encargo de mi empresa— dice, ofendida—, y puedo confiarles un trabajo tan delicado a mis empleados porque conozco cada una de sus habilidades. Yo solo soy la encargada de ver y aprobar los trabajos que realizan. La empresa que promueve la ideología de su fundador es millonaria, pero la que promueve las ideas de todos sus integrantes es exitosa. 

—No estoy de acuerdo. Si el lugar es tuyo se imponen tus ideas, si has conseguido dinero con ellas es porque son las correctas y todos los que trabajaran en ellas deben impulsarlas, no cambiarlas. 

—¿Y si estás errado? ¿Si tus ideas a pesar de dar frutos los da podridos y sin semilla alguna? — cuestiona ella. Elliot finalmente le había dirigido la mirada. Sin embargo, la vista de ella se encontraba perdida. Andrómeda sacudió su cabeza y le sonrió—. Mejor iré a desayunar abajo, no quiero molestarte— le comunicó y se fue. 

  

El día luego de ese también la había ignorado, estuvo sumido en su ordenador y haciendo llamadas. Aunque ella quería iniciar una conversación con él o preguntarle cómo se encontraba, la cortaba de inmediato con una respuesta escueta e irrespetuosa. 

 ¡Ni las buenas noches le daba! 

 Está frustrada, encerrada en esas cuatro paredes con un hombre que la despreciaba y la ignoraba. No está dispuesta a seguir soportándolo.  

Toma sus tenis, una botella de agua, su teléfono y se dirige a la puerta. 

No se iría de Gambia sin divertirse un poco. 

—¿Dónde vas? —se detiene en el umbral al escuchar la voz grave de Elliot. Gira sobre sus talones y lo observa. Después de tanto lo ve despegando la vista de su ordenador para mirarla a ella con el ceño fruncido. 




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