“Te amo. Aunque pienses diferente, aunque seamos diferentes. Te amo.Eres el alma que le da vida a la mía. Te amo, no por ser distinta a mí, más bien, porque eres mi complemento”.
«Sonnike»
«Charlotte»
«Charlotte»
«Charlotte»
Era todo lo que su mente ocupaba.
«Charlotte».
Ese nombre, su aspecto y la relación que tiene con Elliot, la han dejado conmocionada.
Su mente se ha nublado y sus pensamientos están tomando grietas oscuras demasiado peligrosas para su cordura.
«Ella se llama...Charlotte».
— ¿Señorita?— sale de su trance al escuchar la voz de la secretaria—. Ya puede pasar—la joven le dirige una mirada conciliadora.
Sonríe, a duras penas. Siente que su cabeza le está dando vueltas.
—Oh...sí...yo...Ha sido...Ha sido un placer conocerla señorita...Charlotte— su voz sale gélida, sin emoción alguna a pesar del leve balbuceo que debería denotar nerviosismo.
Charlotte la observa, extrañada. La mujer parece retraída.
¿Qué tiene ella qué ver con Elliot?
No se preocupa por una relación más allá del ámbito laboral. Tiene muy en claro los estándares del hombre. Le sonríe, amable.
—El gusto es mío. Hasta pronto— se despide amablemente y camina con elegancia hasta el elevador.
Andrómeda asiente, aún aturdida. Camina hasta la oficina de forma mecánica. Ni siquiera lo piensa dos veces al abrir la puerta. Quiere acabar con todo lo antes posible e irse de ese lugar que la asfixia y abruma.
«Por dios»— se lamenta—.«Soy una adúltera»
Elliot no ha notado su presencia aún. Su vista está fija en su ordenador.
—Buen día, presidente Cárter.
De inmediato, el hombre alza la vista. Se muestra sorprendido por un par de segundos y se recompone, mirándola imperturbable.
—Señorita Allister.
Su corazón se agrieta ante su trato impersonal.
¿Por qué?
¿Por que si solo fue una noche?
¿Porque si no sienten nada el uno al otro?.
«…Más bien, porque eres mi complemento»— en su cabeza no deja de repetirse esa oración, desorientándola. Siente una leve punzada en su sien que ignora.
—He venido a traerle el contrato de la ciudad universitaria— alza los papeles para corroborar su argumento. Se acerca a su escritorio y deja el contrato sobre la mesa.
Elliot asiente, intentando ocultar su turbación al verla allí. Intenta lucir lo más formal posible.
—De acuerdo, lo revisaré. Si no estoy de acuerdo con alguna clausula te lo notificaré .
—¿Podría dirigirme la mirada cada vez que le hablo?— espeta, agobiada por el revoltijo de pensamientos que hay en su cabeza.
¿Por qué ocultarlo?
Está tan confundida que el solo hecho le enoja.
El muy bastardo se había acostado con ella estando comprometido.
¡Estando compro…!
—¿Disculpa?
— Es muy bonita su novia— suelta.
No quiere sonar como una persona celosa porque no lo está ¡O no lo sabe!
Charlotte…
Santo cielo.
Se encuentra tan confundida.
¡¿Por qué le mintió?!
El dolor no cesa.
Elliot lo mira confundida. Al recordar que Charlotte se ha ido y que posiblemente se haya topado con ella, comprende lo que ocurre y la mira, cansino.
—Andrómeda, lo que pasó…
—Fue un error garrafal. Pero al menos hubiese tenido la mínima decencia de decirme que tenía novia — le recrimina.
—¿Acaso te detuviste a preguntarme que estaba comprometido cuando dijiste que nos casaríamos?—cuestiona. Andrómeda abre su boca, incrédula — No sabes cuanto me arrepiento de lo que hice pero no hay vuelta atrás. Fue sólo una noche— cada palabra era una estocada en su pecho.
Era como volver al pasado, un pasado en donde jugaban con ella y con su corazón.
«Eres despreciable»— la voz de Sonnike taladraba sus pensamientos.
Cierra sus ojos con fuerza. Sacude la cabeza para no escucharlo más.
Concéntrate en el presente, Andrómeda.
—¿Acaso se detuvo a decirme que estaba comprometido cuando aseguró frente a todos que se casaría conmigo?— replica, furiosa—. Se que fue un error ¿O crees que a mi me contenta el hecho de que tu, un hombre arrogante, racista y machista, haya sido el primer hombre en….¡Qué verguenza!— hubiese visto la expresión estupefacta de Elliot si no hubiese tapado su rostro debido a la pena que le causaba—. Para colmo, comprometido.
—¿Primer hombre? — inquiere— ¿Cómo es posible…?— hizo una pausa. Sí lo había notado, pero lo había retribuido a que llevaba años sin sexo — ¡¿Pero en qué pensabas Andromeda?! Podías habérmelo dicho— le reprocha.
—¿Por qué tendría que hacerlo partícipe de algo que solo me consierne a mí? No se dé tanta importancia al asunto. Tiene novia y está casado conmigo. Eso es lo verdaderamente importante. No me interesa que nos hayamos acostado, tampoco me interesa haber perdido mi virginidad con usted, la primera vez siempre es un desastre y está sobrevalorada— la mirada de elliot se intensifica y se acerca peligrosamente a ella—. Quiero terminar este proyecto sin ningún inconveniente. Si esto se arruina por causa suya...
—¿Entonces es mi culpa?.
—Es culpa de los dos y por lo tanto, no es de nadie— dio un paso atrás, no soportaba su cercanía— comprendo que...que nos dejamos llevar y que los dos lo lamentamos —«mentira»—. Pero al menos pudiste decirme que era una adúltera— le riñe.
Elliot suspira y vuelve a su escritorio.
¿Virgen?.
«Maldición».
¿Cómo podía saberlo? La mujer en ningún momento se quejó y…
—¿Te he lastimado? — la pregunta, sin duda alguna, la había tomado por sorpresa.
¿La había lastimado?.
Tal vez un poco como es normal la primera vez, pero se había olvidado de eso al sentir el placer de su piel contra la de él y el calor que desprendía su cuerpo cada vez que se juntaban. No la había lastimado.
Al menos, no físicamente.
«¿Y las cicatrices que tú me hiciste?»
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Editado: 26.03.2022