Dulce Atadura (el Amor De Mis Vidas#1)

Capítulo 33

"Es posible engañar al cuerpo, incluso a la mente. Pero es imposible engañar al alma y al corazón".

《...》

 

—¡¿Qué hacen?!—exclama Elisabeth entre carcajadas.

Andrómeda la mira, avergonzada. Quiso preparar la cena navideña ella misma como gesto de agradecimiento para Elliot y el resto de los integrantes de la mansión, pero pochi le ha arrebatado el pernil de las manos y ahora está batallando por quitárselo.

—¡Pochi! ¡Ven aquí, perro malo!

El canino atiende de inmediato al llamado de Elisabeth, se acerca a ella y menea su cola de un lado a otro, emocionado.

Andrómeda baja sus hombros y suelta un suspiro cansino. Elisabeth la ve, preocupada. Aún continúa con el pernil en la mano y de pronto comienza a carcajearse.

—¿Te encuentras bien, Andrómeda?

— No. No tengo tiempo para comprar otro pernil, pero prefiero reír que llorar.

—Relájate. La nana ya sabía que Pochi se comería algo así que compró los mismos ingredientes que tú.

Es la primera navidad junto a Elliot y viceversa, tal vez él no sienta nada por ella,pero Andrómeda sí. Lo supo esa noche en el parque, justo cuando la besó. Había pasado tanto tiempo desde que sintió esa alegría en su corazón, esas ganas de cantar y bailar todo el tiempo, de gritar de gozo y de ver el mundo de colores.

Elliot ha logrado eso, aunque fuera de forma inconsciente.

Desde que descubrió—más bien, aceptó sus sentimientos—todo ha cambiado, ya no puede estar en el mismo lugar sin sentir su rostro caliente, no deja de verlo, sonreír como una boba y balbucear cosas estúpidas cada vez que le pregunta algo. Quiere que todo salga perfecto porque es su primera navidad junto con él.

Y tal vez la última.

No olvida que todo es temporal, pero quiere jugar un rato a ser feliz. No considera eso un pecado. Sacude sus manos y ve a Elisabeth, sonriente, intentando no pensar demasiado en un fin que aún no llegaba.

—Aún faltan muchas cosas por hacer. No soy muy buena cocinando así que debo buscar las recetas de la ensalada, preparar el ponche, preparar la mesa y—

—Debes tranquilizarte un poco— Elisabeth camina hacia el refrigerador y toma un frasco de helado, lo destapa y toma un trozo con sus dedos—. Te ves muy estresada y eso no te hará ningún bien, mamá— Andrómeda se queda de piedra.

—¿Qué dijiste?

—Que te ves muy estresada y que eso no te hará ningún bien.

—No, no. Después de eso.

—¿Mamá?

Sus ojos se nublaron, sin comprender la razón de aquella sensación agridulce en su pecho.

—Me llamaste mamá...—musita.

—¿No te gusta? Perdón. Eres la esposa de papá y yo nunca pude ver a mi mamá, tu eres lo mas cercano que tengo a una madre y yo...lo siento...no quise—

—No, no es eso. Está bien. Me gusta. Pero me has tomado por sorpresa— Andrómeda se acerca a ella y acaricia su cabello, conmovida. Toma la punta de la tela de su delantal y limpia las comisuras de sus labios llenos de helado—. No me molesta que me digas mamá, pero recuerda que tu verdadera mamá siempre estará a tu lado, donde quiera que esté.

—Papá nunca habla de ella. Ni siquiera me ha mostrado una foto suya.

—Su razones tendrá. Pero de seguro te amaba mucho ¿Quién no lo haría?

Elisabeth le sonríe, con los ojos llorosos. La abraza, conmovido.

Aunque Sarah haya cometido errores en su pasado, Elisabeth continuaba siendo su hija. Ambas tenían derecho a verse y, aunque no era su asunto, le dolía presenciar la situación. Aún así, comprende la posición de Elliot y se promete conversar con él esa noche.

~~~~~~~~~~◇~~~~~~~~~~

Todo está listo, la decoración se ve estupenda y la cena luce deliciosa. Andrómeda está satisfecha. La nana tuvo que ayudarla con la cocina porque ella era un desastre en la cocina.

Elliot aún no llega y comienza a preocuparse. Son más de las diez de la noche y no contesta su teléfono. Mil escenarios trágicos pasan por su mente debido a su paranoia.

El timbre suena. Todas sus preocupaciones se extinguen al ver a su esposo parado en el umbral. Elliot le sonríe a boca cerrada y el cosquilleo en su estómago florece al verlo tan encantador.

—Estaba preocupada, pasa, te vas a resfriar.

Elliot ingresa al recibidor. Andrómeda cierra la puerta y limpia alisa su vestido, nerviosa.

—¿Por qué has cerrado la puerta? Has dejado afuera a mis invitados- comenta serio.

—¿Has traído invitados?

—Sí, ¿hay algún problema?

—No, para nada es tu casa, pero de haberlo dicho hubiésemos preparado más comida.

— Es lo de menos, solo abre la puerta, por favor. Iré a darme una ducha y enseguida bajo.

Andrómeda lo ve marchar, sintiéndose desanimada. Ni siquiera ha notado los arreglos que ha hecho, además de que había invitado a personas sin notificarle y se comportaba tan frío con ella.

El sonido del timbre la saca de sus grises pensamientos. Arregla su cabello para intentar lucir presentable y abre la puerta.

Su respiración se corta al ver a las personas que están esperando afuera, con comida y regalos.

—¡Tía!— sus sobrinos la abrazan, emocionados —.¡Feliz navidad!.

—Feliz navidad cuñada.

—¡Hermana, feliz navidad!

¡Elliot había invitado a su familia!

—¿Qué hacen aquí?— pregunta, casi inaudible y conmovida.

—¿Nos estás corriendo?— sale de la casa para asomar de la casa para asomarse a un extremo, Horus está recostado en la columna, impasible. A Andrómeda le importa poco el orgullo, se acerca para abrazarlo y él no duda en corresponderle el gesto.

—Te debo una disculpa. Perdona por ser un obstinado.

—Descuida, pasa hasta en las mejores familias.

— Aunque sigue sin agradarme ese rubiecito—alza la mirada al escuchar a su hermano Harry. Es él quien se acerca para abrazarla, luego la aparta y la mira a los ojos— . No volvamos a pelear de esa manera ¿de acuerdo?—asiente, sonriente—. Bien, ahora entremos, quiero ver en qué condiciones te puso a vivir ese idiota.




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