Dulce Atadura (el Amor De Mis Vidas#1)

Capítulo 44

"El alma es una cosa que la espada no puede herir, que el fuego no puede consumir, que el agua no puede macerar y que el viento no puede secar"

Mahabharata

El consultorio de Serena estaba bien iluminado. El techo estaba lleno de bombillos circulares de extremo a extremo. En una esquina del lugar hay una pequeña biblioteca con libros ordenados por orden de tamaño y su escritorio es pequeño. No hay más que papeles encima de él, además de una libreta y un bolígrafo. 

—Siéntate allí.

Serena señaló el mueble de cuero negro que se encontraba en medio de la habitación.

Elliot —quien había estado todo el camino al consultorio con el alma en vilo— hace lo que le pide. Escucha a Serena hurgando entre los cajones de su escritorio. Finalmente, ella se sienta frente a él.

—¿Por qué estamos aquí? -inquiere él.

—Primero debo preguntarte algo. ¿Estás dispuesto a llevar una terapia conmigo?

—¿Una terapia?

Serena asiente—. Una terapia de regresión —contesta. Elliot sigue sin comprender—. La regresión es un método no oficial usado en la parapsicología. Es como una terapia para superar fobias que posiblemente vengan de recuerdos del pasado. 

—¿Qué tiene que ver eso conmigo? 

—¿No quieres volver a ver a tu pequeña Charlotte?— inquiere Serena. 

—¿Es eso posible? 

— Nuestra mente siempre se mantiene en el presente. Sin embargo, lo que nos vuelve lo que somos a menudo se guardan en los recuerdos del inconsciente. Esos recuerdos que nos esforzamos por olvidar, pero que forman parte de lo que somos. La regresión es la alteración del consciente que permite entrar a tu subconsciente y ver cosas que parecen olvidadas, pero que en realidad siempre han estado allí, y que de alguna manera influyen en tu personalidad.

Elliot la observa, perplejo.

 ¿Quería volver a ver a Charlotte? 

Tal vez eso serviría para cerrar esa etapa de su vida. 

—¿Qué tiene que ver esto con la cicatriz de Andrómeda?

—Es lo que deseo averiguar, Elliot —responde, sonriente—. Ahora ¿Estás listo? Puede que a la primera no funcione, pero podemos intentarlo.

No lo piensa demasiado.

Es una oportunidad para cerrar etapas. 

—Estoy listo. 

Ella sonríe complacida. Hurga en su bolsillo. Saca su teléfono, coloca el grabador de voz y lo deja sobre la mesilla. Luego vuelve a hurgar en su bolsillo. Serena abre su mano. En ella tiene un reloj de bolsillo. Lo coloca frente a él y comienza a balancear la cadena de un lado a otro, frente al rostro de Elliot.
 

—¿Es una broma?— pregunta incrédulo.

—No lo es. Quiero que te concentres en el reloj y escuches su sonido. 

Elliot se concentra en el movimiento del reloj. Va de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, al mismo ritmo y sin detenerse. No logra sentir nada fuera de lo normal, solo cansancio.
 

»Ahora, cierra los ojos y concéntrate más en el sonido del reloj: rítmico y pausado —así lo hace; cierra sus ojos y se concentran en el leve sonido mecánico del reloj—. Imagina que caminas por un prado, puedes ver las flores amarillas, puedes olerlas, ¿huelen delicioso? 

Elliot comienza a construir la imagen en su mente. 

—Es imposible olerlas, no tienen ningún perfume porque no son reales. 

—Tienes razón, es una ilusión ¿Te ves caminando por el prado o solo ves el prado?

—Estoy caminando en el prado. 

—Imagina que en ese prado hay un camino y que ese camino te conduce a aquel recuerdo feliz de tu infancia. 

Aunque al principio vio una imagen de sí mismo caminando en el prado, ahora únicamente ve flores rozando sus piernas e imagina el viento pegando contra su cara. Camina hasta encontrarse con una puerta. Cuando la abre, su madre se encuentra haciendo tarta de manzana. Su favorita. 

—Mi madre está haciendo tarta de manzana.

—¿Cómo es la tarta?

—No lo sé. Solamente puedo olerla.

Como niño travieso, intenta abrir el horno para darle un pellizco al postre. Una mano lo detiene.

—Elliot, ¿qué te he dicho? Debes esperar a que esté listo —Elliot la observó con atención. Es su madre, mucho más joven y con ojos más cálidos.

—¿Qué ves?— escuchó la voz de Serena. 

—Veo a mi madre. Ella... huele a fresas. Siempre olía a fresas.

Serena sonríe al notar que está comenzando a entrar en su subconsciente. 

—Muy bien, Elliot. Quiero que retrocedas un poco más. ¿Puedes hacerlo? 

—No lo sé…

—Ve a esos recuerdos más recónditos. Hurga en tu mente, como un baúl viejo. Busca aquellas imágenes que en algún momento ocasionaron una ola de emociones en tu corazón.

La imagen de su madre desaparece. En un par de segundos, se encuentra en los brazos de su abuelo. Él también se veía joven, ni siquiera tenía un solo mechón de cabello blanco. Su abuelo lo alzaba y lo mimaba mientras él reía risueño.

De pronto, la imagen de su abuelo también se desvanece.

Ahora no ve nada. Todo está oscuro. No puede hablar. Siente que está dentro de una pecera. Quiere salir cuanto antes de allí. Puede sentir el rechazo de su madre e incluso el deseo que ella tiene de deshacerse de él.

Todo esto se lo dice a Serena. Ella lo escucha atentamente hasta que finalmente le da una respuesta.

—Estás en el vientre de tu madre, Elliot.

Pero él no parece escucharla. Todo sigue tornándose más oscuro, como si poco a poco se fuese desconectando de las sensaciones exteriores y su mente lo hundiera en su propio inconsciente. De golpe, se encuentra en un caballo que galopa a toda velocidad. Puede sentir su cuerpo agitarse, al igual que su respiración y el sonido del galope retumbando en sus oídos.

—Ahora estoy cabalgando. 

—¿Cabalgas?

—Sí. Tengo muchos hombres que me siguen. Soy un general, lo sé por mi traje. Voy muy rápido. Estoy…,asustado. Temo por la vida de mi familia. 




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