Dulce Atadura (el Amor De Mis Vidas#1)

Capítulo 49

"La Justicia Cósmica es severa. La ley de causa y efecto gestiona reencarnaciones en condiciones propicias para que así evolucionemos hacia el amor".

«Ramana Maharshi».

Debido a su acostumbrado insomnio, Andrómeda se levanta durante la madrugada y decide ir a la cocina a preparar algo. Se da un baño antes y se coloca la ropa que Joseph le había llevado el día anterior. Mientras se viste, su teléfono comienza a sonar. Endurece su gesto al ver de quién se trata y contesta. No puede evitarla toda la vida.

—¿Por qué has llamado tan temprano? —inquiere molesta.

Sabía que estarías despierta a esta hora. Pensé que no responderías. Llevas tiempo sin hablar conmigo y estaba preocupada.

—No tengo ningún interés en hablar contigo, Serena.

Sé que estás enojada conmigo por haberle contado a Elliot la verdad, pero no tienes por qué alejarte de mí por algo que consideré estrictamente necesario.

—Agradece que solo estoy enojada y no te demandé por incumplir con tu ética profesional divulgando información confidencial de un paciente.

Lo hice como tu amiga.

—Si lo hubieses hecho como mi amiga, me hubieses contado —espeta. Muerde su labio para contener el llanto. Respira profundo y se recompone—. Pero no lo hiciste.

Serena se toma su tiempo para responder.

Sabíamos que esto podía pasar en cualquier momento. Es contraproducente y anti ético asistir a un ser querido y aun así lo hice porque tú me lo pediste y no querías que nadie que no fuera de tu confianza lo descubriera. Me confiaste tu vida sabiendo que siempre procuraría tu bienestar. Como tu médico, es lo que he hecho, te guste o no —Andrómeda se mantiene callada—. Nunca haría algo que te perjudicase. 

—Lo sé, pero al menos debiste darme la oportunidad de decirle.

Jamás se lo dirías.

—No tienes certeza de eso —replica—. Nunca he podido ser completamente dueña de mi vida, pero pensé que al menos era dueña de mi verdad y resultó no ser así. Como amiga y como profesional, hiciste mal en apoderarte de un secreto que me pertenecía.

Cuando la verdad afecta las vidas del resto, no te pertenecen solo a ti, Andrómeda. Quizá lo que hice no fue lo correcto, pero fue justo.

Cuelga. Andrómeda dura varios segundos sosteniendo el teléfono, pensativa. Lo aleja y observa la pantalla. La imagen de ella y Elliot seguía siendo su fondo de inicio. 

«Solo porque no estoy exento de errores… Y también me gustaría…, demostrar que no estoy orgulloso de las decisiones que tomé en el pasado. No puedo negarle a alguien algo que también deseo».

Sacude su cabeza. Deja el teléfono sobre la cama y se pone de pie para dirigirse a la cocina.

No es buena cocinando, pero necesita despejar su mente y quitarse esa extraña sensación del pecho. 

El sol aún no sale. Nadie se encuentra en la cocina. Busca entre los estantes para preparar unos pancakes, intentando no hacer ruido.

—¡Andrómeda, buenos días! —jadea, espantada. Elisabeth deja de sonreír, preocupada—. Lo siento, no quise asustarte, ¿estás bien?

—Sí, descuida. ¿Qué haces levantada tan temprano?

—Quise preparar el desayuno con mamá.

Sarah ingresa a la cocina. Sonríe avergonzada al notar a Andrómeda.

—Buenos días.

—Buenos días, Sarah. Tomen asiento. Estoy preparando pancakes.

—¡Oh, amo los pancakes! —exclama Elisabeth—. Yo buscaré las mermeladas.

—¡Joseph! ¡Busca el auto, rápido!—Las tres mujeres jadean asustadas al escuchar el grito. Elliot entra a la cocina, apresurado. En cuanto las ve, sus hombros se relajan—. Oh... Aquí estás —dice, sonriendo aliviado—. Buenos días.

—Buenos días —responden al unísono.

Es consciente de que su presencia despierta cierta reticencia entre las mujeres, pero no se inmuta. Rodea la isla de la cocina para aproximarse a Andrómeda y ensancha su sonrisa. Ella baja la mirada y bate con más fuerza la mezcla de pancakes.

—¿Amaneciste mejor? —inquiere, aún sin alzar la cabeza.

—Creo que aún tengo fiebre.

Andrómeda deja a un lado el recipiente y toca su frente. Frunce el ceño.

—Solo es algo de fogaje. Deberías…—calla al darse cuenta de su cercanía. Elliot sonríe con picardía y ella agacha la mirada, arrepentida de su impulsividad—. De-deberías desayunar. Te sentirás mejor si lo haces. Estoy preparando pancakes.

—¿Por qué estás haciendo el desayuno? Le pago a personas para que lo hagan.

—Solamente quise hacerlo. Siéntate ya —le ordena.

Elliot la obedece sin protestar. Sarah y Elisabeth reprimen una sonrisa divertida al verlo. Siempre que Andrómeda se encuentra cerca, Elliot parece atenuar su fuerte temperamento.

Andrómeda termina de preparar el desayuno. Les sirve a los tres y los observa, expectante. Frunce el ceño al ver cómo sus bocas se deforman en una mueca de disconformidad.

»¿Qué ocurre? ¿Quedó muy mal?

Niegan efusivamente.

—No, no…—murmura Elisabeth, intentando no vomitar—. Están…, bien.

—Me…., me encantó, sabe delicioso —Elliot fuerza una sonrisa y le da otro bocado. Mastica lentamente. 

Por su parte, Sarah ni se inmuta al comer y le sonríe, agradecida.

—Sabe exquisito, Andrómeda.

Sus hijos la observan, patidifusos. Lo cierto es que la mujer está acostumbrada a los sabores peculiares gracias a la cocina de su esposa Mary.

 Andrómeda sonríe, conmovida. Está segura que la mezcla ha quedado horrible y no se atreve a probarla. Nunca ha sido buena cocinando, pero le enternece que los tres hayan ingerido todo en el plato.

»Deberías cocinar más a menudo —agrega Sarah.

—¡No! —exclaman ambos hermanos al unísono.

Elliot carraspea su garganta y Elisabeth se remueve en el asiento, nerviosa.

—Quiero decir…, no es necesario que se tome la molestia —declara Elliot.

—Sí. Además, Andrómeda trabaja mucho. Cocinar puede agotarla más —comenta Elisabeth.




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